La Iglesia, comunidad profética, sacramental y de amor
23 Domingo ordinario –A - Mt 18,15-20 - 10 de septiembre de 2023
| Luis Van de Velde
“Mantengan esa señal sacramental de la Iglesia; sean comunidades que luchan por las reivindicaciones justas, pero no se olvidan nunca de lo único que nos puede dar la fuerza y la inspiración, que es Dios. Y por eso, el Evangelio de hoy nos da la pauta. ¿Qué dice Cristo mismo?: donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. ¡Gracias, Señor, porque donde hay una comunidad que se pone a reflexionar en tu Palabra, con sinceridad religiosa, allí estás tú, Cristo bendito, liberador de los hombres! ¡Como no me va a llenar el corazón de esperanza una Iglesia donde florecen las comunidades eclesiales de base! Y por qué no voy a pedir a mis queridos hermanos sacerdotes que hagan florece comunidades, por todas partes: en los barrios, en los cantones, en las familias. “Porque donde dos o tres se reúnan en mi nombre, allí está el signo sacramental”. Aquí, la catedral es ahora presencia de Cristo”
Una de las principales preocupaciones de Monseñor Romero es que las comunidades eclesiales luchen efectivamente por la justicia, pero que Dios mismo, el Evangelio, siga siendo el caldo de cultivo de la "fuerza y la inspiración" en esa lucha. Se alegra de que muchas personas de organizaciones populares hayan encontrado en la Iglesia su motivación original para la lucha política por la justicia. Pero teme que después de un tiempo muchos hayan empezado a dar más credibilidad a las ideologías[2] políticas y a confiar más en los líderes políticos que dan órdenes desde arriba. Los que se nutren de las raíces de la fe no sólo encontrarán fuerza y motivación para la larga lucha por la justicia, sino que también se mantendrán (evangélicamente) críticos para no caer en la idolatría organizativa. Por lo tanto, esta sigue siendo una misión importante de la Iglesia: no sólo ser la motivación inicial para un compromiso político y social concreto, sino seguir alimentándolo precisamente desde una espiritualidad cristiana vibrante. Se trata de una tarea nada fácil.
A continuación, el arzobispo expresó su gran alegría y esperanza por la vida y el florecimiento de las comunidades eclesiales de base en su diócesis. Se trata de ese -entonces nuevo- modelo de ser Iglesia. La Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín/Colombia en1968 definió las comunidades eclesiales de base como: "El primer y fundamental núcleo eclesial que debe, en su propio nivel, responsabilizarse por la riqueza y expansión de la fe, como también por el culto que es su expresión. Es ella, por lo tanto, la célula inicial de estructuración eclesial y foco de evangelización y actualmente factor primordial de promoción humana y desarrollo (Medellín, 15.11). Y pocos meses después de esta homilía de Monseñor Romero, la Conferencia Episcopal de Puebla (1979) añadía que las comunidades eclesiales son "centros de evangelización y motores de liberación y desarrollo". Este modelo de Iglesia llenó de esperanza a Monseñor Romero. Vio cómo Cristo estaba presente en esas comunidades. Eran (y son) sacramento (signo e instrumento) de la presencia redentora de Cristo en una pluralidad de formas y experiencias.
Por desgracia, esta experiencia y estructuración eclesial tan fuertemente evangélica y original ya no recibió más apoyo ni estímulo. Los nuevos obispos y los nuevos sacerdotes eligieron otros caminos, por lo que el apoyo institucional a la expansión de ese modelo de Iglesia se desvaneció en gran medida. La mayor parte de las CEBs que sobrevivieron o las nuevas que nacieron caminan solas, sin apoyo institucional de parte de la Iglesia. Tal vez la dinámica del proceso sinodal en pleno desarrollo en toda la iglesia represente una nueva oportunidad para que el Espíritu reavive ese modelo comunitario activamente liberador de la iglesia. La definición de la CEB, tal como se planteó en Medellín y Puebla, como una misión para la iglesia, puede ser ciertamente una oportunidad para una auténtica Iglesia sinodal.
“Hay otra realidad en esta comunidad sacramental, cuando Cristo dice: “Cuando dos de ustedes se pongan de acuerdo en pedir a mi Padre una cosa, mi Padre del cielo se los concederá.” ¡qué cosa más bella! La comunidad, signo de la voluntad de Dios; porque Dios solo concede lo que se pide según su voluntad. Y la voluntad de Dios, cuando se reflexiona en la comunidad, que distinto es de lo que muchos quisieran que se considerara voluntad de Dios. Muchos quisieran que el pobre siempre dijera: ”Es voluntad de Dios que así viva”. Y no es voluntad de Dios que unos tengan todo y otros no tengan nada. No puede ser de Dios. De Dios es la voluntad de que todos sus hijos sean felices. Cuando dos o tres se pongan de acuerdo para pedir a Dios, Dios lo concede. Es la comunidad de amor. La voluntad que unifica en Dios. …. La catedral está llena, para pedirle al Padre, unidos a Cristo, lo que nuestra sociedad necesita. Hagamos de la misa una hora de esperanza.”
