Género literario de El Quijote, 1/2

Ilustración: ◊ Consecuencias de la aventura de los yangüeses ◊
Articulación diegética: Aventura de los yangüeses.
Texto ilustrado por Gustave Doré (dibujo) y Salvador Tusell (pintura)
"Sancho acomodó a don Quijote sobre el asno y puso de reata a Rocinante, y llevando al asno de cabestro, se encaminó, poco más a menos, hacia donde le pareció que podía estar el camino real. "
El Q. I.15.41.
Légende de l'édition française :
[Tome I. Première partie. Pl. en reg. p. 126 : Sancho Panza, Don Quichotte et leurs montures après leur défaite contre les Yangois.] Tirant sa bête par le licou, il s'achemina du côté où il lui semblait que pouvait se trouver le grand chemin. (*)
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El personaje de ficción había vivido hasta Cervantes condenado a la galera del género respectivo, donde todo era regido por la ley de las antonomasias: el héroe del libro de caballerías nacía para sus aventuras necesariamente heroicas; el de las novelas sentimentales y pastoriles, para el amor y el pastoreo bucólico en sus variantes cortés o petrarquista; el de la bizantina, para ser un corcho llevado y traído por la errabundez náufraga, y el de la picaresca, para predicar el ejemplo negativo de sus malas mañas (FMV; ® género [picaresco] ). Cada uno hacía lo que tenía que hacer, como lo tenía que hacer y donde tenía que hacerlo.
La discusión del canónigo y el cura sobre los géneros literarios hay que entenderla en este contexto: «este género de escritura y composición[1] cae debajo de aquel de las fábulas que llaman milesias, que son cuentos disparatados, que atienden solamente a deleitar, y no a enseñar; al contrario de lo que hacen las fábulas apólogas, que deleitan y enseñan juntamente.», I.47.30.
La escritura, la composición y, en consecuencia, los personajes típicamente «cervantinos» significan la ruptura de los arquetipos literarios en un juego francamente interarquetípico, ya que nuestro autor deja libre curso al afán de vivirse de cada uno de ellos, incluso de sus personajes más paródicos, como el propio don Quijote, respetándoles el pleno dominio de su libertad. Al igual que don Quijote, cuyas aventuras más o menos descabelladas consisten siempre en fabricarse un cauce vital sin rodeos ni compromisos, todo personaje cervantino puede proclamar: «—Yo sé quién soy…, y sé que puedo ser no sólo los que he dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama», I.5.13.
La gran innovación cervantina, derivada del principio antiidealista de que «las antonomasias no pertenecen a este mundo», consiste en poner en libertad literaria a sus personajes. Libres así de todo determinismo de género, con lo cual pueden gustar a las delicias de todos los géneros, los personajes cervantinos viven en su escritura desatada sin depender de la ulterioridad de ninguna causa final externa a ellos mismos: «Porque la escritura desatada destos libros da lugar a que el autor pueda mostrarse épico, lírico, trágico, cómico, con todas aquellas partes que encierran en sí las dulcísimas y agradables ciencias de la poesía y de la oratoria», I.47.31.
Al encomiar esta poético-retórica abierta e integrada, el cura se refiere a los libros de caballerías, pero se siente la alusión de Cervantes a sus propios libros quijotescos. Lo mejor que Cervantes ha salvado de los libros de caballerías es la libertad que dan a la pluma de practicar al tiempo todos los géneros literarios, permitiéndole correr en una escritura desatada, mediante la cual es posible tanto describir sucesos extraordinarios, como pintar caracteres excepcionales, presentar las pasiones más encontradas, hacer gala de todas las ciencias, mostrar tanto virtudes como vicios.
En la aplicación por Cervantes de esta poético-retórica integrada y abierta hay una diferencia de grado entre la primera y la segunda parte del Quijote, siendo la segunda aún más integrada y abierta que la primera. En efecto, «lo que en la primera parte eran novelas características de todos los géneros entonces en boga (con excepción deliberada del picaresco, aunque es innegable la presencia del componente picaresco en la figura de Ginés de Pasamonte y evidente la concepción de los personajes como gente ordinaria, al modo de la picaresca, más bien que como héroes ® Lazarillo de Tormes) son en la segunda episodios breves y bien enraizados en la trama, pero que siguen recogiendo ecos temáticos muy fáciles de reconocer. El relato pastoril (Marcela y Grisóstomo en la Primera Parte) pervive en episodios como las bodas de Camacho (II.19-21) y la fingida Arcadia (II.58); la novela cortesana (Cardenio y Dorotea) en aquella fugaz aparición de la impetuosa Claudia Jerónima (II.60). La historia de Ricote representa, a su vez, una obvia variante del género de novela morisca, encarnado en el Quijote de 1605 por la autobiografía aventurera del Capitán cautivo.», FMV.
