Cómo me porto con el pobre.

“ Hay un criterio para saber si Dios está cerca de nosotros o está lejos, el que nos está dando la palabra de Dios hoy: todo aquel que se preocupa del hambriento, del desnudo, del pobre, del desaparecido, del torturado, del prisionero, de toda esa carne que sufre, tiene cerca a Dios.  “Clamarás al Señor y te escuchará””. La religión no consiste en mucho rezar. La religión consiste en esa garantía de tener a mi Dios cerca de mi porque le hago el bien a mis hermanos. La garantía de mi oración no es el mucho decir palabras.  La garantía de mi plegaria está muy fácil de reconocer: cómo me porto con el pobre, porque allí está Dios; y en la medida en que te acerques a él y con el amor con que te acerques  o el desprecio con que te acerques, así te acercas a Dios. Lo que a él haces, a Dios se lo haces; y la manera como mires a él, así estás mirando a Dios. Dios ha querido identificarse de tal manera que los méritos de cada uno y de una civilización se medirán por el trato que tengamos para el necesitado y para el pobre.”

 En las homilías de Mons. Romero hay frases que nos desenmascaran como autollamados creyentes cristianos. Pone a las y los pobres como el espacio de la presencia de Dios en nuestra vida y de la historia.  Realmente trastorna nuestra manera de ser creyentes y sobre todo nuestra práctica cristiana (católica, anglicana, protestante, evangélica, carismática, conservadora o progresista,…).  Y hasta podemos decir que Monseñor trastorna y cuestiona todas las prácticas religiosa – culturales.

En todas las culturas los seres humanos hemos construido templos desde piedras, pequeñas altarcitos, ermitas hasta grandes y lujosos templos: la casa de Dios.   “Bienvenidos hermanos, a esta casa del Señor”.   Hemos desarrollado una tremenda capacidad para elaborar oraciones y plegarias, fáciles y repetitivas, otras más creativas, unas más espontáneas, otras oficiales en misales y libros de oración.   Hay oraciones de petición, plegarias para conseguir la bendición divina en la vida, oraciones de agradecimiento, a veces oraciones de rebeldía o llanto en la oscuridad por la ausencia de Dios.  Los pueblos religiosos hemos creado grandes experiencias de peregrinajes: “qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor”, y procesiones.  Hemos creado ritos que intentan expresar nuestra cercanía con Dios en diferentes etapas de la vida., nuestra interacción con Dios.  Se ha creado la figura de los ministros de lo divino.  Con su condición especial de “consagrados”, su ropa litúrgica especializada, y muchas veces con un estatus social particular.  Bendiciones con agua bendita, incienso, candelas (pequeñas y grandes) encendidas;  arte religiosa con escultura, pintura, música, poemas.    El cristianismo (en todas sus tradiciones) se ha desarrollado en esa misma corriente religiosa universal. 

En el mundo cada vez más secularizado han aparecido expresiones cuasi religiosas con los dioses del poder y de la riqueza, con los bancos como sus templos, los ritos de encuentros entre gobernantes con sus maestros de ceremonia, con la confianza (religiosa) en el poder omnipotente de las armas (cada vez mas sofisticadas, destructivas y mortales); con la adoración y el sometimiento absoluto al poder (salvífico) del dios “Mercado Libre” insistiendo en consumir en los centros comerciales y sobre todo los días religioso-festivos: los viernes negro (suena mejor en Inglés) y semejantes.

 Hoy escuchamos a Monseñor Romero que nos dice que las y los pobres son el lugar de la presencia de Dios.  En su discurso del doctorado honoris causa en Lovaina dijo que la gloria de Dios es que los pobres tengan vida.  En la cita con que hemos iniciado la reflexión de hoy lo dice de varias maneras.

