El teólogo moralista relaciona de las nuevas tecnologías y la vulnerabilidad en las dinámicas de abuso sexual El padre Velásquez alerta sobre los "sótanos de internet" creados por la IA
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El teólogo moralista advirtió sobre la necesidad de dar una respuesta desde las bases de la Iglesia ante las amenazas que crea la Inteligencia Artificial
Usando interesantes metáforas literarias, habló de nuevas vulnerabilidades y precoces adicciones en el IV Congreso de Ceprome en Lima, que refuerza el compromiso latinoamericano de cara a los abusos sexuales de menores en el contexto eclesial
"Pienso en el caso de un psiquiatra infantil que tomaba fotos de sus pacientes y luego, con la ayuda de inteligencia artificial generativa de libre acceso, que funciona sin mucho control ético, los desnudaba"
"Pienso en el caso de un psiquiatra infantil que tomaba fotos de sus pacientes y luego, con la ayuda de inteligencia artificial generativa de libre acceso, que funciona sin mucho control ético, los desnudaba"
| Felipe Herrera-Espaliat. Lima, Perú
(Vatican News).- Sin querer satanizar la tecnología, pero haciendo un claro llamado a estar atentos a los enormes riesgos que ha abierto la irrupción de la Inteligencia Artificial, el padre Samuel Velásquez participó como ponente del IV Congreso de Ceprome en Lima, y dirigió un taller el martes 25 de febrero.
Este sacerdote de la Arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico, es teólogo moralista, experto en bioética y está avanzando en su investigación doctoral que aborda, precisamente, la vulnerabilidad que generan estas nuevas tecnologías en las dinámicas de abuso sexual.
Para abrir su ponencia, el padre Velásquez propuso la metáfora que sostiene el libro “Los que se alejan de Omelas”, novela de ficción filosófica de la autora estadounidense Ursula K. Le Guin. La trama se desarrolla en una ciudad de total alegría y placer, donde la creatividad y la tecnología garantizan la felicidad de sus ciudadanos, salvo la de un niño que vive en condiciones miserables oculto en un sótano. Liberarlo implicaría la decadencia del bienestar social y, por eso, pese a que algunos lo visitan y se compadecen, nadie se anima a salvar al menor, cuyo sufrimiento sostiene un alto estándar de vida para todos los demás. Sin embargo, paulatinamente, los ciudadanos comienzan abandonar este lugar idílico, sin que la narración explique el porqué, aunque el padre Velásquez se anima a ensayar una respuesta.
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Entrevista al padre Samuel Velásquez
-¿Por qué la metáfora de Ursula K. Le Buin se ha vuelto tan iluminadora en el escenario contemporáneo?
-Esta metáfora ilumina muy bien lo que pasa, a veces, debajo del desarrollo tecnológico y de las grandes revoluciones que hemos vivido, por ejemplo, en los siglos XIX y XX. Lo que parecía un gran desarrollo, como el ferrocarril, los automóviles, los aviones, los trenes, la agricultura, al punto que en un momento se habló de una Belle Époque, después nos trajo la tristeza con la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Esos aviones y carros, ese desarrollo también derivó en armas letales, y así se constató que el desarrollo industrial, el desarrollo material, no viene aparejado con el desarrollo humano.
Entonces, esto también sucede en este último tramo de nuestra historia con el desarrollo de la inteligencia artificial, pues también hay gente en sótanos, especialmente hay niños que sufren bajo estos sótanos. Por eso lo calificamos de “pecado digital”, en el sentido metafórico de decir que al origen de esto, también hay elecciones malas, no de una tecnología, sino de quienes le dan un fin, un objetivo, de quienes las crean sin cuidado y a veces con intencionalidad.
-¿Dónde vemos hoy a esos niños en sótanos modernos? ¿Dónde percibimos que hay elecciones erróneas o deliberadamente hechas para obtener beneficios, incluso a costa de devastar vidas?
-Pienso en el caso de un psiquiatra infantil que tomaba fotos de sus pacientes y luego, con la ayuda de inteligencia artificial generativa de libre acceso, que funciona sin mucho control ético, los desnudaba. Después vendía esas imágenes en los sótanos de internet, que conocemos como el dark web. En esos sótanos hay mucha gente que se mueve, vende e intercambia. Ese es un modo de uso de este tipo de tecnologías de libre acceso, una forma escondida de utilizar este poder.