Liberados del poder de todo "deus ex machina", e incluso de toda idea preconcebida que no sea la engendrada por su propia libertad, los personajes cervantinos viven nada más que para ser ellos mismos. Como lo vieron Unamuno, Villanueva y Gaos, el escueto «Yo sé quién soy» de don Quijote, abanderado de esta revolución, equivale realmente a un rotundo y abierto "yo sé quién quiero ser".
No es egoísmo ni locura alguna de la libertad humana este imperioso deseo de ser ella misma, es la quintaesencia de la vida personal de cada persona, su propio imperativo de autorrealización (Gaos). Si los personajes cervantinos nos deleitan no es con la encarnación de prototipos conocidos que se personifican en ellos, para surgir una vez más ante nosotros como meros recuerdos, sino con el despliegue, siempre renovado, de su sorprendente carácter personal. Para Cervantes existen personas y no categorías. Por consiguiente la novela cervantina, que ha de ocuparse ante todo de individuos personales, ha de tomar resueltamente el camino del realismo, al llegar a la encrucijada de los universales[2]. (® partes del Quijote).
En el plano más general de los géneros literarios cabe decir con los investigadores del CEC que Cervantes «Reflexionó y ahondó en la tradición de la novella italiana, aunque superó con amplitud el ejemplo de los novellieri: De ellos tomó buena parte de las características externas del género, pero no respetó su orden cronológico, generalmente estricto, inclinándose más por los inicios "in medias res"; se atuvo con prioridad al principio de captar la atención del lector, porque para él era integrante del propio texto, superando así, genialmente, las limitaciones de los italianos. Y lo hizo así, entre otras razones, porque, como ya señalara Hainsworth, Cervantes no basó su concepción novelesca tanto en la novella cuanto en la narración bizantina. Lo que hizo fue unir la complejidad del relato griego a la concentración sintética de la novela corta y a su capacidad de sugerencia. De ese modo logró, con total acierto, la novela en miniatura, la novela de verdad, de la que aún hoy somos herederos.
Y no sólo eso, sino que además asimiló, sintetizó y fundió, de muy diversas maneras, las dos formas del relato mencionadas con todos los géneros novelescos españoles preexistentes, sin olvidar el diálogo renacentista ni la tradición teatral. Al lado de la novella y de la bizantina, aparecen la pastoril y la caballeresca, junto a la novela picaresca, la facecia y los chascarrillos, lo hacen el relato filosófico y el diálogo lucianesco.
No hay forma narrativa ni género novelesco anterior que no esté asimilado, meditado e innovado profundamente por la poética prosística cervantina… El Quijote, en fin, es una síntesis de Amadís y Lazarillo, de la bizantina y la celestinesca, de la Diana y los diálogos, del folklore y la herencia clásica, de romance y novel, porque no se puede identificar con ningún género narrativo precedente y abre una vía nueva, capaz de contenerlos a todos sin fisuras, que conduce directamente hacia la novela moderna.», CEC, OC, Introducción General, CDRom de 1997.
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[1] género de escritura y composición: endíadis 'género de composición literaria'
[2] Ver cita e ideas similares en FMV, 202-203 & 217.
* Contexto del texto ilustrado:
Capítulo decimoquinto.—Donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó don Quijote en topar con unos desalmados yangüeses.
12. El primero que se resintió fue Sancho Panza, y hallándose junto a su señor, con voz enferma y lastimada, dijo:
13. —¡Señor don Quijote! ¡Ah, señor don Quijote!
14. —¿Qué quieres, Sancho hermano?—respondió don Quijote con el mesmo tono afeminado y doliente que Sancho.
15. —Querría, si fuese posible—respondió Sancho Panza—. que vuestra merced me diese dos tragos de aquella bebida del feo Blas, si es que la tiene vuestra merced ahí a mano. Quizá será de provecho para los quebrantamientos de huesos como lo es para las feridas.
16. —Pues, a tenerla yo aquí, desgraciado yo, ¿qué nos faltaba?—respondió don Quijote—. Mas yo te juro, Sancho Panza, a fe de caballero andante, que antes que pasen dos días, si la fortuna no ordena otra cosa, la tengo de tener en mi poder, o mal me han de andar las manos.
17. —Pues ¿en cuántos le parece a vuestra merced que podremos mover los pies? —replicó Sancho Panza.
18. —De mí sé decir—dijo el molido caballero don Quijote—que no sabré poner término a esos días. Mas yo me tengo la culpa de todo; que no había de poner mano a la espada contra hombres que no fuesen armados caballeros como yo; y así, creo que, en pena de haber pasado las leyes de la caballería, ha permitido el dios de las batallas que se me diese este castigo. Por lo cual, Sancho Panza, conviene que estés advertido en esto que ahora te diré, porque importa mucho a la salud de entrambos; y es que, cuando veas que semejante canalla nos hace algún agravio, no aguardes a que yo ponga mano al espada para ellos, porque no lo haré en ninguna manera, sino pon tú mano a tu espada y castígalos muy a tu sabor; que si en su ayuda y defensa acudieren caballeros, yo te sabré defender y ofendellos con todo mi poder, que ya habrás visto por mil señales y experiencias hasta adónde se estiende el valor de este mi fuerte brazo.
