Rompiendo con los esquemas de la diplomacia establecida por el Vaticano, no permitió que revisaran previamente el discurso que pronunciaría frente a las cámaras de la televisión cubana Del Vaticano a la UH: 25 años entre discursos
Este mensaje y otros de su tipo dejan entrever la posibilidad de una amnistía para los presos del 11-J gracias, entre otros elementos, a la mediación de la Iglesia.
Monseñor Meurice le refirió al Papa: « […] le presento, además, a un número creciente de cubanos que han confundido la patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología.
El Dr. Fabio Fernández expresó en la Mesa Redonda que «el patriotismo no es solo resistencia heroica, sino también construcción de futuro y realización de sueños individuales y colectivos.
El Dr. Fabio Fernández expresó en la Mesa Redonda que «el patriotismo no es solo resistencia heroica, sino también construcción de futuro y realización de sueños individuales y colectivos.
Julio Pernús corresponsal en República Dominicana
Hace algunos días, varios medios publicaron el mensaje enviado a la dirigencia cubana por el Papa Francisco a través del Cardenal Beniamino Stella. «Es importante que los jóvenes que en un momento manifestaron su pensamiento de la forma que conocemos puedan volver a su casa», dijo el prelado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Este y otros de su tipo dejan entrever la posibilidad de una amnistía para los presos del 11-J gracias, entre otros elementos, a la mediación de la Iglesia. Las palabras de monseñor Stella, hacen que se vuelva a conversar sobre la influencia de lo católico en nuestra sociedad y cultura.
Semanas atrás se viralizó la impronta de un joven profesor de la Universidad de La Habana, a propósito de su «particular» intervención durante el programa Mesa Redonda de la televisión cubana. Muchos vieron cómo se alargaron las caras del resto de los participantes, mientras el Dr. Fabio Fernández versaba sobre el concepto de patriotismo en la Cuba contemporánea.
Sucede que las personas seleccionadas para comparecer en la Mesa Redonda tienen un elemento en común: sujetos políticos cuyas ideas estén en la línea del discurso oficial. El profesor Fabio Fernández no es persona de improvisar. Con seguridad, antes de abordar semejante tema, tenía certeza del costo social que han pagado algunos intelectuales por evadir la pauta oficial, migrar de los «márgenes» bien definidos en el lugar inadecuado
Hechos semejantes se han suscitado en la historia patria con anterioridad: nos referimos en concreto a discursos ¿inesperados?, fuera del guion preestablecido.
Uno de esos casos sucedió el 24 de enero de 1998. Minutos antes de oficiar en el altar diseñado para la primera eucaristía del papa Juan Pablo II en el oriente del país, monseñor Pedro Claro Meurice Estiú, quien fungía por entonces como arzobispo de Santiago de Cuba, hablaba suavemente consigo mismo. Leía en susurros un texto al que nadie había tenido acceso con anterioridad. De seguro, monseñor Meurice conjeturaba que su vida podría cambiar luego de la lectura…
Rompiendo con los esquemas de la diplomacia establecida por el Vaticano, no permitió que revisaran previamente el discurso que pronunciaría frente a las cámaras de la televisión cubana y la prensa internacional acreditada.
La decisión de defender la verdad es un punto en común entre el profesor Fabio y monseñor Meurice, amén de los lugares o de las circunstancias históricas. Tanto el uno como el otro no son propiamente personas «mediáticas» y consiguieron su reconocimiento social con mucho esfuerzo.
Ambos, con sus herramientas intelectuales, intentaron cortejar con ideas el concepto de patria y lo que significa ella para los cubanos. Sin imaginar la magnitud de sus palabras, los dos describieron, en distintos escenarios y con veinticinco años de diferencia, las causas principales de la migración, proceso que ha dañado tanto el alma de Cuba, que ha dañado tanto a las familias de Cuba.
Monseñor Meurice le refirió al Papa: « […] le presento, además, a un número creciente de cubanos que han confundido la patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología. Son cubanos que, al rechazar todo de una vez sin discernir, se sienten desarraigados, rechazan lo de aquí y sobrevaloran todo lo extranjero. Algunos consideran esta como una de las causas más profundas del exilio interno y externo»
Por su parte, el Dr. Fabio Fernández expresó en la Mesa Redonda que «el patriotismo no es solo resistencia heroica, sino también construcción de futuro y realización de sueños individuales y colectivos. Ese patriotismo está impugnado por la profunda crisis que ahora mismo marca la realidad del país, porque el patriotismo no podemos conectarlo exclusivamente a la idea de la resistencia heroica, de que aquí estamos resistiendo como los mambises. Se ha perdido el orgullo de ser cubano, algo que he confirmado a través de mis propios estudiantes, jóvenes que bromean a menudo sobre la mala suerte de haber nacido en Cuba y lo felices que serán cuando se vayan».
La convergencia entre ambas intervenciones probó que es uno solo el verdadero dolor de todos los cubanos. Resulta que por muchos años lo hemos llevado a cuestas sin poder gritar, pues el miedo suele bajar al mínimo el volumen de nuestra voz.
