Las razones de las migraciones
"No sirve de nada frenar el fenómeno de las migraciones forzadas, ni siquiera gobernarlas", explica el padre Camillo Ripamonti, presidente del Centro Astalli y promotor de la conferencia celebrada en la Universidad Gregoriana, "hay que cambiar de perspectiva y pensar en los rostros y las historias de las personas obligadas a huir". A las causas que provocan estos enormes movimientos humanos, como el comercio de armas".
Para Monseñor Paul Richard Gallagher, Secretario del Vaticano para las Relaciones con los Estados, los grandes movimientos humanos son ineludibles e inherentes a la propia naturaleza del hombre, "pero no se puede pensar en abordar un problema tan complejo sin voluntad política, generosidad y espíritu de solidaridad".
Discriminación y acogida
Estar con los refugiados en la encrucijada de la historia significa salir de las lógicas de la emergencia y dar respuestas estructuradas a los fenómenos migratorios. Sin embargo, incluso en Europa, donde los principios democráticos y de respeto de la persona humana son considerados piedras angulares, aumentan los episodios de discriminación, incluso contra quienes huyen de la guerra. “Es necesario, continúa el alto representante de la diplomacia vaticana, dar un nuevo impulso en las distintas sociedades a un ‘gran sentido de responsabilidad para ayudarnos mutuamente en el afrontar esta cuestión”.
La paz no es solo el fin de la guerra
“La búsqueda de la paz, subrayó recientemente el Papa Francisco, es un recorrido largo y difícil, que también requiere preparación espiritual y honestidad intelectual”. “Pero no basta con poner fin a una guerra si no se actúa sobre las causas profundas que la provocaron: las desigualdades, los crímenes contra la Creación, la inseguridad alimentaria”, añadió.
“El don de la paz es siempre un regalo que hay que acoger, y lo que está ocurriendo hoy en Europa debe impulsarnos a renovar la cultura de la convivencia, la capacidad de aceptar al otro en toda su diversidad”, continúa explicando Monseñor Gallagher. Solo así podremos intentar hacer frente a lo que el propio Monseñor Gallagher llama una “tormenta perfecta” que exige una acción integral por parte de los responsables de las naciones, sin perder nunca de vista a los más vulnerables.