¡Qué cada día vivamos más la comunión de nuestra comunidad!

La cita[1] de esta homilía aparece bajo el subtítulo “Sólo una fe auténtica en Cristo”.

“Para comprender a Cristo, poder que da la vida, y para aceptar a Cristo desde la vertiente de la riqueza o desde la vertiente de la pobreza, y hacer de Cristo la fuerza que une en la justicia y en el amor, se necesita una cosa, y esta es la respuesta que Cristo espera este domingo de nosotros: la fe.”

Esta homilía lleva por título: “Cristo, vida y riqueza del hombre”.La cita es la introducción al único lugar de este sermón donde Mons. Romero se refiere al texto del Evangelio de este domingo. Al hacerlo, resume tanto la historia testimonial de la curación de la hija de Jairo como la curación de la mujer que sufrió pérdida de sangre durante años. No ofrece más comentarios ni interpretaciones sobre este texto y de repente continúa hablando de las comunidades eclesiales de base. Escribimos sobre esto en la reflexión #15.

“Cristo le dice a Jairo: No temas; basta que tengas fe.  Fue la condición para llegar (…) decir una palabra en arameo que San Marcos conserva:  Thalita qumi, que quiere decir: muchacha, a ti te digo, levántate, y para llegar al gesto muy humano de Cristo: la levanta y la entrega a sus padres y les dice que le den de comer. Se despertó con hambre.” … “ Y Cristo sintió que se pode había salido ante una fe que lo tocaba. Muy distinto de todos los demás que lo tocaban por curiosidad. Y, entonces se  vuelve a ella que, timorata, afligida, trataba de explicarle al Señor, y le dice: No temas, hija, tu fe te ha curado; vete en paz y con salud.”

Dos personas, ansiosas y desesperadas, salieron al encuentro de Jesús: un hombre y una mujer, un líder de la sinagoga local - su nombre es Jairo - y una mujer anónima que era religiosamente impura (y por lo tanto debía ser excluida) a causa de su sangrado. Ambos tienen mucho en común: (1) la vida se le está escapando a la hija del hombre (y quizás también a él mismo) y la mujer también pierde la vida debido a años de sangrado. (2) tal vez también haya culpa en ambos: ¿Jairo como padre no ha logrado que “su hija” creciera plenamente y cobrara vida? Toda la sociedad judía siempre dice que su enfermedad es un castigo de Dios por el mal que ella ha hecho: es impura. (3) Han oído algo acerca de ese Jesús; ¿Sería Él la Fuente de la Vida? Y eso los puso en camino.  (4) En medio del miedo y la desesperación, ambos anhelan que Jesús sea más fuerte que la enfermedad y la muerte (5) Ambos atraviesan un momento de crisis aún más fuerte: a Jairo le dicen que ya es demasiado tarde, que su hija ha muerto ; y la mujer queda poseída por el miedo de que no va a lograr ver a Jesús, pero tal vez aún pueda tocar su ropa.

¿No nos reconocemos en esas experiencias? Nosotros también nos enfrentamos a la enfermedad y a la muerte, al fracaso, al mal hecho (a nosotros mismos y a los demás), el mal hecho por nosotros, a los sentimientos de culpa, a nuestra “pobreza” y debilidad humana ante la gran responsabilidad que tenemos en nuestra familia, comunidad y la sociedad. La narración del Evangelio de hoy nos invita a reconocer esto. También esta narración trata de nosotros mismos. Y tal vez –ojalá– nosotros también hayamos oído algo sobre ese Jesús. También nos atrevemos a sospechar que en Él sucede algo más.