Monseñor Romero se refiere ahora a la presencia sacramental de Cristo en la comunidad fiel como fundamento de la oración para que se haga la voluntad del Padre. También oramos esa pregunta en el Padrenuestro: hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Está claro que la expresión "la voluntad de Dios" ha sido y es manipulada con bastante facilidad y muy a menudo. La gente espera que sus propios deseos y anhelos sean exactamente la voluntad de Dios. Aquellos que tienen algún tipo de autoridad rápidamente traducen su voluntad como la voluntad de Dios y entonces seguramente los demás deben entonces conformarse a ella. Monseñor Romero señala que los pobres tienden a decir que es voluntad de Dios que sean pobres y vivan en la miseria. Él da un criterio más que claro para entender la voluntad de Dios: "La voluntad de Dios es que todos sus hijos sean felices". Eso quiere decir que todas las personas puedan vivir dignamente, puedan ser felices, tengan recursos suficientes para alimentarse y vestirse, para la vivienda, para la educación, para la sanidad, para una pensión digna, ... Y visto desde el otro ángulo, el obispo también dice "Y no es voluntad de Dios que unos lo tengan todo y otros no tengan nada. Esa no puede ser la voluntad de Dios". No es voluntad de Dios que unos tengan mucho y otros poco. Sólo una sociedad o un mundo en el que la riqueza producida se reparte fraternalmente con justicia puede responder a la voluntad de Dios.
"La comunidad, signo de la voluntad de Dios". Monseñor Romero ve como tarea de la Iglesia ser ese signo concreto de la voluntad de Dios; la comunidad cristiana debe entonces vivir de tal manera que en ella la voluntad de Dios se haga visible seguramente en dimensiones aún limitadas. Cuando esa comunidad reza unida, debe saber también que "Dios da sólo lo que se le pide según su voluntad".
Cuando nos suceden cosas buenas y vivificantes, los cristianos solemos ver en ellas la mano de la voluntad de Dios, la obra de la Divina Providencia. Entonces nos sentimos muy agradecidos. Sin embargo, no debemos olvidar que también recibimos la responsabilidad de dar acceso a más y más personas a esas experiencias y acontecimientos "buenos y vivificantes". Luego podemos orar para que cooperemos activamente para que Su voluntad pueda suceder a más personas y a más naciones. “Dios sólo da lo que se le pide según Su voluntad". Cuando el daño, la miseria, el sufrimiento y la muerte nos los hacen otras personas (y estructuras), está claro que no es la voluntad de Dios. Nunca se puede decir que la muerte de un hijo o una hija asesinados por pandilleros sea la voluntad de Dios. No se puede decir que el hambre en el mundo o las guerras sean la voluntad de Dios. Toda injusticia, en todas sus formas, va contra la voluntad de Dios. Quienes participan en la injusticia y son responsables de ella no pueden decir que en ella se cumple la voluntad de Dios. Sin embargo, podemos orar. Esa oración exige arrepentimiento total y solidaridad activa. Pero incluso en medio de ese horror, podemos confiar en que Dios no nos deja atrás, no nos abandona. Podemos orar para que hagamos Su voluntad y para que -por terrible que sea la situación- experimentemos allí signos de Su voluntad.
Cuando el mal, el sufrimiento y la muerte nos asaltan, por ejemplo, en catástrofes naturales, o cuando enfermamos, nos deterioramos con la edad, nos afecta el cáncer u otras enfermedades mortales, en el camino hacia nuestra muerte, también nos preguntamos cuál es la voluntad de Dios. Podemos orar para que, incluso en este camino tan difícil, sigamos viviendo según Su voluntad. Se trata entonces de la confianza fundamental de que Dios va con nosotros, incluso en la oscuridad, el sufrimiento y la muerte. Si confiamos en Él seremos capaces de conseguir vivir según Su voluntad y podemos orar para que Su voluntad se haga también en nosotros. No tengamos miedo.
Preguntas para la reflexión y la acción personal y comunitaria.
- ¿Dónde y cómo seguimos encontrando inspiración evangélica, motivación, alimento para nuestro compromiso por la justicia y la paz dentro de nosotros, a nuestro alrededor y en el mundo? Cómo nos ayudamos mutuamente en esto?
- En medio de la actual crisis de la vida eclesial, ¿dónde encontramos hoy verdaderas comunidades que puedan ser más o menos un adelanto del Reino de Dios? Cómo trabajamos para conseguirlo?
- ¿Cuáles son las "preocupaciones y afanes terrenales" que, después de todo, nos tientan a ver con malos ojos nuestro compromiso de fe en el camino de Jesús? ¿Cómo nos mantenemos firmes o qué debemos hacer las cosas de manera diferente?
[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero. Tomo III – Ciclo A, UCA editores, San Salvador, primera edición 2006, p. 238 – 239.
[2] https://dokumen.tips/download/link/mons-oscar-arnulfo-romero-carta-pastoral-5-mision-de-la-iglesia-enmedio-de-la-crisis-del-pais.html