El Papa vuelve a pedir un "inmediato alto el fuego humanitario en Gaza" Francisco: "Los cristianos cerrados terminan mal siempre, porque no son cristianos, sino ideólogos de la cerrazón"
Concluyendo el ciclo de catequesis sobre el celo apostólico, el papa Francisco recordó en su catequesis en la audiencia general de este miércoles, que ese celo misionero "no es propaganda para ganar consenso, no es proselitismo, ni es llenarse la cabeza de nociones, sino encender en el corazón la chispa del amor de Dios", por lo que tampoco depende "de la organización, sino del ardor; no se mide por el consentimiento que recibimos, sino por el amor que damos"
"Los cristianos cerrados terminan mal siempre, porque no son cristianos, sino ideólogos de la cerrazón. Los cristianos tiene que ser abiertos a la palabra y a acoger al hermano", improvisó Francisco
Francisco aseguró que continúa siguiendo "con mucho dolor y preocupación el conflicto entre Israel y Palestina y renuevo mi llamamiento para un inmediato alto el fuego humanitario. ¡Se sufre tanto allí! Pido a todas las partes que negocien y se sumen al urgente empeño para ayudar a la población de Gaza, que está en una situación extrema y necesitada"
Francisco aseguró que continúa siguiendo "con mucho dolor y preocupación el conflicto entre Israel y Palestina y renuevo mi llamamiento para un inmediato alto el fuego humanitario. ¡Se sufre tanto allí! Pido a todas las partes que negocien y se sumen al urgente empeño para ayudar a la población de Gaza, que está en una situación extrema y necesitada"
Concluyendo el ciclo de catequesis sobre el celo apostólico, el papa Francisco recordó en su catequesis en la audiencia general de este miércoles, que ese celo misionero "no es propaganda para ganar consenso, no es proselitismo, ni es llenarse la cabeza de nociones, sino encender en el corazón la chispa del amor de Dios", por lo que tampoco depende "de la organización, sino del ardor; no se mide por el consentimiento que recibimos, sino por el amor que damos".
Para profundizar en este mensaje, Francisco recurrió a la palabra aramea effetá (ábrete), que tanto utilizaba Jesus, según el evangelio de Marcos. “'Ábrete', dice Jesús a cada creyente y a su Iglesia: ¡ábrete porque el mensaje del evangelio te necesita para ser testimoniado y anunciado! Ábrete, no te cierres en tus comodidades religiosas y en el 'siempre se ha hecho así'! ¡Ábrete Iglesia, al soplo del Espíritu Santo, que te impulsa a ser misionera, evangelizadora!".
"Los cristianos cerrados terminan mal siempre, porque no son cristianos, sino ideólogos de la cerrazón. Los cristianos tiene que ser abiertos a la palabra y a acoger al hermano", improvisó Francisco.
"El mensaje es claro: para ser pastores del pueblo de Dios, hay que ser pescadores de hombres, dispuestos a dejar las orillas de las propias seguridades para hacerse a la mar con el Evangelio en el mar del mundo", prosiguió, invitando a continuación a hacerse las siguientes preguntas: "¿Amo realmente al Señor, hasta el punto de querer anunciarlo? ¿Quiero convertirme en su testigo o me contento con ser su discípulo? ¿Me tomo a pecho a las personas que conozco, las llevo a Jesús en oración? ¿Quiero hacer algo para que la alegría del Evangelio, que ha transformado mi vida, haga más bella también la de ellos?
Alto el fuego humanitario en Gaza
Finalmente, en el saludo en las distintas lenguas, Francisco aseguró que continúa siguiendo "con mucho dolor y preocupación el conflicto entre Israel y Palestina y renuevo mi llamamiento para un inmediato alto el fuego humanitario. ¡Se sufre tanto allí! Pido a todas las partes que negocien y se sumen al urgente empeño para ayudar a la población de Gaza, que está en una situación extrema y necesitada. Que se libere a todos los rehenes, que han visto una esperanza en la tregua de estos días pasados. Por favor, no a las armas, sí a la paz", todo ello, añadió, sin que "nos olvidemos de pedir del don de la paz para los pueblos que sufren la guerra, especialmente para la atormentada Ucrania y para Israel y Palestina".
Catequesis del Papa en la audiencia general
Queridos hermanos y hermanas,Concluimos hoy el ciclo dedicado al celo apostólico, durante el cual nos hemos dejados inspirar por la palabra de Dios, por la vida de algunos testimonios y por el Magisterio reciente, a cultivar la pasión por el anuncio del evangelio. Esta, lo reitero, afecta a cada cristiano, desde el principio. Pensemos al hecho que en el bautismo el celebrante dice, tocando las orejas y los labios del bautizado: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar los mudos, te conceda de escuchar pronto su Palabra, y de proclamar tu fe”. Se pide a Dios hacernos oyentes y anunciadores de Jesús. Es el rito del “Effetá”: el nombre deriva precisamente del signo prodigioso cumplido por Jesús que hemos escuchado y del cual quisiera hablarles (cf. Mc 7, 31-35).