Todo aquel que se preocupa del hambriento, del desnudo, del pobre, del desaparecido, del torturado, del prisionero, de toda esa carne que sufre, tiene cerca a Dios.”   Todo humano busca estar cerca de la fuente de la vida y profesa haber encontrado lá fuente.  Desde cada tradición religiosa y cristiana se descubre nuevos rostros de ese Dios.  En el entorno secularizado se busca la cercanía de los ídolos del poder y de la riqueza.  Pero Monseñor Romero nos dice hoy que cada quien que se preocupa solidariamente  “del hambriento, del desnudo, del pobre, del desaparecido, del torturado, del prisionero, de toda esa carne que sufre”,  que cada quien que se hace prójimo, cercano a ellos/as,  está cerca de Dios.  Monseñor nos habla de lo principal, de la base, del fundamento de la fe en el Dios de Jesús.   Sin ese fundamento los ritos, templos, oraciones, ministros, … pierden su significado.  Lo más sagrado es la vida herida del “desnudo, del pobre, del desaparecido, del torturado, del prisionero, de toda esa carne que sufre”.  

“La religión no consiste en mucho rezar. La religión consiste en esa garantía de tener a mi Dios cerca de mi porque le hago el bien a mis hermanos. La garantía de mi oración no es el mucho decir palabras.  Se sobre entiende que “mis hermanos” aquí son “las y los pobres”.   Quienes hemos conocido a Monseñor Romero sabemos que ha sido un hombre de oración. Sin embargo nos dice que orar no es cuestión de palabras; que estaremos cerca de Dios en las acciones misericordiosas solidarias para con las y los pobres.  ¿cuánto tiempo semanal dedicamos a esos hechos de misericordia y solidaridad?

“La garantía de mi plegaria está muy fácil de reconocer: cómo me porto con el pobre, porque allí está Dios; y en la medida en que te acerques a él y con el amor con que te acerques  o el desprecio con que te acerques, así te acercas a Dios.”  La educación religiosa, la formación de fe nos ayuda a encontrar caminos para acercarnos a Dios.  Por muy importante que sea la Palabra de Dios en las escrituras, o los libros con oraciones, o los ritos, lo decisivo en nuestra relación con Dios es nuestra relación con los pobres: acercarnos con amor o cerrar los ojos y pasar de largo, ahí decidimos nuestra cercanía con el Dios de Jesús.  ¿Esto es la base de nuestra catequesis, de la escuela dominical, de la formación en las comunidades y congregaciones?  ¿Cómo nos portamos con las y los pobres alrededor de nosotros?  Entendemos a “pobres” no exclusivamente a empobrecidos económicamente, sino en el sentido amplio de personas excluidas, enfermas, en las cárceles, sin vivienda, migrantes, por supuesto también los que viven en la pobreza.

“Dios ha querido identificarse de tal manera que los méritos de cada uno y de una civilización se medirán por el trato que tengamos para el necesitado y para el pobre.”   Dios se ha identificado tanto con las y los pobres, de tal manera que el significado de nuestra vida depende de nuestro trato con personas necesitadas (las y los pobres).  No solamente a nivel individual, nos dice Monseñor, también a nivel de la civilización entera. De manera general en la historia humana no pasamos tan bien ese examen.  Y civilizaciones cristianas no han sido tan diferentes.  Parece que es mucho más fácil crear estructuras económicas que generan pobreza para muchos y riqueza para pocos, que hacerlo al revés: crear estructuras económicas que permitan combatir la pobreza, estructuras justas que distribuyen lo que generamos y eviten acumulación de grandes riquezas en pocas manos.  En la mayoría de los países ni se respeta los códigos de las diferentes generaciones de los derechos humanos (de las Naciones Unidas) y aun los países con mejores niveles de bienestar para la mayoría siguen participando en relaciones comerciales internacionales injustas. Siempre hay grupos muy vulnerables viviendo en pobreza.    Si en un mundo así, una sociedad así se quiere ser cristiano, Mons. Romero nos recuerda que nuestra relación (de cercanía solidaria y movilizadora, o de lejanía individualista) con las y los pobres, define nuestra relación con el Dios de Jesús.  Saquemos la conclusión de ese mensaje.  No tengamos miedo.

Reflexión para el domingo 5 de febrero de 2023.    Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía  durante la eucaristía en el 5to domingo ordinario, ciclo A , del 5 de febrero de 1978.  Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo II,  Ciclo A, UCA editores, San Salvador, p.257.

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