Francisco pide de nuevo "que se detenga esta crueldad salvaje que es la guerra" El Papa denuncia “el síndrome generalizado de la anestesia de los sentidos espirituales”

Simeón y Ana
Simeón y Ana

"El Espíritu es capaz de hacer esto: agudiza los sentidos del alma, no obstante los  límites y las heridas de los sentidos del cuerpo"

"Les saludo a todos ustedes, malteses, les doy las gracias a todos los que han trabajado en preparar esta visita y les pido que me acompañen con la oración. Gracias"

"La sensibilidad espiritual de la edad anciana es capaz de  abatir la competición y el conflicto entre las generaciones de forma creíble y definitiva"

"Es importante el diálogo entre las generaciones para que los ancianos transmitan  su sabiduría a los jóvenes, y los jóvenes escuchen a los ancianos, promoviendo un espíritu de  fraternidad y de 'ternura social'"

En su itineratio catequético por la ancianidad, el Papa Francisco detiene su mirada en Simeón y Ana, dos ancianos que esperaban la venida del Señor y se pregunta qué podemos aprender “de estas dos figuras de ancianos llenos de vitalidad espiritual”. En primer lugar, afinar los sentidos por medio del Espíritu, evitando el “síndrome generalizado de la anestesia de los sentidos espirituales en la excitación y el entumecimiento de los corporales”. Porque solo “la sensibilidad espiritual de la edad anciana es capaz de  abatir la competición y el conflicto entre las generaciones de forma creíble y definitiva” y hacer que crezca “una cultura de la ternura social”.

En el saludo en italiano, el Papa recuerda que el próximo fin de semana viajará a Malta, un país de historia cristiana milenaria, que acogió ya a San Pablo y sigue empeñado en acoger a emigrantes y refugiados. Y, por otro lado, da las gracias a las asociaciones italianas de acogida a niños ucranianos y aprovecha, una vez más, para condenar la "mostruosidad" de la guerra y para pedir "que se detenga esta crueldad salvaje que es la guerra".

Catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

En nuestro itinerario de catequesis sobre el tema de la vejez, hoy miramos al tierno cuadro pintado  por el evangelista san Lucas, que llama a escena a dos figuras ancianas, Simeón y Ana. Su razón de vida,  antes de despedirse de este mundo, es la espera de la visita de Dios. Simeón sabe, por una premonición  del Espíritu Santo, que no morirá antes de haber visto al Mesías. Anna iba cada día al templo dedicándose  a su servicio. Ambos reconocen la presencia del Señor en el niño Jesús, que colma de consuelo su larga  espera y serena su despedida de la vida.  

Naturaleza

¿Qué podemos aprender de estas dos figuras de ancianos llenos de vitalidad espiritual? Primero, aprendemos que la fidelidad de la espera afina los sentidos. Por otro lado, lo sabemos, el  Espíritu Santo hace precisamente esto: ilumina los sentidos. En el antiguo himno Veni Creator Spiritus,  con el que invocamos todavía hoy al Espíritu Santo, decimos: «Accende lumen sensibus», enciende una  luz para los sentidos. El Espíritu es capaz de hacer esto: agudiza los sentidos del alma, no obstante los  límites y las heridas de los sentidos del cuerpo. La vejez debilita, de una manera u otra, la sensibilidad del  cuerpo. Sin embargo, una vejez que se ha ejercitado en la espera de la visita de Dios no perderá su paso:  es más, estará también más preparada a acogerla.  El Señor pasa em nuestras vidas. Y San Agustín decía que tenía miedo de no saber acoger al Señor cuando pasase.

Hoy más que nunca necesitamos esto: una vejez dotada de sentidos espirituales vivos y capaz de  reconocer los signos de Dios, es más, el Signo de Dios, que es Jesús. Un signo que nos pone en crisis – es  «señal de contradicción» (Lc 2,34) – pero que nos llena de alegría. La anestesia de los sentidos  espirituales, en la excitación y en el entumecimiento de los corporales, es un síndrome generalizado en  una sociedad que cultiva la ilusión de la eterna juventud, y su rasgo más peligroso está en el hecho de que  esta es mayoritariamente inconsciente. No se da cuenta de estar anestesiada. Esto pasa, también ahora. Lo sentidos interiores anestesiados.

Cuando pierdes la sensibilidad del tacto o del gusto, te das cuenta enseguida. Sin embargo, con la  del alma puedes ignorarlo durante mucho tiempo. Esta no se refiere simplemente al pensamiento de Dios  o de la religión. La insensibilidad de los sentidos espirituales se refiere a la compasión y la piedad, la  vergüenza y el remordimiento, la fidelidad y la entrega, la ternura y el honor, la responsabilidad propia y  el dolor por el otro.