19. Tal quedó de arrogante el pobre señor con el vencimiento del valiente vizcaíno. Mas no le pareció tan bien a Sancho Panza el aviso de su amo, que dejase de responder, diciendo:
20. —Señor, yo soy hombre pacífico, manso, sosegado, y sé disimular cualquiera injuria, porque tengo mujer y hijos que sustentar y criar. Así, que séale a vuestra merced también aviso, pues no puede ser mandato, que en ninguna manera pondré mano a la espada, ni contra villano ni contra caballero; y que, desde aquí para delante de Dios, perdono cuantos agravios me han hecho y han de hacer, ora me los haya hecho, o haga, o haya de hacer, persona alta o baja, rico o pobre, hidalgo o pechero sin eceptar estado ni condición alguna.
21. Lo cual, oído por su amo, le respondió:
22. —Quisiera tener aliento para poder hablar un poco descansado, y que el dolor que tengo en esta costilla se aplacara tanto cuanto, para darte a entender, Panza, en el error en que estás. Ven acá, pecador: si el viento de la fortuna, hasta ahora tan contrario, en nuestro favor se vuelve, llevándonos las velas del deseo para que seguramente y sin contraste alguno tomemos puerto en alguna de las ínsulas que te tengo prometida, ¿qué sería de ti, si, ganándola yo, te hiciese señor della? Pues ¿lo vendrás a imposibilitar por no ser caballero, ni quererlo ser, ni tener valor ni intención de vengar tus injurias y defender tu señorío? Porque has de saber que en los reinos y provincias nuevamente conquistados nunca están tan quietos los ánimos de sus naturales, ni tan de parte del nuevo señor, que no se tengan temor de que han de hacer alguna novedad para alterar de nuevo las cosas, y volver, como dicen, a probar ventura; y así, es menester que el nuevo posesor tenga entendimiento para saberse gobernar y valor para ofender y defenderse en cualquiera acontecimiento.
23. —En este que ahora nos ha acontecido —respondió Sancho—, quisiera yo tener ese entendimiento y ese valor que vuestra merced dice; mas yo le juro, a fe de pobre hombre, que más estoy para bizmas que para pláticas. Mire vuestra merced si se puede levantar, y ayudaremos a Rocinante, aunque no lo merece, porque él fue la causa principal de todo este molimiento. Jamás tal creí de Rocinante; que le tenía por persona casta y tan pacífica como yo. En fin, bien dicen que es menester mucho tiempo para venir a conocer las personas, y que no hay cosa segura en esta vida. ¿Quién dijera que tras de aquellas tan grandes cuchilladas como vuestra merced dio a aquel desdichado caballero andante, había de venir por la posta y en seguimiento suyo esta tan grande tempestad de palos que ha descargado sobre nuestras espaldas?
24. —Aun las tuyas, Sancho—replicó don Quijote—, deben de estar hechas a semejantes nublados; pero las mías, criadas entre sinabafas y holandas, claro está que sentirán más el dolor desta desgracia. Y si no fuese porque imagino..., ¿qué digo imagino?, sé muy cierto, que todas estas incomodidades son muy anejas al ejercicio de las armas, aquí me dejaría morir de puro enojo.
25. A esto replicó el escudero:
26. —Señor, ya que estas desgracias son de la cosecha de la caballería, dígame vuestra merced si suceden muy a menudo, o si tienen sus tiempos limitados en que acaecen; porque me parece a mí que a dos cosechas quedaremos inútiles para la tercera, si Dios, por su infinita misericordia, no nos socorre.
...
41. En resolución, Sancho acomodó a don Quijote sobre el asno y puso de reata a Rocinante, y llevando al asno de cabestro, se encaminó, poco más a menos, hacia donde le pareció que podía estar el camino real. Y la suerte, que sus cosas de bien en mejor iba guiando, aún no hubo andado una pequeña legua, cuando le deparó el camino, en el cual descubrió una venta que, a pesar suyo y gusto de don Quijote, había de ser castillo. Porfiaba Sancho que era venta, y su amo que no, sino castillo; y tanto duró la porfía, que tuvieron lugar, sin acabarla, de llegar a ella, en la cual Sancho se entró, sin más averiguación, con toda su recua.
El Q. I.15.12-41.
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Fuentes: Salvador García Bardón, Género literario del Quijote, Amistad Europea Universitaria, 07 de marzo, 2005, y Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Skynet, 2005.
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