El Papa reza por "las poblaciones de América Central golpeadas por los huracanes" En medio de la pandemia, el Papa pide "mayor austeridad, atención a los necesitados y oración en familia"
"Nuestro Dios es el Dios-que-viene: ¡Él no decepciona nuestra espera!"
"La pandemia genera en muchos preocupaciones, miedos y malestar; se corre el riesgo de caer en el pesimismo, en el cierre y la apatía"
"El Adviento es una llamada incesante a la esperanza: nos recuerda que Dios está presente en la historia"
"En medio de las tempestades de la vida, Dios siempre nos tiende la mano y nos libra de las amenazas"
"María Santísima, mujer de espera, acompañe nuestros pasos en este nuevo año litúrgico que empezamos"
"El Adviento es una llamada incesante a la esperanza: nos recuerda que Dios está presente en la historia"
"En medio de las tempestades de la vida, Dios siempre nos tiende la mano y nos libra de las amenazas"
"María Santísima, mujer de espera, acompañe nuestros pasos en este nuevo año litúrgico que empezamos"
"María Santísima, mujer de espera, acompañe nuestros pasos en este nuevo año litúrgico que empezamos"
Tras la misa con sus neocardenales, el Papa Francisco reza el ángelus e imparte la bendición desde la cátedra de la ventana. Y en su catequésis hace “una llamada apremiante a la esperanza”, porque “Dios está presente en la historia” y "llama sin cesar a la puerta de nuestro corazón". Tras el ángelus, Bergoglio recordó a las "poblaciones de América Central golpeadas por los fuertes huracanes" y, en medio de la pandemia, pidió "mayor austeridad, atención a los necesitados y oración en familia".
Las palabras del Papa en la oración del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Hoy, primer domingo de Adviento, empieza un nuevo año litúrgico. En él la Iglesia marca el curso del tiempo con la celebración de los principales acontecimientos de la vida de Jesús y de la historia de la salvación. Al hacerlo, como Madre, ilumina el camino de nuestra existencia, nos sostiene en las ocupaciones cotidianas y nos orienta hacia el encuentro final con Cristo. La liturgia de hoy nos invita a vivir el primer “tiempo fuerte” del año litúrgico, el Adviento, que prepara a la Navidad, como tiempo de espera y de esperanza.
San Pablo (cfr 1 Cor1,3-9) indica el objeto de la espera en la «Revelación de nuestro Señor» (v. 7). El Apóstol invita a los cristianos de Corinto, y también a nosotros, a concentrar la atención en el encuentro con la persona de Jesús, que vendrá al final del mundo y que viene cada día, para que, con su gracia, podamos cumplir el bien en nuestra vida y en la de los otros. Nuestro Dios es el Dios-que-viene: ¡Él no decepciona nuestra espera! Nunca, siempre viene, Nos hará esperar en la oscuridad, pero siempre viene. Ha venido en un preciso momento histórico y se ha hecho hombre para tomar sobre sí nuestros pecados; vendrá al final de los tiempos como juez universal; viene cada día a visitar a su pueblo, a visitar a cada hombre y mujer que lo acoge en la Palabra, en los Sacramentos, en los hermanos y en las hermanas. Jesús está a la puerta de nuestro corazón y llama. ¿Sabemos escuchar al Señor que llama a tu corazón?
Sabemos bien que la vida está hecha de altos y bajos, de luces y sombras. Cada uno de nosotros experimenta momentos de desilusión, de fracaso y de pérdida. Además, la situación que estamos viviendo, marcada por la pandemia, en muchos genera preocupaciones, miedos y malestar; se corre el riesgo de caer en el pesimismo, en el cierre y la apatía. ¿Cómo debemos reaccionar frente a todo esto? Nos lo sugiere el Salmista: «Nuestra alma en Yahveh espera, él es nuestro socorro y nuestro escudo; en él se alegra nuestro corazón, y en su santo nombre confiamos» (Sal 32, 20-21). La espera confiada del Señor hace encontrar consuelo y valentía en los momentos oscuros de la existencia. ¿Y de dónde nace esta valentía y esta apuesta confiada? Nace de la esperanza, que es la virtud que nos lleva adelante.
El Adviento es una llamada incesante a la esperanza: nos recuerda que Dios está presente en la historia para conducirla a su fin último y a su plenitud, que es el Señor Jesucristo. Dios está presente en la historia de la humanidad, es el «Dios con nosotros»,camina a nuestro lado para sostenernos. El Señor no nos abandona nunca; nos acompaña en nuestros eventos existenciales para ayudarnos a descubrir el sentido del camino, el significado del cotidiano, para infundirnos valentía en las pruebas y en el dolor. En medio de las tempestades de la vida, Dios siempre nos tiende la mano y nos libra de las amenazas. ¡Qué bello! En el libro del Deuteronomio el profeta dice al pueblo: ¿Qué pueblo tiene a su Dios tan cercano a él como vosotros? Nos corresponde a nosotros aferrarnos a Él para no hundirnos en el abismo y ser encontrados -como dice Pablo –fortalecidos «hasta el fin para que seáis irreprensibles en el Día de nuestro Señor Jesucristo» (1 Cor1, 8).
María Santísima, mujer de espera, acompañe nuestros pasos en este nuevo año litúrgico que empezamos, y nos ayude a realizar la tarea de los discípulos de Jesús, indicada por el apóstol Pedro: dar razones de la esperanza que hay en nosotros (cfr 1 P 3,15).
Saludos después del ángelus
Deseo expresar de nuevo mi cercanía a las poblaciones de América Central, golpeadas por fuertes huracanes, en particular recuerdo las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, asi como la costa pacífica del norte de Colombia.
Rezo por todos los países que sufren a causa de esta tormentas.
Saludos a los que han acompañado a los nuevos cardenales. Recemos por los 13 nuevos miembros del colegio cardenalicio.
Les deseo un buen camino de Adviento. Intentemos hacer el bien, incluso en los momentos difíciles que nos impone la pandemia: Mayor sobriedad, atención discreta y respetuosa a los vecinos que pueden tener necesidad y algunos momentos de oración en familia con sencillez.