Misioneros del Sagrado Corazón: "Las dificultades no nos impide mirar al futuro" La esperanza mantiene viva la misión en Haití
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Este país caribeño es uno de los más pobres del mundo. Se encuentra inmerso en un clima social de violencia extrema, donde la labor misionera de la Iglesia se mantiene en pie gracias a la gran dosis de esperanza de misioneros como el padre Amos Jean, msc, director de la Casa de Formación que los Misioneros del Sagrado Corazón tienen en Haití. En diálogo con Vatican News el religioso nos ha contado lo que está pasando y cómo afecta al día a día de las comunidades
"Gracias a Dios, la Iglesia es vista como una institución má"
| Renato Martinez / Javier Trapero*
(Vatican News).- Haití arrastra una situación de pobreza extrema y desorden social desde hace décadas. En las listas que periódicamente se realizan sobre pobreza mundial, aparece cada año en puestos destacados. El contexto social, las continuas crisis políticas y ahora la violencia descontrolada por los enfrentamientos entre bandas y policía, dejan a Haití sumida en el caos total. El padre Amos Jean, msc, director de la Casa de Formación que los Misioneros del Sagrado Corazón cuenta que, “a veces, no hay forma de salir a la calle en determinadas zonas, sobre todo, en la capital, donde estamos nosotros”.
La falta de presencia policial desde febrero de 2024 lo ha convertido en territorio de las bandas. La circulación de vehículos privados ha disminuido significativamente y la gente camina con miedo por las calles, por temor a nuevos desórdenes. Las personas sólo salen si es muy necesario. El propio padre Amos tiene que elegir los momentos para desplazarse de la Casa de Formación hasta la parroquia, simplemente para celebrar Misa.
Escasez de alimentos y medicinas
La vida diaria es muy complicada y lo más cotidiano se hace muy difícil. “Hay lugares que no tienen electricidad – afirma el misionero del Sagrado Corazón –. Cada cual se las apaña como puede. Algunos tienen paneles solares o se han hecho con algún generador eléctrico. De alimentos y medicinas ya no queda casi nada. Hay que salir a buscar. Las farmacias fueron saqueadas, los hospitales también. Las carreteras principales están bloqueadas y controladas. Los alimentos de las provincias no llegan fácilmente”.
Con tristeza, narra situaciones muy cotidianas como que “una persona tiene que salir de su casa para ver lo que puede conseguir. Por ejemplo, puede ser que tenga en dinero 100 gurdes haitianos y piense en comprar galletas, para luego venderlas. Sale para ver cómo ‘luchar’ el día y lo que consigue lo trae a casa. Ese mismo día se termina. No tiene nada para mañana. A veces, ni siquiera para el día. Así, jornada tras jornada. Además, salir no es seguro por la violencia. Incluso, puedes salir y no regresar, porque no sabes dónde está el tiroteo, te puede coger una bala perdida. El día a día es complicado. No hay nada garantizado, pero la gente tiene que salir a la calle”.

La educación de los niños y jóvenes está en riesgo
En zonas ocupadas por las pandillas, los centros escolares están abiertos, pero a costa de pagar una cuota, para poder funcionar. Por el contrario, en zonas de enfrentamientos entre la policía y las pandillas es imposible acudir a las aulas. El escaso acceso a internet complica mucho la educación ‘online’. Con facilidad, muchos niños no acuden a clase durante meses.
Los estudiantes de teología de la Casa de Formación, que también es seminario, sufrieron esta situación a finales del año pasado. Afortunadamente, las zonas por las que deben pasar para asistir a clase, ahora están más tranquilas. “En el seminario, completan la formación con la oración y los retiros. Hacemos encuentros con niños y adolescentes de la zona, que nos sirve también para tener una presencia más cercana con ellos, dar alguna charla, reunirnos a celebrar momentos festivos del calendario litúrgico. No podemos tener muchas actividades, la situación de Haití nos lo impide. Ciertamente, antes teníamos más, sobre todo en la parroquia”, señala el padre Amos.
