Una de las cuestiones más interesantes que estuvieron como telón de fondo en la cumbre, es la compleja inequidad reinante en América Latina. Recientemente CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) dio a conocer en uno de sus informes sobre Economía y desarrollo en 2022, que el motor de las desigualdades en Latinoamérica es la “lotería de la cuna”, es decir, aquellos elementos que vienen dados por el origen de las personas asociados a su estructura familiar, a su lugar de residencia y a todas las variables que vienen definidas por el contexto en el que las personas nacen y crecen.
CAF no busca insinuar ningún determinismo inexorable. Sólo señala un hecho lamentable y que es precisamente remontable. Existe una inequidad de origen, que es del todo injusta, y que provoca que algunas personas cuenten con oportunidades para su desarrollo y otras no.
Hubieron épocas en que hablar de “inequidad” y “causas estructurales de la pobreza” rápidamente era interpretado como simpatía con alguna modalidad de marxismo o al menos con ser parte de la “ideología de la CEPAL”. El hecho empírico es tan grande que en la actualidad prácticamente nadie se atreve a hacer este tipo de descalificaciones.
Seguramente, no piensa en importar artificialmente un modelo europeo al corazón de la problemática de los países en vías de desarrollo. Creo que lo que señala es algo más esencial: hoy vuelve a ser necesario imaginar una economía que coloque “lo social” como lo sustantivo, y al “mercado” como lo adjetivo. Una economía de mercado al servicio de la solidaridad de las personas y de los pueblos, y no al revés. El camino para superar la inequidad, justamente está por ahí.