La Iglesia, sí va a sufrir esas tentanciones
1 Domingo de la cuaresma. –A - Mt 4,1-11 26 de febrero de 2023
| Luis Van de Velde
Monseñor Romero dice[1]: “No es propiamente la persona divina de Cristo que va a ser tentada en esa forma tan descarada por el demonio, pero sí va a ser la prolongación de Cristo en la historia, que es la Iglesia. Ella si va a sufrir estas tentaciones. Obispos, sacerdotes, religiosos, instituciones católicas, vamos a tener que sufrir estas tremendas tentaciones del poder; vamos a querer …. apoyar nuestra misión salvadora en el poder, en el dinero, en el bienestar. ¡Cuántas veces ha caído la pobre Iglesia en estas tentaciones.”
Una primera observación de Mons. Romero es que el Evangelio de Mateo no trata principalmente de las tentaciones de la persona de Jesús, sino de las tentaciones reales que la Iglesia primitiva ya experimentó y tuvo que superar. Por eso dice muy claramente que aún hoy se trata de tentaciones graves que causan mucho daño a la Iglesia cuando miembros de la Iglesia caen en esa trampa.
En cuanto a la primera tentación: Dios quiere que el hombre “no prefiera el pan a la palabra de Dios; que no sea idólatra de su estómago; que no vaya a traicionar, por un puesto en la sociedad o en la política, sus convicciones de fe; que no traicione. ¡Esto nos enseña el Señor!”
Aquí, Monseñor Romero se refiere a los cristianos individuales. Sí, ¿quién o qué es nuestro Dios? ¿Delante de quién nos arrodillamos? ¿Por quién sacrificamos todo? ¿Por quién nos dejamos seducir? Ve muy claramente en la sociedad de su tiempo que hay católicos, bautizados, que traicionan, dejan de lado, extinguen y olvidan sus creencias en aras de las posiciones sociales, de la carrera política o de la afición a tener siempre más (el estómago, las posesiones). Habla de "traición". A menudo volvemos al mismo criterio de nuestra fe: la praxis de la vida. No se trata de estar inscrito en el registro de bautismo, ni de ir a la iglesia de vez en cuando, ni de creerse católico, sino se trata de nuestros actos...
En cuanto a la segunda tentación: “hermanos, los engañados por los mesianismos fáciles, los devotos de revoluciones que quieren ya establecer un orden nuevo violentando las cosas, lo que por afanes de aplausos y espectacularidades traicionan a Dios. … Más vale el camino humilde, sencillo, del deber, del amor, de la justicia. El camino de la oración, el camino de la esperanza, el camino del Evangelio, no la espectacularidad.”
En cuanto a la tercera tentación: ¡Qué tremenda tentación en la que han caído aquellos que dicen que hacen pacto con el diablo. La tentación del poder, la tentación de ver las grandes muchedumbres no por convicciones sino por conveniencias, por llenar de pan el estómago muchas veces.”
Monseñor Romero no parece distinguir mucho entre la segunda y la tercera tentación. Ve una fuerte tendencia en la gente a dejarse seducir por los mensajes mesiánicos de líderes y organizaciones (como los partidos políticos). Prometen tanto en el futuro, que se vuelven locos con los aplausos y el espectáculo. Varias veces cuestiona a todos los que eligen la violencia como camino mesiánico para la revolución. Por otro lado, los líderes también se emborrachan a veces de poder donde se reúnen grandes multitudes, donde se grita que el líder sólo debe mandar y luego todos correrán, donde las masas esperan un pedazo de pan para sobrevivir y así también adoran a las figuras de liderazgo.
Aun así, es bueno volver a revisar el párrafo de arriba: estas tentaciones se refieren en realidad a la Iglesia, pasada y presente. Así que hoy se trata de nosotros. "¡Poder, dinero, bienestar/comodidad!" No sé si esas son exactamente LAS grandes tentaciones para la gente de y en la Iglesia de hoy. Pero tal vez estas tentaciones señalan el camino que la Iglesia debe seguir en la dirección opuesta. En busca de personas sin poder, sin dinero (ingresos por debajo del umbral de pobreza) y sin comodidades (con lo justo o sin lo necesario para sobrevivir). Sin poder también se refiere a las víctimas de la explotación económica en las empresas, a los que no tienen voz por ser tan marginales en la sociedad, a los que están injustamente encarcelados y también a los que están cumpliendo sus condenas, a los migrantes que piden ayuda, a los enfermos y ancianos que esperan una cálida cercanía, a las víctimas de la guerra, a las víctimas del calentamiento global, .... Ninguno de ellos tiene poder. Son impotentes. Por eso, la iglesia tiene el mandato de estar a su lado y recorrer un trozo del camino con ellos, ser esperanza llevando la carga con ellos.
Aquellos que no tienen dinero (recursos y, por lo tanto, ciertamente ninguna comodidad) para sobrevivir de manera digna. Pensamos en el hambre en tantos países, en las personas que no pueden llegar a fin de mes debido a los altos precios de la energía y de tantas otras necesidades de la vida. Familias de inmigrantes que no pueden encontrar una vivienda asequible. Hogares de algunas láminas de zinc y cartón en barrios marginales de las grandes ciudades, especialmente en el sur. Tantos desafíos para buscar soluciones con estas personas y compartir con ellas la verdadera solidaridad.
Donde hay un mínimo de prosperidad, el "bienestar" real está a veces muy lejos. También ahí, como cristianos y como iglesia, estamos llamados a ser serviciales: estar cerca de la gente, un saludo afectuoso, un pequeño servicio, una llamada telefónica, una visita, una palabra de aliento, unas flores, ... Hacer tiempo para escuchar. Ser fiel en la amistad y la conexión, incluso en los momentos difíciles, incluso en el dolor, la desilusión o el fracaso.
Al mismo tiempo, las tentaciones apuntan -en su dirección opuesta- al lugar en el que definitivamente debemos estar. Allí nos encontraremos con Dios mismo.
Algunas preguntas para nuestra reflexión y acción personal y comunitaria.
1.¿Qué queremos hacer con esta temporada de 40 días? ¿Nos atrevemos a dar un nuevo paso?
2.¿Dónde estamos muy específicamente cerca de las personas sin poder en nuestra sociedad hoy en día?
3.¿Cómo estamos conectados con las personas en situación de pobreza hoy en día?
4.¿Cómo nos relacionamos con las personas en busca de un bienestar y “bienser” digno?
[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero. Tomo III – Ciclo A, Uca editores, San Salvador, primera edición 2005, p. 269 -271