Lo increíble de esta propuesta es que el valor para enfrentar por unos minutos ese miedo unió, como un milagro, la voz de un profesor de la Cuba actual, comprometido con la Revolución, a la de un obispo que se caracterizó ―al menos en la última etapa de su vida― por ser muy crítico con el proceso.
Ese tipo de decisión denunciatoria ante el poder detiene la vida por unos segundos, cuando sientes cómo se aceleran las palabras contra el sosiego de tu futuro. Solo entonces, ―con la mente sometida a éxtasis― debes decidir si te quedas en pausa, inmovilizando las ideas sin acabar la frase, o sigues con ellas para asumir las consecuencias.
Pero con certeza, si al mirar tu historia de vida, la de tu familia, amigos, fieles creyentes, alumnos, etc, percibes, a semejanza de monseñor Meurice y del profesor Fabio, que tanto dolor, tristeza y desesperanza te conectan con el prójimo y te hacen ver el final como dejavú (incluso antes de que llegue), por entonces ya no habrá nada que puedas hacer para frenar lo que el valor y la fe en un mejor mañana han encendido en tu mente.
Algunos teóricos esgrimirán que las definiciones de ambos fueron insuficientes, pero creo que tanto el obispo como el profesor reconocían que lo fundamental no era lo conceptual ―eso nunca fue el centro de sus discursos―, sino el amor a la patria. Y lo mejor que aspiraban a recibir, al poner el punto final a sus palabras, era a sentirse, por un segundo, amado por ella. No hay fórmulas para definir algo como el patriotismo o la patria, como tampoco hay fórmulas para darle la fe a una persona o pedirle que ame a alguien o a algo…
Ambos interlocutores apelaron a la defensa de la soberanía nacional, sin menospreciar los logros del proceso revolucionario en sus discursos. Monseñor Meurice lo refiere así: «Su Santidad debe conocer nuestros logros en educación, salud, deportes…, nuestras grandes potencialidades y virtudes. Cuba es un pueblo que tiene una entrañable vocación a la solidaridad».
El profesor Fabio también hizo alusión a que «el patriotismo cubano ha llevado siempre a un nacionalismo sano que puede verificarse en toda la historia de la isla y los logros en distintas áreas de sus valientes habitantes». Pero luego, de forma sorpresiva para el contexto, van desvistiendo la realidad que tiene ahogada la felicidad en la nación.
En su momento, el arzobispo argumentó que «Cuba necesita aprender a desmitificar los falsos mesianismos. Este es un pueblo que tiene la riqueza de la alegría y la pobreza material que lo entristece y agobia casi hasta no dejarlo ver más allá de la inmediata subsistencia».
A su vez, Fabio expuso: «Ahora mismo hay gente cruzando el Río Bravo rumbo norte. Para evitar esta fuga es necesario diseñar un proyecto de país exitoso, próspero para sus ciudadanos, capaz de entender la pluralidad y la diversidad que marcan la realidad que es Cuba».
Ambos discursos generaron una fuerte tensión mediática y, por supuesto, recibieron de la parte del poder gobernante una «atención especial». Incluso se puede afirmar que de las dos «orillas» se escucharon tanto alabanzas como críticas ante las ideas esbozadas. En el caso de monseñor Meurice, algunos fundamentalistas políticos intentaron restarle valor a sus argumentos al desmenuzar sus palabras y ver que había una demanda del fin del embargo a Cuba.
En el caso de Fabio, varios de sus colegas ―miembros de los grupos más radicales en la defensa oficialista de la Revolución― comenzaron a verlo como un enemigo interno. Tanto fue así, que el profesor llegó a comparar su situación con la de Fernando Martínez Heredia, otro intelectual revolucionario, quien sufrió el ostracismo de la década de los sesentas por su labor como director de la revista Pensamiento Crítico. Fue reivindicado por el Partido en los noventas, en medio de la necesidad imperiosa de apertura ante una de las crisis económicas de mayor trascendencia vivida por el pueblo cubano.
El discurso del arzobispo de Santiago de Cuba y el del profesor de Historia de la Universidad de La Habana describen a la libertad como la oportunidad de ser nosotros mismos.
Por supuesto, es necesario saber que todo acto traerá consecuencias para nuestra vida. Pero si nos alejamos de los personalismos abstractos que anulan la fuerza del espíritu de la verdad, veremos que el debate sobre los proyectos de sociedad esbozados por ambos interlocutores ofrece una selfie tangible de nuestra realidad y, desde el análisis de esa fotografía social, se hace más fácil buscar soluciones para transformar lo que afea el paisaje.
De haberse conocido el profesor Fabio Fernández y monseñor Meurice ―quien falleciera el 21 de julio de 2011― hubieran podido conversar por estos días en algún lugar de la isla. De alguna manera en ellos se hace carne un concepto clave para la consecución del bien, como lo es el de la amistad social, representado en la unión de dos personas con ideologías diferentes laborando en la edificación de un proyecto común: el bienestar de la nación cubana.
Creo que ambos estarían de acuerdo en afirmar, sonriendo, que la verdad es incómoda. Que siempre está rebelándose contra los relatos impuestos, introduciendo el disenso, versionando la historia común ―que es discordante e insumisa―, impidiendo con su mera existencia el asentamiento de un pensamiento único, monolítico, y que aun sueña en silencio la Cuba del mañana.