El evangelista Marcos se toma mucho tiempo para describir dónde tuvo lugar: “hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis”, cuando:"Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón” (v. 31). ¿Que es lo que aúne estos territorios? Estar principalmente habitada por paganos. Los discípulos más cercanos, de hecho, no parecen agradecer esta “excursión” de Jesús, el cual, precisamente allí, cura a un sordomudo. Anteriormente, en todo el Antiguo Testamento, no había antes, ninguna recuperación de sordos y mudos. Acordemos que el sentido del mutismo y de la sordera en la Biblia es sobre todo metafórico y designa el cierre a las llamadas de Dios. Son los discípulos a ser cerrados aquí y Cristo parece dirigirse a ellos: hace el gesto de “llevarlo aparte” (cf. v. 33) y cada vez que el evangelio de Marcos utiliza esta expresión se refiere a la falta de comprensión. Parece entonces que Jesús, al sacar a los discípulos de la seguridad de los territorios habituales y curando a un pagano para que escuche el evangelio, desea que sus discípulos acepten la invitación a salir de los estrechos confines de un pueblo o de un círculo religioso para anunciar la presencia salvadora y liberadora de Dios a todos: a los extranjeros, a los alejados, a los sordos en el cuerpo y de corazón, a los que no hablan la misma lengua.
Otro signo es indicativo: el Evangelio relata la palabra decisiva de Jesús en arameo, el idioma que habitualmente utilizaba para hablar con los discípulos. “Effetá” significa “ábrete” y no se trata tanto de una invitación dirigida al sordomudo, que no podía oírla, sino precisamente a los discípulos de aquel tiempo y de todos los tiempos. También nosotros, que hemos recibido la effetá del Espíritu en el bautismo, estamos llamados a abrirnos. “Ábrete”, dice Jesús a cada creyente y a su Iglesia: ¡ábrete porque el mensaje del evangelio te necesita para ser testimoniado y anunciado! Ábrete, no te cierres en tus comodidades religiosas y en el “siempre se ha hecho así”! ¡Ábrete Iglesia, al soplo del Espíritu Santo, que te impulsa a ser misionera, evangelizadora!
Fijémonos en otro detalle: Jesús toca la lengua del sordomudo con su saliva. Según la mentalidad del tiempo, se pensaba que fuera ”un soplo condensado”: no es casualidad que el Evangelio subraye que Cristo, antes de decir effetá, “suspiró” (cf. v. 34). Soplo y suspiro: se trata de una transmisión del Espíritu santo, para que nuestros oídos se abran y nuestra lengua se suelte. Es una invitación a redescubrir la alegría de la misión en el fuego del Espíritu. El celo misionero, en efecto, no es propaganda para ganar consenso, no es proselitismo, ni es llenarse la cabeza de nociones, sino encender en el corazón la chispa del amor de Dios. Parafraseando una bella expresión, podríamos decir que el corazón de aquellos a quienes anunciamos "no es un vaso que hay que llenar, sino un fuego que hay que encender". Por lo tanto, el celo apostólico no depende de la organización, sino del ardor; no se mide por el consentimiento que recibimos sino por el amor que damos.
También al final de los Evangelios, Jesús nos entrega este celo misionero. En la última página del Evangelio de Juan (cf.21, 1-18) confía a Pedro la misión de apacentar sus ovejas, de ser pastor para todos. De hecho, le confía la tarea en Galilea, en la región más heterogénea y compuesta del territorio de aquel tiempo. Jesús confía a Pedro allí: no en Jerusalén, en el lugar más religioso y más puro e identitario, sino en la Galilea de las naciones, y lo hace después de la pesca milagrosa de 153 peces grandes, número que recuerda a todos los pueblos del mundo (cf. V. 11). El mensaje es claro: para ser pastores del pueblo de Dios, hay que ser pescadores de hombres, dispuestos a dejar las orillas de las propias seguridades para hacerse a la mar con el Evangelio en el mar del mundo.
Hermanos y hermanas, sintámonos todos llamados, como bautizados, a testimoniar y anunciar a Jesús. Y pidamos la gracia, como Iglesia, de poder realizar una conversión pastoral y misionera. El Señor, a la orilla del mar de Galilea le preguntó a Pedro si le amaba y luego le pidió que pastoreara sus ovejas (cf. vv. 15-17). Preguntémonos también nosotros: ¿Amo realmente al Señor, hasta el punto de querer anunciarlo? ¿Quiero convertirme en su testigo o me contento con ser su discípulo? ¿Me tomo a pecho a las personas que conozco, las llevo a Jesús en oración? ¿Quiero hacer algo para que la alegría del Evangelio, que ha transformado mi vida, haga más bella también la de ellos?
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