"Muchos sacerdotes se siguen sintiendo 'reyezuelos' de su parroquia" Mariano José Parra Sandoval, Arzobispo de Coro: "¿Cómo voy a callarme ante un pueblo que se está muriendo por falta de medicinas?"
"Parte del Concilio Vaticano II no se ha llevado a cabo. Por eso hay que hacer estas manifestaciones públicas, diciendo que somos muchos los que en la Iglesia Católica estamos de acuerdo con todo lo que el Papa está haciendo"
"Francisco es un hermano mayor que camina con nosotros y nos va llevando a esa reforma que es necesaria dentro de la Iglesia"
"Cuando yo era niño, mi propio padre me explicaba que como el Papa es el rey, los obispos son los príncipes... No podemos seguir pensando eso"
"Cuando yo era niño, mi propio padre me explicaba que como el Papa es el rey, los obispos son los príncipes... No podemos seguir pensando eso"
Venezolano de pura cepa, de Maracaibo, monseñor Mariano José Parra Sandoval es arzobispo de Coro. Participante en el Congreso de Teología celebrado en Caracas para apoyar las orientaciones del Papa Francisco, comparte en esta entrevista sus ideas sobre las reformas en el Vaticano, la necesidad de cambios en la Iglesia y si hay alguna salida a la crisis en Venezuela.
Este congreso de Caracas está pensado para apoyar al Papa. ¿Cree que de veras necesita apoyo?
Yo creo que sí, lamentablemente, porque lo que quiere es reformar la Iglesia, en el sentido de retomar lo que el Concilio Vaticano propuso pero que, por circunstancias, no se ha llevado a cabo. Él trata de recuperarlo y, lógicamente, siempre hay personas que se oponen a esos cambios. Cuando alguien quiere cambiar algo, siempre va a encontrar obstáculos: es muy difícil que todos comulguen con esa idea. Entonces, creo que sí hay que hacer estas manifestaciones públicas, diciendo que somos muchos los que en la Iglesia Católica estamos de acuerdo con todo lo que el Papa está haciendo.
Una de las cosas que tiene buenas y bonitas el Santo Padre es que habla de Sínodo: de trabajar juntos. Él no es el único protagonista, sino que todos juntos lo somos, con él a la cabeza. Me ha llamado mucho la atención siempre que, el día que fue elegido, dijo "soy el obispo de Roma, que presido la Iglesia de la caridad". Es decir, preside, pero ejerciendo la caridad, no como monarca absoluto. Como un hermano mayor que camina con nosotros y nos va llevando a esa reforma que es necesaria dentro de la Iglesia. Porque los signos de los tiempos nos dicen que las situaciones han cambiado, que la sociedad es distinta y que el Concilio sigue sin aplicarse en su totalidad.
"Si uno ve a una madre con un niño desnutrido en sus brazos, ¿cómo no voy a hablar de hambre? Yo lo he visto. ¿Cómo no me va a doler?"
Parece que hay más resistencias a estos cambios en la jerarquía que en el pueblo.
Me parece normal. A toda jerarquía le cuesta cambiar. Pero debemos hacerlo y no vernos como los príncipes. Ayer, conversando con una amiga, le decía que, cuando yo era niño, mi propio padre me explicaba que como el Papa es el rey, los obispos son los príncipes... No podemos seguir pensando eso. Nosotros no somos ningunos príncipes. Lo que somos es servidores del pueblo. Tenemos que cambiar la mentalidad, pero hacerlo es muy difícil cuando se tiene poder. Los cambios molestan.
¿A los sacerdotes también?
También. En la diócesis nos sucede a muchos que, cuando queremos hacer cambios, se vuelven lentos. Nos caen encima muchos sacerdotes que no aceptan esos cambios, como se ha estado hablando en este seminario. Esa sinodalidad hay muchos que no logran entenderla. Se siguen sintiendo pequeños reyes, "reyezuelos" de su parroquia. Mientras ellos no se hacen a la idea de algo distinto, el pueblo sí siente ese camino. Por eso es más fácil que lo entienda el pueblo que la jerarquía.
¿Le duele la situación de Venezuela?
Muchísimo. He visto mucho dolor. Demasiado. El mes pasado, en una celebración de Maracaibo, de donde soy yo, yo les decía: 'A las personas que están al frente del gobierno no les gusta que se diga esto, ¿pero cómo no hacerlo, si uno ve a una madre con un niño desnutrido en sus brazos?' ¿Cómo no voy a hablar de hambre? ¿Cómo voy a callarme ante un pueblo que se está muriendo por falta de medicinas? Diabéticos que se mueren porque no consiguen insulina... Yo lo he visto. Si lo veo, ¿cómo no voy a gritarlo? ¿Cómo no me va a doler? Como persona, como sacerdote y como obispo, a mí me tiene que doler.
Ahí recuerdo las palabras del Santo Padre Francisco: "No podemos ser indiferentes ante el dolor humano". En la actualidad esto es muy difícil, porque por desgracia nuestras sociedades son como autistas: no escuchan, no quieren entender que ellas tienen que cambiar de actitud. Es insostenible.
¿Decir estas cosas les pone en riesgo, a usted o a cualquiera que las diga?
Sí y no. Hasta ahora, por hacer denuncia no ha habido riesgo de que te pongan preso en la cárcel, pero sí te ves rodeado de un clima bastante desagradable, de difamaciones. A mi antecesor en el arzobispado de Coro, trataron de inventarle un audio. Los que lo conocemos y escuchamos ese audio, supimos claramente que eso no era verdad.
¿Hay esperanza de salida? Ya se lleva muchos años en esta situación.
Bueno, la esperanza es lo último que se pierde, como dice el refrán español. Como cristianos, no podemos perder la esperanza, aunque no podamos decir que esto se vaya a solucionar de un día para otro. Esto es una lucha continua que debemos hacer todos unidos. Eso, en ocasiones, nos está faltando. Hay personas que no pueden entender que, los que queremos cambiar la situación de manera pacífica, no podemos estar dividiéndonos, sino uniendo fuerzas, para poco a poco lograr los cambios su superar la crisis que se está viviendo en el país.