El camino está claro para quien quiera seguirlo

30º domingo ordinario - B –       Mc 10,46-52

¿Qué dice[1] Monseñor Romero sobre este texto?

1.El ciego es la humanidad clamando por la luz en los ojos y por la salvación.

2.Una confesión de fe: Jesús es el hombre que, de parte de Dios, trae la liberación al pueblo.

3.El camino está claro para quien quiera seguirlo: hablar con los pobres y hacer posible la liberación: la gran promesa de Dios a la humanidad.

Monseñor Romero nos invita a leer el relato del Evangelio de hoy como una historia de la humanidad, de todos los pueblos y de todas las personas.  Se trata de un hombre ciego. ¿Somos ciegos hoy en día?  La mayoría de la gente vive en la oscuridad de la pobreza y la miseria.  Una minoría, nosotros aquí en Europa entre otros, estamos constantemente cegados por la publicidad, por las redes digitales y los informativos, por los tantos canales de televisión y cine que se nos ofrecen, por las narrativas deformadas de la historia, por no tener visión ni poder sobre las grandes decisiones políticas, económicas y militares.   El ciego también tiene un nombre.  Podemos leer el texto con nuestro propio nombre y reconocernos en él.  También está al lado de la carretera. Pide a gritos que se le reconozca, que se le ilumine la mirada y que se le libere.  La mayoría de las personas empobrecidas no tienen problemas para reconocerse en Bar-Timeo.  ¿No nos sentimos tan indefensos en medio de esta compleja sociedad que siempre exige rendimientos más rápidos?  Este ciego clama por su liberación. Es el grito de los hebreos en Egipto (hace más de 3000 años). Es el clamor de todas las generaciones, incluida la nuestra: que veamos con claridad lo que realmente importa para que este mundo sea bueno para que todos vivamos en él.  Es el grito universal y tan profundamente humano que escuchamos en la televisión hace unas semanas ante las imágenes de los miles de personas en los alrededores del aeropuerto de Kabul, en Afganistán, o tras el terremoto y las inundaciones de Haití, o ante las inundaciones de Valonia. 

  1. En este texto de Marcos, encontramos una confesión de fe concreta en palabras que podemos entender mejor hoy: "Jesús es el hombre que, por medio de Dios, trae la liberación a todos los pueblos". Este grito del ciego nos invita hoy a arriesgarnos con este Jesús porque él significa la liberación de Dios y eso para todos los hombres y todas las mujeres. Es extraño que en la liturgia sigamos repitiendo con tanta facilidad el credo centenario que contiene conceptos teológicos que hoy requieren tanta explicación que ya no son comprensibles en la vida cotidiana.   Lo contrario ocurre con el credo de Bar Timeo. 

Contiene tres elementos.  Es una expresión fiel de quien es Dios para nosotros: la liberación de todo lo que nos oprime, nos explota, nos excluye y nos empuja "a un lado".  No creemos en el Dios de la riqueza y el poder, ni en el Todopoderoso que controla y castiga.  Creemos en Dios-Padre y Madre.  El segundo aspecto de esta declaración de fe es: este ser humano histórico concreto es realmente el rostro humano de nuestro Dios liberador.  En él, la acción liberadora de Dios se hace visible, tangible y audible para nosotros los humanos.   Creemos en Jesús, el Hijo, uno de los nuestros, nuestro hermano.  Y en tercer lugar, se trata de la liberación de todas las personas y no de unos pocos elegidos.  Creemos en la acción liberadora del Espíritu.  Cuando los cristianos hacen la señal de la cruz debemos tener muy presentes estos tres significados.

La cuestión es si, y hasta qué punto, nos atrevemos a proclamar el pleno significado de este credo y a ofrecerlo como horizonte de vida a las personas de nuestra generación.  

  1. Monseñor Romero no se limita a la repetición del credo de Bar Timeo. Pone a Jesús como ejemplo para las acciones de los que quieren seguirlo en ese nuevo camino de liberación. Romero menciona dos dimensiones de la acción de Jesús: Escucha a los "pobres" (los ciegos, los sordos, los mudos, los enfermos, los marginados, la gente del camino, los pequeños, los que sufren). Y en respuesta, hace histórica la vida liberadora de Dios: curar, sanar, conectar, tender la mano, dar esperanza, compartir y distribuir para multiplicar, traer a los muertos a la vida. 

Los seguidores de Jesús no debemos ir principalmente a predicar a la gente o a instarles a que se bauticen o se casen por la iglesia, sino que debemos ir a "escuchar a los pobres" cerca y lejos. Los que no escuchan su grito no pueden llegar a ser seguidores de Jesús.  Aquí nos enfrentamos a grandes retos: los refugiados que llegan a nosotros en busca de oportunidades de vida, los cientos de niños (que viven en las calles de nuestras ciudades, las personas encarceladas, los dolientes, los que caen por las grietas de la red de bienestar, los miles de personas de otras culturas, ancianos/as en soledad, los enfermos de larga duración, .... Una enorme lista de personas que reunimos bajo el término bíblico de "pobres".  Si les escuchamos con atención, también estaremos dispuestos y seremos capaces de recorrer caminos de liberación junto a los "pobres". Escuchando a los "pobres", podremos convertirnos en testigos humanos del mensaje liberador y de la presencia de Dios en la historia.   Al mismo tiempo, podemos esperar que otras personas escuchen la historia de nuestra vida, oigan nuestros gritos y nos acompañen. Que nos incluyan en una comunidad de apoyo.

Preguntas sugeridas para la reflexión y la acción personal o comunitaria.

- Hagamos el ejercicio de releer el relato de Marcos y donde se menciona al ciego, digamos nuestro propio nombre.  ¿Qué respondemos entonces a la pregunta de Jesús: "¿Qué quieres que haga por ti?".  Jesús nos hace esta pregunta a cada uno de nosotros. 

- ¿Qué pensamos de la declaración de fe que Monseñor Romero da a este texto de Marcos: "Jesús es el hombre que, por medio de Dios, trae la liberación al pueblo"?  ¿Podríamos estar diciendo nuestra propia confesión de fe?  ¿Quién es este Jesús?  En el grupo, podemos compartir esto con los demás.

- ¿Qué esfuerzos concretos hago para "escuchar" activamente el clamor de los "pobres" cercanos y lejanos?  ¿En qué medida mi vida da testimonio de esta acción liberadora de Dios en nuestra historia?  Ciertamente, "Dios sucede" allí donde seguimos a Jesús y nos dejamos llevar por su Espíritu en la liberación de las personas.

[1] Homilía de Mons. Romero durante la eucaristía del 30 domingo ordinario, 28 de octubre de 1979

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