"No se puede dar gloria a Dios sino promoviendo la vida de la humanidad" Jesús Espeja: "La vocación de fraile predicador es apasionante"
"Solo si miramos a las personas con los ojos del corazón y contemplamos en ellas esa Presencia de amor en que habitan, seremos verdaderos frailes predicadores"
"En mi vocación como predicador lo divino y la humano van inseparablemente unidos. La conducta humana de Jesucristo es criterio para discernir la presencia de ese misterio que llamamos Dios en nosotros mismos, en la sociedad y en la misma comunidad cristiana"
Veo con tristeza cómo el proceso de globalización con la lógica de exclusión, está generando una creciente y escandalosa pobreza"
"El análisis del mundo y el conocimiento de lo que está ocurriendo tiene la misma importancia para el fraile predicador que el análisis y el conocimiento de la Palabra de Dios en la Escritura. Pero no es suficiente, Hay un sentimiento inspirador de toda búsqueda, de todo estudio y de toda predicación: la compasión"
Veo con tristeza cómo el proceso de globalización con la lógica de exclusión, está generando una creciente y escandalosa pobreza"
"El análisis del mundo y el conocimiento de lo que está ocurriendo tiene la misma importancia para el fraile predicador que el análisis y el conocimiento de la Palabra de Dios en la Escritura. Pero no es suficiente, Hay un sentimiento inspirador de toda búsqueda, de todo estudio y de toda predicación: la compasión"
La fe cristiana no existe en el aire sino en los creyentes que caminan en el tiempo. Mi vocación como fraile predicador ha sido una forma de llegar a ser creyente cristiano, y se ha fraguado en un proceso –más de 70 años- con muchos cambios en la sociedad y en la Iglesia. En ese proceso mi vocación dominicana como forma de llegar a ser creyente cristiano ha tenido distintas versiones. Hablo ahora de mi vocación como predicador tal como la experimento al final de la andadura.
Entiendo mi vocación dominicana en la expresión contemplata aliis tradere. No interpreto la expresión como estudiar, llenar bien el vaso, para después adoctrinar. Más bien significa vivir con talante contemplativo como inspiración y mensaje de la predicación. Solo con ese talante contemplativo tiene sentido la vida comunitaria de los dominicos; en esa convivencia se caen las máscaras y podemos ser nosotros mismos. Solo si miramos a las personas con los ojos del corazón y contemplamos en ellas esa Presencia de amor en que habitan, seremos verdaderos frailes predicadores.
El Dios de la revelación cristiana no escribe un libro. Escribe una historia en los acontecimientos, aunque no se pueda hablar de revelación en sentido estricto hasta que no haya testigos que la interpreten; así nacieron los distintos evangelios. En esa revelación cristiana el acontecimiento central es Jesucristo: encarnación de Dios en condición humana. En mi vocación como predicador lo divino y la humano van inseparablemente unidos. La conducta humana de Jesucristo es criterio para discernir la presencia de ese misterio que llamamos Dios en nosotros mismos, en la sociedad y en la misma comunidad cristiana.
La encarnación continúa en el transcurso de la humanidad. El Hijo de Dios en cierto modo se ha unido a todos ser humano en su propio tiempo, en su propia cultura, y dentro de la organización social en que vive. Por eso el amor y el apasionamiento por Dios no es separable del amor y preocupación por el desarrollo integral de lo humano. Según la fe o experiencia cristiana, no se puede dar gloria a Dios sino promoviendo la vida de la humanidad. Y esa Presencia de amor que a todos da vida y aliento, amplía el horizonte a los reclamos de libertad, autonomía y felicidad que hoy son tan pujantes en nuestros contemporáneos
La reflexión teológica como interpretación de la fe dentro del tiempo, necesaria para todo cristiano, es imprescindible lógicamente para el fraile. No entendida como especulación sobre una divinidad que está detrás de las nubes. Sino entendida como búsqueda de esa Presencia de amor, fuente que está dando vida en las personas y en todos los acontecimientos en los surcos de la historia. La reflexión teológica cristiana no trata directamente de Dios, sino las realidades creadas en cuando provienen y caminan en presencia de ese misterio que llamamos Dios y que en Jesucristo se ha revelado como amor.
Esa reflexión exige conocimiento serio dela situación en que están viviendo los seres humanos para discernir en sus anhelos, reclamos e interrogantes la voz de Dios encarnado. El análisis del mundo y el conocimiento de lo que está ocurriendo tiene la misma importancia para el fraile predicador que el análisis y el conocimiento de la Palabra de Dios en la Escritura.
Pero no es suficiente conocer lo que está ocurriendo y conocer también con exactitud lo que dice la Escritura. Hay un sentimiento inspirador de toda búsqueda, de todo estudio y de toda predicación: la compasión. Ver que anochece, las personas viven a la intemperie y no tienen que comer.
"El análisis del mundo y el conocimiento de lo que está ocurriendo tiene la misma importancia para el fraile predicador que el análisis y el conocimiento de la Palabra de Dios en la Escritura"
Desde niño me impactó el gesto de Domingo de Guzmán siendo joven profesor en la naciente universidad de Palencia: viendo que muchos pobres no tenían para comer, vendió hasta sus valiosos apuntes para dar el importe a los pobres. He tenido la oportunidad y palpar con dolor la injusta exclusión que sufren los más débiles. Veo con tristeza cómo el proceso de globalización con la lógica de exclusión, está generando una creciente y escandalosa pobreza. Y entiendo que mi estudio se inspira y tiene sentido desde la compasión dolorida y comprometida en rectificar lo torcido. Para un fraile predicador no tiene sentido el estudio sin compasión.
Cuentan quienes le conocieron que Domingo de Guzmán hablaba siempre con Dios o de Dios; y para ese diálogo, es significativo el cuadro abrazado al Crucificado; hablaba con el Dios revelado en Jesucristo que muere como expresión de amor compasivo hacia los demás, haciendo suyo el destino de las víctimas. Hablar de Dios como fruto de la experiencia mística, es vocación del fraile predicador. Pero si bien una y otra vez después del Concilio recurrimos a la Palabra de Dios, en nuestro tiempo los humanos cada vez más viven como si Dios no existiera, y no lo echan en falta. Es ineludible hoy que los frailes predicadores nos preguntemos qué decimos cuando decimos Dios.
La respuesta que demos parece fundamental para nuestra predicación sobre la conducta moral de las personas, sobre la organización de la sociedad y sobre nuestra presencia como cristianos en el mundo. Dada la situación de indiferencia religiosa masiva que está cundiendo, a la hora de anunciar el evangelio sobre Dios, más que adoctrinamiento parece adecuado el acompañamiento despertando esa chispa divina de compasión y de verdad que puja en el corazón humano. La escucha del otro puede ser también luz para leer de nuevo y comprender mejor el Evangelio.
Celebro con singular devoción a Santo Domingo de Guzmán. Son muy significativas las primeras palabras del introito para la misa en su fiesta: “En medio de la Iglesia”. Amo a esta Iglesia, cuerpo espiritual de Jesucristo integrado por personas creyentes que, todavía con el egoísmo a cuestas, un día tras otro se levantan para seguir ascendiendo. Ese amor se aviva en este tiempo de crisis que sin duda también es tiempo de gracia.
Se comprende que la vocación de fraile predicador es apasionante. Y será siempre nueva hasta un cuarto de hora después de muerto porque el Espíritu continuamente renueva la faz de la tierra.
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