"No estaría mal que la sinodalidad empezara por ahí: escribir menos y creer más" El 'Instrumentum laboris' del Sínodo: "Iglesia del discernimiento y de la conversación en el Espíritu" (I)
El documento sinodal –lo confieso- me gusta, aunque me disgusta que, a veces, “suene” a galimatías
Es importante, a mi juicio, lo afirmado con anterioridad, por la Secretaría General del Sínodo: “No es finalidad del proceso sinodal producir documentos, sino abrir horizontes de esperanza para el cumplimiento de la misión de la Iglesia”
Lo del discernimiento y la dinámica de discernimiento (Conversación en el Espíritu) en la Iglesia sinodal es claramente jesuítico y de jesuitas
Lo del discernimiento y la dinámica de discernimiento (Conversación en el Espíritu) en la Iglesia sinodal es claramente jesuítico y de jesuitas
Como nada es perfecto, tampoco es el Instrumentum laboris, no obstante su procedencia, conocido gracias al Bollettino de la Sala Stampa della Santa Sede, fechado el 29 de mayo de 2023 por no se sabe quién, no se sabe quién es el autor ¿acaso un documento huérfano de paternidad? Aclaro que lo que pudieran ser imperfecciones son simples tiquismiquis propios de quien estudio la llamada Primaria en el Colegio “Auseva” de los Hermanos Maristas en Oviedo.
En aquel tiempo ni se hablaba de sínodos ni del discernimiento, que esto último, junto a los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, eran lo que ya hacían, con precocidad, los alumnos del Colegio de La Inmaculada de Gijón, de los jesuitas. Jamás el Reverendo Hermano Director de los Maristas, Jacinto Álvarez, permitió que un jesuita dirigiera los anuales Ejercicios Espirituales, en León, en la Virgen del Camino, a los alumnos maristas, aunque sí lo permitió a un sacerdote del Opus Dei, que, por tener los dientes delanteros, pequeños y hacia afuera, se le apodó “El conejo”.
El documento sinodal –lo confieso- me gusta, aunque me disgusta que, a veces, “suene” a galimatías, por ejemplo: “Con más razón vale para el IL, aquello que ya describía la naturaleza de la DEC”. Además, no me gusta que se diga que Instrumentum laboris es una “herramienta”, pues no ignorando el sentido figurado de esa palabrota, ésta, según la educación recibida, es objeto pesado de hierro o acero, en cajas o no. Herramienta es palabra gorda, gruesa, dentro de un contexto fino. Y lo de “lenguaje divisivo” que se escribe, no parece de este meridiano.
Se dice que el Instrumentum Laboris cierra la primera fase del Sínodo, “larga y articulada fase de escucha”, una vez puesto a caminar el Pueblo de Dios desde que el papa Francisco convocó a toda la Iglesia en Sínodo el 10 de octubre de 2021. La primera fase fue -ya pasada- la de las Iglesias locales, abriéndose ahora la segunda, de tipo asambleario (XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos en octubre de 2023 y 2024). Es importante, a mi juicio, lo afirmado con anterioridad, por la Secretaría General del Sínodo: “No es finalidad del proceso sinodal producir documentos, sino abrir horizontes de esperanza para el cumplimiento de la misión de la Iglesia”.
Y esto último es importante, pues a veces parece que en la Iglesia ocurre lo contrario: escribir y escribir, alumbrar documentos y documentos como para auto-convencerse de lo que parece que no se cree; y eso vale para documentos vaticanos y para las cartas de obispos locales, a veces de farragosidad ilegible, como de alta perfomance de Facultad o de pupitre universitario con tintero de color blanco. No estaría mal que la sinodalidad empezara por ahí: escribir menos y creer más; ser más prácticos y practicantes. El rellenar papeles no debe ser finalidad del proceso sinodal, ni, naturalmente, meta eclesiológica.
No hay duda: leído atentamente el Instrumentum Laboris es de ayuda práctica para la preparación y el desarrollo de la Asamblea Sinodal de octubre de 2023, teniendo en cuenta la dinámica de escucha recíproca del Pueblo fiel, el Colegio episcopal y el Obispo de Roma. Para eso, el I.L. ha debido ser leído, de verdad y previamente, por esas “tres partes”, que empieza con muchos (Pueblo fiel) y termina con uno (el Obispo de Roma), estando en medio los demás, Obispos, que no son, evidentemente, ni los unos ni el otro. Y nada de divisiones entre todos –se dice- sino una referencia compartida: el Concilio Vaticano II.
Me llamó la atención que en el texto del I.L se mencione al Concilio una sola vez. Y partiendo de las grandes diferencias que hay entre lo que es un proceso conciliar y otro sinodal, recuerdo el Preámbulo histórico de Santiago Madrigal (¡jesuita tenía que ser!), que, en el libro Comentario teológico a los documentos del Concilio Vaticano II (V.I), escribe:
“En las intensas jornadas conciliares que transcurren entre 1962 y 1965 la Iglesia católica profundizó en la conciencia de sí misma, buscó su renovación interior, dilató sus propios horizontes y se resituó de forma nueva en el mundo moderno”.