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El bálsamo de la vida parroquial
Gracias a Dios, la Iglesia es vista como una institución más. No atacan los templos indiscriminadamente como en otros países con violencia, pero sí lo han hecho con algún centro educativo o centro médico gestionado por congregaciones religiosas. En la parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, “además de las actividades pastorales, hay mucha actividad de movimientos y grupos a los que acompañamos. Realizamos visitas a enfermos, que no hemos dejado de hacer a pesar de la situación. La realidad de las pandillas también está presente en la parroquia. Algunos de los pandilleros antes venían a la parroquia, participaban de las actividades, hasta que fueron reclutados por las bandas. Las madres, cercanas e implicadas en la comunidad parroquial, sufren y comparten su sufrimiento con nosotros. La mayoría de los muchachos se unen a las pandillas para ganar dinero, como una profesión. Desgraciadamente, para una gran parte es una forma de salir adelante. Estamos en una zona muy deprimida socialmente”.
La Eucaristía se consigue celebrar con cierta normalidad, adaptando los horarios y procurando celebrar por la tarde, lo antes posible, para que la gente no tenga que estar en la calle de noche. Reconocen que la presencia de los religiosos ayuda a dar confianza. Cuando la situación es complicada acuden a la iglesia para refugiarse. Alguna vez, los propios MSC de la parroquia debieron resguardarse en el seminario huyendo de la violencia. Es curioso cómo fueron los pandilleros los que les avisaron cuando cesaron los enfrentamientos, para que regresaran sin peligro. Cuando la gente vio que de nuevo estaban en la parroquia, volvieron también.
“Los Misioneros del Sagrado Corazón (MSC) – relata el padre Amos – acogimos a varias familias. Nuestra zona era un poco más tranquila y estuvieron con nosotros hasta que se calmó la situación y pudieron volver a sus casas. Gente de la parroquia vinieron aquí, al Centro de Formación. Recibimos a 12 familias y todavía hay una con nosotros que aún no puede regresar”.
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El Cetro de Salud al servicio de los más necesitados
Además delacompañamiento a enfermos, la liturgia, la catequesis, la ayuda a las familias… la parroquia gestiona unCentro de Salud. Forma parte de la misión tras el devastador terremoto de 2010. Es muy complicado mantener la actividad, pero gracias a las aportaciones exteriores se consigue. “Hemos recibido fondos de los MSC de Alemania con los que podemos pagar al médico y las enfermeras. A muchas personas sin recursos tratamos de ayudarlas para que tengan una atención primaria que no recibirían de otro modo. Al menos, les podemos proporcionar las medicinas de esos primeros auxilios”.
Todo se gestiona desde la parroquia. Abre todos los días de 8:00 a 14:00 h. El doctor realiza una asistencia primaria y un dentista acude los jueves y sábados. Últimamente, por la situación, no se puede tener una pauta de consulta muy definida y se avisa en las misas los días de consulta. El médico generalista deriva al hospital a las personas que necesitan un especialista.
Este Centro de Salud es un proyecto 100% MSC, el Estado no se hace cargo de ningún servicio, ni financiación. El equipo permanente lo forman el médico, dos enfermeras y una auxiliar para realizar los análisis de sangre. Tenemos materiales y utensilios para las extracciones y contamos con aparatos de laboratorio donados por otras Provincias MSC. En concreto, la Provincia MSC de España nos ha donado un generador de energía con el que nos aseguramos la luz, imprescindible para desarrollar nuestra actividad”.
Impulsar la misión con esperanza
Los Misioneros del Sagrado Corazón viven el presente con esperanza. “Las dificultades de esta situación de violencia, no nos impide mirar al futuro. Queremos abrir una escuela técnica laboral, para ayudar a la juventud. Mientras tanto, concedemos becas completas para jóvenes de familias con pocos recursos. Contamos también con la ayuda de amistades con las que financiar medias becas. Como MSC debemos estar donde la gente nos necesita. Esta situación nos da una razón más para acompañar a la gente. Salir, detectar las necesidades, estar con las personas y, desde ahí, proyectar hacia el futuro, siempre con esperanza”.
* Agradecemos la colaboración de la Oficina de Comunicación de los Misioneros del Sagrado Corazón, a su director Javier Trapero por las fotos y el material que es parte de la Revista “Madre y Maestra” de febrero de 2025.
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