Simeón y Ana

Y la vejez se convierte, por así decir, en la primera víctima de esta pérdida de  sensibilidad. En una sociedad que ejerce principalmente la sensibilidad por el disfrute, disminuye la  atención a los frágiles y prevalece la competencia de los vencedores. Ciertamente, la retórica de la  inclusión es la fórmula de rito de todo discurso políticamente correcto. Pero todavía no trae una real  corrección en las prácticas de la convivencia normal: cuesta que crezca una cultura de la ternura social.  El espíritu de la fraternidad humana – que me ha parecido necesario reiterar con fuerza – es como un  vestido en desuso, para admirar, sí, pero… en un museo.  Se pierde la sensibilidad humana.

Es verdad, en la vida real podemos observar, con gratitud conmovida, muchos jóvenes capaces de  honrar hasta al fondo esta fraternidad. Pero precisamente aquí está el problema: existe un descarte, un  descarte culpable, entre el testimonio de esta savia vital de la ternura social y el conformismo que impone  a la juventud contarse a sí misma de una forma completamente diferente. ¿Qué podemos hacer para  colmar este descarte? 

De la historia de Simeón y Ana, pero también de otras historias bíblicas de la edad anciana  sensible al Espíritu, viene una indicación escondida que merece ser llevada a primer plano. ¿En qué  consiste, concretamente, la revelación que enciende la sensibilidad de Simeón y Ana? Consiste en el  reconocer en un niño, que ellos no han generado y que ven por primera vez, el signo seguro de la visita de  Dios. Ellos aceptan no ser protagonistas, sino solo testigos. La visita de Dios no se encarna en su vida, no  los lleva a la escena como salvadores: Dios no se hace carne en su generación, sino en la generación que  debe venir. Se vive sin madurez y con superficialidad. Es tremendo cuando una sociedad pierde la sensibilidad del espíritu. Ningún resentimiento y ninguna recriminación por esto. Sin embargo, gran conmoción y gran  consolación. La conmoción y la consolación de poder ver y anunciar que la historia de su generación no  se ha perdido o malgastado, precisamente gracias a un evento que se hace carne y se manifiesta en la  generación que sigue.  Los abuelos se sienten reanimar con sus nietos.

Simeón y Ana

Solo la vejez espiritual puede dar este testimonio, humilde y deslumbrante, haciéndola autorizada  y ejemplar para todos. La vejez que ha cultivado la sensibilidad del alma apaga toda envidia entre las  generaciones, todo resentimiento, toda recriminación por una venida de Dios en la generación venidera,  que llega junto con la despedida de la propia.La sensibilidad espiritual de la edad anciana es capaz de  abatir la competición y el conflicto entre las generaciones de forma creíble y definitiva. Algo imposible  para los hombres, pero posible para Dios. ¡Y hoy lo necesitamos mucho de la sensibilidad del espíritu y de ancianos sabios y maduros, que nos den esperanza en la vida!

Saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas:  

Continuamos nuestras catequesis sobre la ancianidad, y hoy contemplamos de modo especial  a Simeón y Ana. La razón de vivir de estos ancianos era esperar la visita de Dios; y lo hicieron llenos  de vitalidad espiritual, en una actitud de oración y servicio. Al final de sus vidas, ambos supieron  reconocer en el Niño Jesús al Salvador, fuente de paz y consuelo. Su ejemplo nos enseña que la  fidelidad en la espera afina los sentidos espirituales y nos hace más sensibles para reconocer los  signos de Dios. 

En una sociedad que exalta el placer de los sentidos físicos y que, al mismo tiempo,  “anestesia” los sentidos espirituales, se corre el peligro de ser insensibles ante el sufrimiento y la  fragilidad, y, por tanto, de descartar a las personas mayores, que van perdiendo las fuerzas de su  juventud. Por eso, es importante el diálogo entre las generaciones para que los ancianos transmitan  su sabiduría a los jóvenes, y los jóvenes escuchen a los ancianos, promoviendo un espíritu de  fraternidad y de “ternura social”. 

Simeón y Ana

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Teniendo presente el testimonio de  Simeón y Ana, pidamos al Espíritu Santo que ilumine nuestros sentidos espirituales para que  descubramos los signos de Dios en nuestra vida y seamos testigos alegres de su presencia en medio  del mundo. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.  

Saludo en italiano

Seré peregrino en Malta, donde también fue acogido el apóstol Pablo, tras haber nasufragado en el mar, cuando se dirigía a Roma. Este viaje apostólico será también una oportunidad para ir a las fuentes del anuncio del Evangelio, para conocer a la gente de una comunidad cristiana con una historia milenaria y viva, para reunirme con los habitantes de un país que se encuentra en el centro del Mediterráneo y en el sur de Europa, hoy todavía empeñado en la acogida de tantos hermanos y hermanas en busca de refugio.

Les saludo a todos ustedes, malteses, les doy las gracias a todos los que han trabajado en preparar esta visita y les pido que me acompañen con la oración. Gracias.

El Papa saluda a los niños ucranianos acogido por varias asociaciones italianas y, tras un largo aplauso de los presentes, vuelve a condenar la guerra:

"Pensemos en esta monstruosidad de la guerra y renovemos la oración para que se detenga esta crueldad salvaje que es la guerra"

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