El Divino Salvador, carne para la vida del mundo

19º domingo ordinario - B - Jn 6,41-52      11 de agosto   2024

Monseñor. Romero llama a este sermón “El Divino Salvador, carne para la vida del mundo”. Tomamos dos citas de esta homilía[1].

“lo principal que yo quisiera que se llevaran de mi predicación es la luz del Evangelio, con la cual ustedes mismos podrán iluminar no los hechos que yo señalo, sino los hechos concretos de ustedes, de su familia, de su vida, de sus amistades, de su empleo; porque para eso se predica, para que cada cristiano que reflexiona el Evangelio ilumine, en su vida y desde su vida, las realidades que lo rodean, con criterios de Cristo. “

En esta primera cita, el arzobispo explica el propósito de sus homilías semanales y cómo quiere que sus oyentes las comprendan. Él espera que la gente aprenda a pensar críticamente sobre su propia realidad a la luz del Evangelio. No se trata tanto del discernimiento que él mismo ha suscitado sobre los acontecimientos del país, sino de una invitación, un ejemplo de esa tarea cristiana: examinar la propia vida y la del entorno, para discernir a la luz de Jesús. .

Por supuesto, esa es también la intención de estos aportes para una homilía y de nuestras reflexiones semanales. Estos están coloreados y nutridos por nuestra propia experiencia (tanto en El Salvador como aquí) y nuestro camino de creer en el Evangelio. Por eso compartimos nuestras reflexiones, a partir de citas de las homilías de Mons. Romero-, y bajo su Luz, para que nuestros lectores a su vez se arriesguen a esa luz y la dejen brillar sobre su propia realidad, cercana o lejana. Monseñor. Romero nos recuerda que hay que hacerlo con los criterios del Evangelio, los criterios de Cristo. Y así llegamos a la segunda cita:

“Y esto es lo que quiero decir en mi segundo pensamiento. No yo, sino Cristo, cuando hoy, en el Evangelio, nos habla de un principio de vida que se encarna. Cuando él dice: “Nadie ha visto al Padre sino el que viene de Dios”, es él. Y cuando dice, comparando con la comida que conocían los judíos, el maná: 2Los que  comían el maná, volvían a morir, pero el que come del pan que yo daré, vivirá para siempre, no podrá morir”. ¿Cuáles es ese pan? “el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.  La gran revelación: la carne, el Dios que se ha encarnado.”

La palabra “revelación” a menudo se ha vuelto difícil para la gente de hoy. ¿De qué se trata realmente? ¿Cómo lo sabemos ahora? ¿O lo pensamos o lo soñamos nosotros mismos?

En el mundo de las religiones, creer en Dios que se encarna, que se hace “carne”, humano en esta historia, es en realidad algo muy inaudito. Podemos arriesgarnos a que en aquel Jesús de Nazaret, que anduvo haciendo el bien y fue asesinado, Dios mismo se hizo hombre. Nadie está obligado a creer eso. Pero cuando te confías a ella, la vida humana de Jesús se convierte en la presencia viva de Dios (que experimentamos). Jesús lo llama Padre suyo y nuestro. Él mismo muestra claramente el amor de Dios en su relación con personas vulnerables y heridas, personas que anhelan sanación y perdón.

En una historia mundial donde el abuso de las personas, la esclavitud, la exclusión, la humillación, la explotación, el hambre, el encarcelamiento, la guerra, etc. son comunes, es muy arriesgado creer en la fuerza que brota de esa "persona que pasó haciendo el bien", que en la vida humana muestra quién es la Fuente de toda Vida. Él es el Pan que significa vida para el mundo. Así como el grano se muele para convertirse en pan, así también Su vida fue “molida” (triturada en pedazos). ¿Todavía nos atrevemos a arriesgarnos a creer que Dios, Fuente de la Vida, estuvo presente en las ausencia de la cruz de Jesús (incluidas todas las cruces de la historia y también de hoy), y que cambiará todo para mejor? Se ha atestiguado durante 2.000 años que aquel hombre crucificado que pasaba haciendo el bien ha sido resucitado por Dios, que está vivo, que va delante de nosotros en el camino de la cruz a la vida.

Bueno, ahora, las personas que realmente se arriesguen a esa fe comenzarán a vivir de una manera diferente y –tal vez cayéndose y levantándose– también “seguirán haciendo el bien” y pondrán sus vidas al servicio de las personas “heridas y vulnerables”. Al hacerlo, también se cruzarán con otros que no creen o creen de manera diferente. Creo que fue Gandhi quien dijo que estaba fascinado por el Evangelio, pero completamente desencantado de la vida de los cristianos, de aquellos que dicen creer en Él. Ha sucedido tantas veces, y sucede aún, que la mesa eucarística está completamente aislada del “hacer el bien” y de la lucha por el Reino de justicia de Dios. Al hacer lo que Él hizo esa última noche, con una fuerte concentración de toda Su vida, partiendo y compartiendo el pan, sirviendo vino, lavando los pies y así entregándose para que seamos “Su cuerpo y Su sangre”, nos comprometemos una y otra vez de nuevo en ese camino. Son símbolos fuertes que sólo pueden entenderse haciendo Su camino. La cruz nunca estará lejos. ¿Nos atrevemos a creer que quien come ese Pan, es decir quien se alimenta de Su vida, se pone al servicio del Reino de Dios? Para ello, nuestra vida también debe volverse transparente a Su vida. Es muy probable que sólo unos pocos lo logren en gran medida. Pero todo aquel que cree y come ese Pan solo puede partirlo y compartirlo, darse de diferentes maneras para que otras personas puedan vivir. Cada cristiano ha recibido suficientes “dones”, capacidades para encontrar su camino para que eso realmente suceda. Donde eso sucede, hay “iglesia”, comunidad convocada por Él. Donde esto no sucede, incluso si hay mucha tradición y devoción religiosa, es difícil encontrar “iglesia”.

Preguntas para la reflexión y la acción personal y comunitaria.

  1. ¿Qué esfuerzos hago para discernir con honestidad mi vida, la sociedad que nos rodea, nuestra historia actual bajo la Luz de Mons. Romero y con los criterios del Evangelio? ¿Cómo puede una comunidad ayudarnos en esto?
  2. ¿De qué manera experimentamos el estímulo mutuo (influencia,..) entre nuestra participación en la mesa eucarística y nuestro compromiso de seguir haciendo el bien y luchando por la justicia?
  3. ¿Por qué me atrevo a arriesgar a esa fe y confianza en Jesús hoy, “pan – vida para el mundo”? ¿Qué significa eso para mis opciones diarias?

[1] Homilía en la liturgia del 19de domingo ordinario – B, 12 de agosto 1979.   Homilías. Monseñor Oscar Romero,  Tomo V, Ciclo B, UCA Editores, San Salvador, 2008,  p. 205 y 214

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