Otro pecado es cómo se alimentan algunas inteligencias artificiales para crear imágenes y textos, sobre todo obteniendo imágenes con un raspado de todo el Internet, de todo lo que publicamos, de imágenes históricas, de guerras, de asesinatos, de tragedias, y a partir de ello crean nuevas imágenes que esconden o ponen una máscara sobre la realidad. ¡Pero allí hay gente de verdad! Son imágenes de gente que existió o que existe, que vive. Tal vez no los puedes descubrir ni darte cuenta de que es tu hijo, tu hija, tu mamá o tu papá, pero están allí, sin respeto por su imagen, por su identidad digital. Así, lo que está en las redes es un arma de doble filo.
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-¿Se requiere un conocimiento técnico muy grande para utilizar este tipo de inteligencia artificial?
-Realmente no. Esto está llegando por medio de los teléfonos celulares. Las grandes compañías tecnológicas colocan todo esto en nuestras manos por medio de miles de aplicaciones telefónicas con las que puedes llegar allí. Y como los nativos digitales son cada vez más ágiles, se produce un problema secundario, que son las dependencias. Hoy la psicología y la psiquiatría nos hablan de la dependencia a la dopamina en estos jóvenes, lo cual está creando problemas en el desarrollo cognitivo, en los procesos de educación, en las escuelas, en la casa, problemas de comportamiento y de adicción en tempranos momentos de la vida.
-¿Cuánto desafían las vulnerabilidades que crea la Inteligencia Artificial a los esfuerzos de la Iglesia por crear ambientes sanos y protegidos?
-Todo lo que pasa en el mundo sucede en la Iglesia, y todo lo que le interesa al mundo le interesa a la Iglesia. Las angustias, las tristezas, las alegrías y las penas del mundo son las angustias y las alegrías de los hijos de Dios, y la Iglesia está llamada a evangelizar todos los espacios. Entonces, todo esto también sucede en la casa, en las familias, de ahí sale a las parroquias, a las escuelas, a los colegios, y muchos de estos jóvenes son los que llegan a nuestra pastoral, son también los que han sido influenciados por las redes. En el taller de este Congreso también hablamos acerca de la enorme cantidad de influencers que modifican los comportamientos de nuestros jóvenes. Ellos influencian su forma de pensar, de vestir, de imaginar la realidad, de pensarse en sus relaciones sociales, en su intimidad.
-En su ponencia usted también usó una metáfora de “El Señor de los Anillos” para proponer un modelo comunitario que enfrente de manera eficaz los retos que plantea la Inteligencia Artificial. ¿Qué nos revela esta figura literaria?
-A finales del siglo XIX el filósofo Nietzsche planteó la figura del superhombre, ese que provocó grandes guerras y problemas en el siglo pasado. Hoy en día vemos también grandes problemas en la sociedad, guerras, pandemia, y vemos a las grandes compañías tecnológicas que manejan la biopolítica. Pero también hay una responsabilidad que le llamamos en ética la governance, es decir, la capacidad de la gobernanza que ha de actuarse en todos los estratos: a nivel personal, social, comunitario, apostólico, eclesial. Esto se debe orientar a gestionar movimientos, decisiones, emprendimientos que permitan, desde abajo hacia arriba, crear mecanismos de cambio, no esperando que el gobierno o que las grandes compañías resuelvan los problemas, sino que toda la comunidad tiene que estar involucrada. Como el anillo de la saga “El Señor de los Anillos”, que tenía que ser protegido para que no fuese mal usado, evitando así la destrucción de la comarca.
-¿A nivel eclesial quiénes son los responsables de poner los límites a los ámbitos nocivos de la Inteligencia Artificial?
-Para enfrentar estos retos no necesitamos ser superhombres -como decía Nietzsche-, sino que debemos ser como los hobbits de “El Señor de los Anillos”. Ellos eran seres de mediana estatura, como los pequeños del Reino de los Cielos, personas sencillas y humildes que reciben el Evangelio y son capaces de traer esas transformaciones que ocurren a nivel de la comunidad y de las parroquias. Jean Piaget nos enseñó que los grandes problemas de la sociedad solo se resuelven a través de la educación, y eso requiere tiempo, esfuerzo, sacrificios y decisiones, a veces dolorosas, y hoy la tecnología resuelve las cosas con un clic a través de una aplicación. Hoy hay que educar en virtudes, y que los jóvenes sean capaces de adherir a esos valores que les permitan crecer como comunidad y que puedan defender la dignidad de la persona.
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