El teólogo y escritor presenta su nueva novela, 'La pluma encarcelada' (Grupo Loyola) Pedro Miguel Lamet: "Fray Luis de León se adelantó hace cinco siglos al Concilio Vaticano II"

Pedro Miguel Lamet, sj. con su nueva novela
Pedro Miguel Lamet, sj. con su nueva novela Grupo de Comunicación Loyola

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El odio, la envidia y su traducción de “El Cantar de los cantares”, más aún que su origen judío, causas principales de su medio lustro de cárcel en las mazmorras de la Inquisición

Felipe II no era ajeno a su calvario. Estuvo detrás del largo proceso, prisión y posterior puesta en libertad del maestro León

Fue sobre todo un poeta. Detrás del filólogo, el erudito, filósofo, teólogo y ardiente polemista había un niño callado, sensible, solitario e incomprendido

La poliédrica personalidad renacentista de fray Luis tiene un mensaje liberador para un mundo que crea especialistas un tanto deformes, alicortos, dominados por una comunicación materialista y trivial

A Pedro Miguel Lamet no hace falta presentarlo. Escritor, poeta, periodista y jesuita, además de columnista de RD, es conocido por sus más de cincuenta libros publicados, y especialmente por sus numerosas novelas históricas. Ahora, como preparación al V Centenario de su nacimiento en 2027, nos sorprende con un nuevo libro, Fray Luis de León, un poeta ante la Inquisición, (ed. Mensajero), en el que ahonda con precisión histórica y amenidad novelística en una de las figuras más apasionantes del Renacimiento y la época que le tocó vivir durante el reinado de Felipe II.

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-Después de esa variada y prolífica obra, de la que destacan sus novelas históricas, ¿por qué ahora una dedicada a fray Luis de León?

-Siempre me ha fascinado su figura. Junto a ilustres personajes del siglo XVI, que he tenido la oportunidad de abordar en varias de mis obras, como Ignacio de Loyola, Francisco de Javier, Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Francisco de Borja, Pedro Ribadeneira y, un claro antecedente, el cardenal Cisneros, fray Luis de León me faltaba. Siempre me ha intrigado y desafiado, por considerarlo la pincelada necesaria, compleja e imprescindible para completar el cuadro narrativo del siglo más valioso de nuestra Historia de esa época. Sobre todo, por ser un antecedente monumental de la libertad teológica y de expresión en la sociedad y en la Iglesia. Pero, a fuer de sincero, le tenía miedo, porque su aventura humana me suponía un reto como novelista: acercar al lector un personaje cuyo drama es sobre todo el de un intelectual, que vive un conflicto de ideas, de pensamiento, más que de hechos externos, y, como es sabido, la novela requiere principalmente acción.

La pluma encarcelada, de Pedro Miguel Lamet
La pluma encarcelada, de Pedro Miguel Lamet

-¿Qué actualidad tiene fray Luis para nuestro mundo?

-Fray Luis ha suscitado y sigue despertando el análisis de cientos de historiadores, teólogos, literatos y exegetas. Basta consultar la reciente y voluminosa recopilación bibliográfica del gran especialista Rafael Lazcano en Tesauro Agustiniano, León, Fray Luis de, n.11.  Su figura es una de las más fascinantes y representativas del Renacimiento español, hasta llegar a ser considerada como la del humanista del siglo XVI que más se adelantó a su época y demostró mayor libertad en un contexto de dura persecución inquisitorial. Teólogo, filósofo, lingüista, biblista, astrónomo y poeta, concentra en su polifacética personalidad casi todos los saberes del Siglo de Oro, a través de una vida tan rica y controvertida como enigmática y reveladora. Nunca como ahora tienen vigencia su poesía, su contribución al estudio de la Biblia, su traducción de El cantar de los cantares, y su postura frente al poder establecido y las intransigencias de su tiempo.

Su gran amiga, la perseguida carmelita Ana de Jesús, acaba de ser beatificada por el papa Francisco casi cinco siglos después de su muerte

-¿Cómo afronta usted en La pluma encarcelada, como novelista, la tarea de interesar a un lector de nuestro tiempo?