Eso mismo puede ser aspiración del proceso sinodal en curso, iniciado en 2021. Y si el Vaticano II fue un Concilio pastoral, no meramente doctrinal (“curso a la pastoralidad”), también lo pastoral es esencial en la sinodalidad actual, estando presentes, en los dos procesos eclesiológicos, tan diferentes y parecidos, lo teológico y lo jurídico (ius canonicum).
A continuación dejamos constancia de las dos secciones en que se divide el Instrumentum laboris, dejando fuera, por ahora y por hoy, las llamadas “Fichas de Trabajo para las Asambleas sinodales, octubre de 2023 y 2024)”. En la Sección A del Instrumentum laboris (“Por una Iglesia sinodal. Una experiencia integral”) se enumeran características fundamentales de lo que es una Iglesia sinodal.
Cuestión pedagógica muy importante para el llamado “Pueblo fiel”, que sigue despistado sobre lo que es la sinodalidad, pensando aún muchos fieles que eso de la sinodalidad es como el Domund, una día especial, mundial, de Propaganda fidei, aunque sin huchas y chinitos, y eso a pesar de los esfuerzos y el desvivirse de los obispos locales y peregrinos, sean de Francisco o contrarios, con olor a oveja o repolludos mitrados.
Y sinodalidad que, como se dice en el texto, “es dimensión constitutiva de la Iglesia desde sus orígenes”. Y se señalan sus diversos signos característicos: reconocimiento de la dignidad común derivada del Bautismo; autoridad como un don y un servicio (diakonía) -esto último es tan importante que a ello me referiré más adelante u otro día-; Iglesia de la escucha y que desea ser humilde, siendo el camino sinodal necesariamente “penitencial”; Iglesia que promueve el paso del “yo” al “nosotros”; capacidad para gestionar las tensiones sin dejarse destruir por ellas; tratar de caminar juntos. Y algo muy destacado: Iglesia del discernimiento y de la conversación en el Espíritu, con dibujitos pedagógicos que empiezan en la “preparación personal” y acaban en la “oración final de agradecimiento.
En el manual de Eclesiología, cuyo autor es Eloy Bueno de la Fuente, BAC, 3ª Edición, 2021, en la página 340 escribe: “La sinodalidad ha ido adquiriendo progresiva importancia en el periodo postconciliar, de modo especial a principios de este siglo, pero ha sido el papa Francisco el que la ha consolidado como palabra primera de la eclesiología, como clave hermenéutica de la eclesiología y como aliento de la renovación pastoral y misionera que necesita la Iglesia”.
En la página siguiente el autor añade que el Concilio Vaticano II no usa el término “sinodalidad”, limitándose a “recomendar la revitalización de los sínodos y a solicitar la creación de un sínodo de obispos”. Tampoco el Concilio Vaticano II empleo la palabra discernimiento y la expresión conversación en el Espíritu, tan ampliamente explicado en la parte final de la sección 1ª de Instrumentum laboris, que, de lejos, me recordó un anuncio reciente de una Mutua de Seguros en una radio musical de F.M. (Kiss): “Hablar nos acerca”.
Lo del discernimiento y la dinámica de discernimiento (Conversación en el Espíritu) en la Iglesia sinodal es claramente jesuítico y de jesuitas. No obstante, Karl Rahner, teólogo de la Compañía de Jesús, en su Tratado Fundamental de la fe, no leí lo del discernimiento, aunque destacó, de manera importante, el lazo de unión entre la vida cristiana y la reflexión intelectual.
La Sección B se titula “Comunión, Misión, Participación”, que son tres prioridades, “temas amplios y de gran relevancia” según se indica en el documento I.L., siendo referidos a ellos las “Fichas de Trabajo para la Asamblea Sinodal”. Lo dejaremos para la siguiente parte (2ª), limitándome ahora a destacar, en referencia a la tercera prioridad, la participación, “la cuestión de la autoridad, su significado y el estilo de su ejercicio dentro de una Iglesia sinodal”.
Y aquí surgen problemas: desde obispos que ostentan pectorales para destacar de manera inconfundible el rango eclesial, ser de la elevada clerecía, hasta arzobispos que, pretendiendo llegar a ser cardenales, por logias y pasillos vaticanos y tiberinos, esconden los pectorales en alarde de progresía.
Otro problema es la siguiente originalidad: esa misma Iglesia que quiere ser sinodal, es también un Estado, el de la Ciudad del Vaticano, sujeto de Derecho Internacional, desde el Acuerdo en 1929 entre Mussolini y el Papa Pío XI. Ese Estado, sea absoluto o relativo, se rige por la denominada Legge Fondamentale dello Stato della Cittá del Vaticano, según Motu Proprio papal de 13 de mayo de 2023.
Continuará