“Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos». (Mt 17, 12)
A lo largo del Tiempo de Adviento, nos encontramos con el protagonismo de varios personajes, especialmente profetas. Entre ellos destaca la figura de Elías, quien junto con Moisés aparece en el Nuevo Testamento dialogando con Jesús en el monte alto de la Transfiguración. Tanto Moisés como Elías son dos personajes cuyas tumbas no se han encontrado. Ambos tuvieron experiencia de Dios y se han convertido en anticipo del Mesías.
En el texto que hoy nos propone la Liturgia se proclama una misión que le fue confiada a Elías: “Tú fuiste designado para aplacar la ira antes de que estallara, para reconciliar a los padres con los hijos y restablecer las tribus de Jacob” (Eclo 48, 10). Jesús denuncia, sin embargo, que el pueblo no obedeció las consignas proféticas.
Hoy sigue siendo verdad la denuncia de Jesús. Al igual que el pueblo desoyó a los profetas, la sociedad se aparta del reconocimiento del Mesías, y vive de manera presentista. Hoy recibimos una llamada de atención, una advertencia: ¿Reconocemos las señales que nos avisan del riesgo de romper la convivencia de los pueblos, de las familias y de la sociedad?
¿Te sientes reconciliador o egoísta?