Yayo en esta etapa en Cuba, será recordado por siempre como director del boletín católico dominical Vida Cristiana Un Padre llamado Yayo
Cualquier semejanza en su modo de proceder con las preferencias apostólicas de la Compañía no es pura coincidenci
Un jesuita valiente que a puesto su rostro frente a todas las adversidades
Tras 50 años de sacerdote sé que a Yayo le podrán preguntar “¿si ha amado?” y con el rostro colmado de alegría, podrá enseñar su corazón a las personas y estará lleno de nombres.
Tras 50 años de sacerdote sé que a Yayo le podrán preguntar “¿si ha amado?” y con el rostro colmado de alegría, podrá enseñar su corazón a las personas y estará lleno de nombres.
Julio Pernús corresponsal en República Dominicana
El agradecimiento es una de las características que mejor arropa a la espiritualidad ignaciana. La palabra padre cobra su verdadero significado cuando el lenguaje la atribuye a alguien que ha dejado huellas de amor en la vida de los demás. Yayo sé que es reconocido como padre por muchos de los que hemos estado presente en su vida.
Como padre nunca ha dejado sólo a sus hijos y aunque a primera vista – esta calificación es de Ilinska- pueda parecer una yuca sin mojo, es difícil pasar tiempo con él y no terminar viéndolo como familia. Él sabe decir con esa indiferencia ignaciana grandes verdades, pero desde esa misma espiritualidad, es capaz de dar la vida por los suyos y la obra en la que le han encomendado mantener su misión.
Llegó a Cuba en un momento difícil – cuál no lo es- a contracorriente apostó por regresar y echar raíces en medio de los suyos. No tuvo privilegios especiales y recuerdo que varios pensaban que no aguantaría demasiado el trajín del país y él ha desafiado todas las inclemencias sociales.
Yayo en esta etapa en Cuba, será recordado por siempre como director de Vida Cristiana, pero, sobre todo, por ser una buena persona. Gracias a la espiritualidad ignaciana nos conocimos y sé cuanto tiempo y empeño ha regalado a esa misión. Nunca he discutido tanto con un director como él, pero tampoco nunca he aprendido tanto de comunicación y la vida en un solo lugar. Siempre le estaré agradecido por la oportunidad. Una de sus características es la apuesta constante por los jóvenes y los excluidos. Cualquier semejanza con las preferencias apostólicas de la Compañía no es pura coincidencia.
Incluso las decisiones donde se equivocó, las reconoció y aunque no es perfecto, su paso por la vida de muchos miembros del equipo de VC dejó un rastro de amor en nuestras vidas. Tengo mil anécdotas que contar, recuerdo que al hacer mis primeros artículos y pensar que me las sabía toda y él con su habitual parsimonia decirme: “Julio, si deseas hacer carrera en este oficio te falta mucho por leer y escribir”.
Él apoyó e impulsó desde el minuto uno de su llegada el aggiornamento de VC para ir de lleno al mundo digital. Alrededor de la publicación se nuclearon en este periodo un grupo de voces que hicieron germinar uno de sus sueños, lograr una pluralidad de ideas que ayudaran a tener un discernimiento sincero sobre temas de interés social y eclesial.
Yayo es un jesuita valiente que a puesto su rostro frente a todas las adversidades. Recuerdo la vez que el Cardenal lo llamó para conversar de un artículo muy polémico. Esa ocasión hasta le subió la presión, pero fue a conversar con la convicción de lograr a toda costa conservar el puesto laboral de un miembro de su equipo.
Bajo su dirección Vida Cristiana mostró con valor las luces y sombras la realidad del pueblo cubano en etapas difíciles. Nunca olvidaré esa anécdota que nos contó -creo que el P. Martin o el P. David Pantaleón- cuando en la oficina de Caridad Diego la funcionaria le mostró un paquete grande de nuestras hojitas señaladas con tinta por mostrar una verdad difícil de aceptar para el poder.
Tras 50 años de sacerdote sé que a Yayo le podrán preguntar “¿si ha amado?” y con el rostro colmado de alegría, podrá enseñar su corazón a las personas y estará lleno de nombres. Es difícil recoger en algunas palabras el cariño que uno siente, pero, una vez le preguntaron a una persona que apoyaba en la parroquia de Reina el comedor de personas vulnerables si sentía un aprecio especial por algún jesuita y dijo algo curioso: “no sé, pero sí sé que en estos últimos años he tenido un nuevo padre – papá- en mi vida y se llama Yayo."