-Como en todas mis obras de este género literario, he procurado ante todo el rigor histórico. No comparto la forma de escribir de muchos novelistas actuales que se inventan y desfiguran a los personajes históricos para hacer más amenos sus relatos. De modo que puedo asegurar que todo lo referente a la figura central de fray Luis de León tiene en mi libro fundamento documental y biográfico. Para ello me sirvo de un único recurso o percha literaria de ficción: La peripecia de los dos estudiantes salmantinos, Rubén y Salvador, discípulos predilectos de fray Luis, que, indignados al ver a su maestro procesado y encarcelado por la Inquisición, deciden investigar la vida y trayectoria de su profesor y amigo. Así emerge en el libro el apasionante momento histórico de la España de Felipe II, y sobre todo de la vida estudiantil de la Universidad de Salamanca de la época. También me he esforzado en insertar al hilo de la historia textos básicos de la literatura luisiana, que constituyen una pequeña antología, pues sin ellos no se puede saborear ni comprender cabalmente la personalidad del personaje.

-¿Qué similitudes ha encontrado entre su época y la que actualmente vive el mundo y España?

-En primer lugar, nuestro protagonista, formado en tiempos del emperador Carlos V, cuando España vivía el impacto de la universalidad, la gesta de América -la primera globalización-, el influjo del erasmismo y la experiencia de la convivencia de las tres culturas, desarrolla su vida activa de profesor y escritor maduro en pleno reinado de Felipe II. La época de este rey se caracteriza por una vuelta al centralismo castellano-nacionalista, que sacraliza el Estado, gobernado desde un despacho, del que se dominaba el mundo a través de la censura, el impulso de la contrarreforma, el regalismo y el espíritu conservador de Trento. Se propicia así la neoescolástica y se relanza el arte del Renacimiento hacia una plasmación icónica casi exclusivamente centrada en la temática religiosa. No es difícil encontrar similares tentaciones de control autocrático en algunos políticos de hoy.

Dos grandes víctimas contemporáneas de esta injusticia fueron el arzobispo Bartolomé Carranza y fray Luis de León, que como es sabido, permaneció en una lóbrega prisión durante casi cinco años

-Por tanto, ¿bajo la égida implacable de la Santa Inquisición?

-Así es, la Inquisición era el poder omnipresente. Aunque según recientes estudios no era tan terrible como la pinta la leyenda negra -parece que algunos facinerosos preferían introducir en sus causas elementos religiosos para liberarse de las aún más crueles cárceles civiles-, amordazó la libertad de expresión, se extralimitó obsesivamente con la exigencia de pureza de sangre, y se convirtió en un leviatán exterminador de todo pensamiento novedoso que se apartara de una estricta y literal ortodoxia. El resultado era un ambiente generalizado de angustia, persecución y miedo. Dos grandes víctimas contemporáneas de esta injusticia fueron el arzobispo Bartolomé Carranza y fray Luis de León, que como es sabido, permaneció en una lóbrega prisión durante casi cinco años.

-¿Con anuencia del mismo rey, Felipe II?

Así es. El monarca, siguiendo los consejos de su padre, era un firme partidario del Santo Oficio y solía asistir a los Autos de Fe. Prueba de este poder en el ámbito político es que, cuando el ex secretario corrupto del rey, Antonio Pérez, huye con sus secretos de Estado a Aragón, amparándose en los fueros de este reino con intención de escapar a Francia, la única forma legal que tiene Felipe II de detenerlo es recurrir a la Inquisición, sin que, a pesar de servirse de ella, lograra su objetivo. Desde El Escorial estaba al cabo de la calle de todo.

Pedro Miguel Lamet
Pedro Miguel Lamet

-Mucho se ha discutido sobre el carácter del héroe de esta historia. En su opinión ¿rompe los códigos de un fraile de su tiempo?

-El humanismo renacentista de fray Luis está por encima de las costumbres conventuales de su época. Aparece como un sabio brillante, profesor de Universidad, que, habiendo dado las espaldas al mundo, no tiene empaque de glosar el amor humano con el estilo de Petrarca y la literalidad del canto de Salomón; dar consejos a las recién casadas, dedicar sus obras a varias mujeres, vivir preocupado por sus propios recursos económicos, y servirse de imágenes y anécdotas de la vida laica y civil de su tiempo. Sin renunciar a su fe y profunda religiosidad, es capaz de alabar y abrazar los grandes logros y descubrimientos del ser humano de su siglo y la mejor cultura del mundo clásico, de la que bebió hasta el punto de emular sus más bellas creaciones. Colaboró incluso en la redacción de nuestro actual calendario gregoriano y hasta tuvo aficiones esotéricas, sin dejar de influir en las decisiones y reformas de su orden religiosa, de la que llegó a ser elegido provincial horas antes de morir.

-¿Cómo era psicológicamente el maestro León?

