Uno llegó al Vaticano pidiendo oración por él, el otro, llegó al Capitolio de Estados Unidos pidiendo votos. Uno habla de acogida, igualdad de etnias y puertas abiertas, mientras que, el otro, habla de deportaciones, supremacismo blanco y levantar muros. Para uno, la realidad- el prójimo- es superior a la idea, para el otro, sus ideas, son las únicas verdades que el mundo debe obedecer. Uno habla de la paz como el método adecuado para poner fin a las guerras, mientras que el otro habla de negocios y de “tierras raras” para que se acabe un conflicto armamentista.

A uno le gusta tener gestos de humildad y servicio, mientras que al otro, le gusta hacer conocer al mundo entero que él ostenta mucho dinero y poder. A uno le gusta hacerse acompañar y aconsejar por personas humildes, escuchando sus historias y compartiéndolas para que toquen a otros, al otro le gusta hacerse acompañar por los más ricos del planeta, nubelistas que cobran más que países enteros y cuyo lema de vida es: “enriquezcámonos”.

Uno ha pedido perdón por sus errores y constantemente vive diciendo que es un hombre “pecador” redimido por la gracia de Dios, el otro, nunca admite equivocarse y desmoraliza con gestos y acciones al que cuestiona su dirección. Uno ha pedido a sus seguidores peregrinar por la esperanza y por la gente más humilde, el otro, ha pedido tomar a cualquier precio las instituciones que no lo han declarado ganador.

A uno de ellos tuve la oportunidad de darle la cruz en Cuba en representación de miles de católicos en el país, por el otro, he recibido varios comentarios descalificantes en mi perfil personal de Facebook, por gente que le gusta ser fiel a su “religión” ideológica. Para uno de ellos, los ejercicios espirituales son un eje trascendental en su vida pues le enseñan a vivir como Jesús, para el otro, la bolsa de Wall Street es lo que alimentó con acciones valorizadas su ego.

Uno de estos líderes hoy está débil en un hospital y trata de comulgar y participar en misa diaria, el otro, vive agitando la humanidad con decisiones autoreferenciales desde sus escasos meses en el poder. Uno de ellos acaba de publicar una autobiografía que se llama Esperanza y que muestra que no es tanto el saber y tener lo que enaltece el alma, sino el gustar y sentir internamente de las cosas, el otro escribe memorandos de amenazas por sus redes de que, si no se le hace caso a sus dictámenes, subirá aranceles hasta quebrar la dignidad de la nación que se le enfrente. Jorge Mario Bergoglio (Papa Francisco) desde su fragilidad reza a Dios por Donald Trump y nos invita a los seguidores de Cristo a hacer lo mismo, sabe que hay una gracia que sobrepasa cualquier tipo de prepotencia, de seguro, el otro, si detiene sus afectos desordenadas por un instante, podrá encontrar en esta súplica un reclamo de la humanidad que necesita de líderes que al igual que las tribus del Abya Yala, vean en el poder, una oportunidad de servicio a la humanidad.