¿Hay resistencias en el movimiento fundado por Giussani a las directrices del Papa? ¿Qué le pasa a Comunión y Liberación con el Vaticano?
El prefecto del Dicasterio para los Laicos, el cardenal Kevin Farrell, ha pedido al movimiento que "no promueva un clima de desconfianza hacia la Iglesia y de resistencia hacia sus indicaciones"
"En el seno de CyL hay división de pareceres en torno a plegarse a la directrices vaticanas o seguir interpretando el carisma desde una habitación cerrada. Lo que han de compaginar muchos con disimular el poco aprecio que tienen por Bergoglio, esperanzados como estaban en que el sucesor de Benedicto XVI hubiese sido 'su' cardenal, Angelo Scola"
En la primavera de los nuevos movimientos, hace ya cuatro décadas, Comunión y Liberación (CyL) brillaba con luz propia. El movimiento fundado por Luigi Giusani despedía un áurea especial, el encuentro con la belleza, sus múltiples formas de llegar a ella entendida como un encuentro personal con Dios, revestidas a la luz de la inteligencia y la razón, le dieron una pátina de cierto elitismo que los dos pontificados anteriores supieron apreciar.
Hoy, sin embargo, las noticias que llegan desde la casa madre revelan fricciones, cuando no choques abiertos, con el Vaticano, en concreto con el cardenal Kevin Farrell, el prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, bajo cuyo paraguas se cobijan.
La renuncia de Carrón
A la muerte de Giusani en 2005, fue el español Julián Carrón, designado por el fundador, quien tomó los mandos del movimiento, y lo hizo en mandatos consecutivos hasta que en 2021, el dicasterio que pilota el Farrell, con la total anuencia del papa Francisco, decretó que los superiores de los movimientos eclesiásticos deberían ser elegidos por períodos de cinco años y con dos mandatos consecutivos. Es decir, eso significaba la salida de Carrón, que en medio de una oleada de estupor en el movimiento, este aceptó, renunciando para que la elección de sucesor se realizase “conla libertad que este proceso requiere”.
Pero el malestar apenas se podía disimular en CyL. Y a él se unía la intervención en 2020 de Memores Domini, la rama de los laicos consagrados. No presagiaba nada bueno, y lo pudieron confirmar tras el discurso que, en septiembre de 2021, Francisco dirigió a los líderes de los nuevos movimientos, entre los que no se vio a Carrón:
El toque de atención de Francisco
“Caemos en la trampa de la deslealtad cuando nos presentamos ante los demás como los únicos intérpretes del carisma, los únicos herederos de nuestra asociación o movimiento; o cuando, creyéndonos imprescindibles, hacemos todo lo posible por ocupar puestos de por vida; o también cuando pretendemos decidir a priori quién debe ser nuestro sucesor. Nadie es dueño de los dones recibidos para el bien de la Iglesia, nadie debe sofocarlos”, dijo el Papa.
Y ahora se añade una carta, desvelada por medios católicos italianos, que le habría escrito Farrell al nuevo presidente de CyL, Davide Prosperi, donde expresa su pesar “al constatar que algunos líderes y personas influyentes dentro del Movimiento continúan sugiriendo y promoviendo entre los miembros de CL, incluso públicamente, un clima de desconfianza hacia la Iglesia y de resistencia a sus indicaciones". Algo que, según escribe en su carta, compromete seriamente "la toma de conciencia de los errores del pasado" y la "sanación de ideas, principios y prácticas solicitada reiteradamente por la autoridad eclesiástica”.
El 'fiasco' Scola
En la misiva, el prefecto del Dicasterio para los Laicos pide que los directivos del movimiento, y quienes hayan ocupado cargos de responsabilidad en él, “y hayan cesado", que “acojan con docilidad y espíritu eclesial la invitación de la Iglesia a reconocer los problemas y a revisar las enseñanzas, las prácticas, los métodos de gobierno y las formas de organización de la vida interna que se han revelado inadecuados o incluso nocivos”.
Parece evidente que en el seno de CyL hay división de pareceres en torno a plegarse a las directrices vaticanas o seguir interpretando el carisma desde una habitación cerrada, aferrados a los designios del fundador en cuanto a su sucesor. Lo que han de compaginar muchos con disimular el poco aprecio que tienen por Bergoglio, esperanzados como estaban en que el sucesor de Benedicto XVI hubiese sido "su" cardenal, Angelo Scola.
Farrell, con el total apoyo del papa Francisco, que ha mantenido conversaciones con los fundadores y líderes de los demás movimientos, insistiendo en la necesidad de no aferrarse al cargo y no querer erigirse en los dueños en exclusiva de los carisma, se ha entregado a fondo en esta reforma, que afecta a todos los 109 movimientos que tiene bajo la jurisdicción de su dicasterio.
"El futuro depende de cambiar las cabezas"
Pero sin duda, es con Comunión y Liberación con quien parece tener que bregar más duro. En una reciente entrevista con el semanario America, Farrell asegura que "el futuro de los movimientos depende de su capacidad para cambiar las cabezas de estos movimientos, de modo que preparemos siempre a gente más joven para que asuma funciones de liderazgo".
Hasta ahora, confesó a la revista, "lo que la Iglesia no ha hecho al respecto es preparar a las generaciones más jóvenes para los roles de liderazgo; si miras muchos de los movimientos, verás que los órganos de gobierno tienen más de 50 o 60 años, y sin embargo tienen gente joven involucrada".
El cardenal estadounidense no quiso dar nombres que identificasen a quienes se estaba refiriendo. Pero no es difícil adivinar en quién estaba pensado. No, no eran los únicos, pero sin duda Comunión y Liberación estaba en su pensamiento.
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