A la espera de que se produzca una ruptura en el bloque de las monjas cismáticas ¿Cisma dentro del cisma en Belorado?
“Esperamos que se produzca una ruptura”, señalan fuentes que siguen al milímetro la evolución de los acontecimientos en el interior del cenobio
Cautela también para ver si el desencanto de alguna de las monjas rebeldes empezaba a agrietar el muro monolítico gobernado con mano de hierro y mucha cabeza fría por la nueva “papisa” de Belorado
“No nos extrañaría esa ruptura en la confianza. Hay claramente un grupo que lidera y otro que permanece engañado”
“No nos extrañaría esa ruptura en la confianza. Hay claramente un grupo que lidera y otro que permanece engañado”
(elconfidencial.com).- “En los primeros días de julio”. Era el plazo -lo suficientemente ambiguo- dado hace una semana por el arzobispo de Burgos, Mario Iceta, a la decena de clarisas excomulgadas para que abandonaran el monasterio de Belorado al no pertenecer ya, por decisión voluntaria, a la Iglesia católica. Ambiguo, sí, pero deliberado, porque en esta cuestión, desde que estalló a mediados de mayo este pintoresco cisma, el también comisario pontificio nombrado por el Vaticano ha ido con pies de plomo y ha dejado que toda su actuación esté marcada por la cautela.
Mario Iceta les ha enseñado el camino para volver a casa, a la Iglesia católica. Cuando no han querido las monjas y se han empecinado en “caminar libres y solas”, las ha excomulgado siguiendo el Código de Derecho Canónico y señalándoles, a la vez, la ya única dirección posible: la de la vía civil y el probable desalojo a instancias judiciales.
Pero cautela también para ver si el desencanto de alguna de las monjas rebeldes empezaba a agrietar el muro monolítico gobernado con mano de hierro y mucha cabeza fría por la nueva “papisa” de Belorado, como han empezado a llamar a Laura García de Viedma, la ex sor Isabel de la Trinidad cuando regía como abadesa de ese convento de clarisas.
“Esperamos que se produzca una ruptura”
“Esperamos que se produzca una ruptura”, señalan fuentes que siguen al milímetro la evolución de los acontecimientos en el interior del cenobio. Realmente, es un deseo, ya deslizado discretamente también por algunos familiares de algunas de las monjas que permanecen dentro, que creen que se ha ido ya demasiado lejos y que esto está tomando unos derroteros que abonan la tesis de la huida hacia delante de unas mujeres que, mal aconsejadas, han perdido el norte.
“No nos extrañaría esa ruptura en la confianza. Hay claramente un grupo que lidera y otro que permanece engañado”, señalan las fuentes, en referencia a la exabadesa y a las llamadas sor Sion y sor Paz, las que la acompañaron a interponer la denuncia contra Iceta. “No están todas a una, porque seguro que algunas de las que están ahí dentro ya se están preguntando, a la luz de las noticias que se están conociendo, qué estamos haciendo, a dónde hemos llegado y qué es esto de los seis juegos de sábanas de seda”.
La primera grieta empezó a abrirse tras la inmediata expulsión de quienes se habían convertido en sus guías espirituales, el obispo fake y fundador de la Pía Unión de San Pablo Apóstol, Pablo de Rojas, y el ‘cura’ coctelero José Ceacero. Bastó una primera reunión de las monjas con el equipo de abogados que ahora las asesora para que vieran la luz sobre la inconveniencia de mantenerles intramuros, si querían acogerse a una posible condición de ‘vulnerables’ para que la justicia civil no decretase su desalojo del convento.
Volantazo de la exabadesa
Volantazo de la ex madre abadesa, que, si había sido capaz en sus tiempos de negociar a cara de perro con El Corte Inglés y mandarles a paseo, harta de que las apretasen con los márgenes de beneficios de la repostería que elaboraban en su obrador, que las hizo triunfar en Madrid Fusión y exportar a Japón o Italia, no dudó lo más mínimo en poner de patitas en la calle a los dos pillos.
Aquella ruptura con quienes les oficiaban la misa -en latín, por supuesto-, y atendían espiritualmente tras desvincularse de la Iglesia católica posterior al Concilio Vaticano II (celebrado en la década de los años 60 del pasado siglo), no debió ser sólo inesperada para los miembros de la Pía Unión, sino también para alguna de las que habían creído a pies juntillas que aquellos hombres, vestidos a la usanza preconciliar, eran la solución a sus desvelos espirituales, a la Iglesia del ‘antipapa’ Francisco y daba sentido a los 70 folios con el que trataron de razonar en un delirante Manifiesto Católico su cisma con Roma. “Es irreversible. No volveremos”, declaró un despechado Pablo de Rojas.
A punto de reactivarse la vía judicial
Cautela. Y junto a ella, sorpresa tras sorpresa en el arzobispado de Burgos, donde probablemente esta semana reactivarán la maquinaria judicial para que quienes ya no son ni monjas ni clarisas ni católicas salgan de un convento donde aún hay cinco hermanas mayores y enfermas que siguen siendo monjas clarisas católicas y, por tanto, legítimas propietarias de un inmueble comenzado a erigir en el siglo XIV.
[Para seguir leyendo, pincheaquí]