“Dicen que Jesús tiene un poder sanador. ¿Cómo? Eso tampoco lo saben, pero sospechan que tiene algo que ver con el poder del amor de Dios. El amor de un Dios con el que no tienes que sentirte culpable, el amor de un Dios con el que no tienes que avergonzarte, ni de tu pasado, ni de tus deseos, ni de tus heridas. Un Dios que no te reprocha tu necedad, que te ama y no quiere más que andes por los caminos del Señor como mujer libre. Un Dios que no te es contrario, un Dios que es como un padre para ti y que también rasga los cielos por ti y te dice: “Tú eres mi hija, mi amada, te amo, ámate también a ti misma, eres pura, Escucha eso, ¡estás limpio! – Nico ter Linden[2]

Las dos personas reciben las mismas respuestas de Jesús: “no temas. Tu fe te ha sanado”. Jesús claramente coloca el centro de la curación, de la salvación y de la vida en la fe de estas personas (ansiosas y desesperadas). Sin fe, la salud no puede prevalecer sobre la enfermedad, ni la vida sobre la muerte. “Sin buena tierra el sembrador no produce frutos”, escribe Nico ter Linden[3].

¿Qué es eso entonces, la fe? ¿Qué significa cuando dices: creo? Una primera respuesta la encontramos en el “no tengas miedo”. Jesús sabe de lo que está hablando. Él mismo lo ha experimentado. Donde el miedo nos paraliza, no podemos avanzar. Las circunstancias de nuestras propias vidas, de la vida que nos rodea y en el mundo son tan “impactantes”, tan abrumadoramente precipitantes que nos ponen ansiosos. A veces la gente divulga miedo en lugar de esperanza. La primera palabra de Jesús es “no temas”, “no tengas miedo”…. No centrarse en lo que duele, en el fracaso, en los errores, en la impotencia... El antídoto contra el miedo se convierte entonces en fe: podemos confiar plenamente en que las cosas irán bien, que habrá futuro, que podremos vivir y que la vida triunfará,  que reinará la justicia, que la verdadera paz será posible. No estamos solos en este camino de la confianza (quizás otro nombre para: fe). Él viene con nosotros y eso nos da fuerza y fuerza vital.

Y luego esto se convierte en un llamado a unirse a otros en su lucha contra el miedo y su deseo de confianza/fe. No podemos estar en todas partes, aunque hay muchas (demasiadas) personas vulnerables y heridas, pero podemos estar presentes en lugares limitados, con un cierto número de personas, escuchando y animando, consolando y fortaleciendo, es decir, apoyando y permitiéndoles experimentar que no están quedándose solos, que nosotros seremos fieles. Entonces nos convertimos en instrumentos en Sus Manos, signos de Su presencia salvadora.

Por eso podemos esperar y confiar en que también nosotros, cuando llegue la hora, podremos encontrar a personas que nos acompañen en este camino, incluso en los momentos difíciles y de crisis, en el sufrimiento y en el camino hacia el final de nuestra vida. En ellos ese Dios FIEL estará cerca de nosotros, incluso a través de la muerte. Moriremos con confianza.

Preguntas para la reflexión y la acción personal y comunitaria.

  1. ¿Hasta dónde reconocemos los puntos que tienen en común los dos personajes de la historia (Jairo, la mujer)? ¿Dónde nos encontramos en esas historias?
  2. ¿Cómo hemos experimentado ya que el miedo puede apoderarse de nosotros, paralizarnos, desesperarnos? ¿Cómo nos deshicimos de él? ¿Qué aprendemos de esto para el futuro?
  3. ¿Qué significa para ti “tu fe te ha salvado”, “tu fe es tu salvación” (palabras que Jesús nos promete hoy)?
  4. ¿Con quién estamos en camino para que nuestra presencia sea una invitación a dejar de lado el miedo y confiar en que las cosas estarán bien? ¿Qué significa eso para nosotros?

[1] Homilie in de liturgie van de 13de zondag door het jaar – B, in 1979.   Homilías. Monseñor Oscar Romero,  Tomo V, Ciclo B, UCA Editores, San Salvador, 2008,  p. 71.72

[2] Nico ter Linden, Het verhaal gaat…, deel 2, Uitgeverij Balans, 12de druk 2003 p. 62  -  Traducción libre desde el Neerlandés.  Hemos incluido también a Jairo, su hija en el escrito sobre la mujer.    

[3] Nico ter Linden, o.c. , p. 63

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