-Muy complejo. Su cultivado espíritu ostentaba una extraña fusión de intelectual racionalista y el investigador puntilloso, que se revela en la precisión del lingüista y el teólogo. Pero sobre todo provisto de un alma sensible y porosa de poeta, capaz de estremecerse ante la música, un pájaro, una flor, un trueno o el cielo estrellado. Descubrimos en sus horas bajas rasgos de depresión y angustia al límite. Pero de ella siempre sacaba una increíble energía persistente para seguir luchando con redoblada fuerza contra sus enemigos. Con tanto arresto, que a veces entintaba su pluma en notable iracundia frente a toda injusticia, sin excluir los abusos de los reyes y poderosos, a los que también denunció, y la defensa de los pobres y excluidos. Hoy podríamos calificarlo de ciclotímico, hipersensible, aunque atemperado por la ascética religiosa. Sin duda, al mismo tiempo gran amigo de sus amigos, por lo general muy callado, y provisto de una gran grandeza de alma. Como dice su biógrafo Bell, “arrogante por naturaleza, humilde por virtud”.

Fray Luis de León
Fray Luis de León

-Y que parece amaba, como canta en sus versos, la “descansada vida…”

- Sí, pero este no deja de ser otro de sus contrastes.  Amaba la descansada vida del campo, tenía como ideal la vida pastoril y del agricultor, pero pasó la mayor parte de su vida inmerso en los mentideros y las trincheras universitarias de la ciudad, la cátedra, y las negociaciones en la Corte. De lo que no hay duda es que odiaba la mentira, la estupidez, los formalismos y la hipocresía, y que su sincero e indiscutible amor a la Iglesia nunca le impidió la búsqueda honesta e imbatible de la verdad hasta defenderla denodadamente cuando creía haberla alcanzado.

-Curiosamente hace poco se ha puesto de actualidad una de sus grandes amigas, Ana de Jesús, la gran colaboradora de Santa Teresa, que acaba de ser beatificada en Bruselas por el papa Francisco.

-Sí, una mujer peculiar: Bellísima, brillante y santa, fue perseguida por sus propios superiores carmelitas conservadores, en concreto el misógino Doria, por ser fiel al espíritu de su madre Teresa. En los últimos años de su vida fray Luis la defendió contra viento y marea, jugándosela otra vez, y la ayudó dando a la imprenta por primera vez las grandes obras de la santa de Ávila. También lo acusaron por elogiar su misticismo, y porque la mula del poeta estaba demasiado tiempo “aparcada” junto al convento madrileño de Ana de Jesús. No deja de ser curioso que se haya tardado más de cuatro siglos y medio en beatificarla.

Sus adversarios dominicos y otros se sirvieron de esta novedosa forma de leer la Escritura, en tiempos de lucha contra el luteranismo, para acusarlos ante la Inquisición, que encarceló a los tres y ocasionó la muerte de Gaspar de Grajal

-En realidad y después de su investigación, ¿cuáles fueron los motivos que originaron tan arduo proceso?

-La respuesta más obvia es la envidia y el odio. Salamanca vivía entonces una rivalidad teológica cruel entre catedráticos de las diversas órdenes religiosas, sobre todo dominicos y agustinos. En ese contexto los maestros hebraístas Cantalapiedra, Grajal y fray Luis defendían la traducción rigurosa de Biblia desde el original, cuando la única versión autorizada por Trento era la latina de la Vulgata. Sus adversarios dominicos y otros se sirvieron de esta novedosa forma de leer la Escritura, en tiempos de lucha contra el luteranismo, para acusarlos ante la Inquisición, que encarceló a los tres y ocasionó la muerte de Gaspar de Grajal. También influyó su remoto origen judío y su traducción revolucionaria por su colorismo sexual, que escribió a petición de una monja y nunca había llegado a publicar, de El cantar de los cantares. Por todo ello estuvo a punto de ser torturado por el Santo Oficio y fallecer en la cárcel a causa de su frágil salud.

-Y ¿cómo al final consiguió la libertad y recuperar su cátedra?

-Por su extraordinaria resiliencia. A pesar de sufrir terribles momentos de depresión y angustia, su única respiración era su pluma. Se conservan y están publicados centenares de folios que escribió para defenderse de sus múltiples acusadores. Él fue su único y continuo abogado desde su lóbrega celda. Al cabo del tiempo la causa del agustino se les fue convirtiendo a los inquisidores en tal “bolo”, que no veían el modo de salir de ella sin desprestigiarse del embrollo donde se habían metido. Pero fue la Suprema de Madrid, algunos prelados amigos y en el fondo el propio Felipe II, que mandaba en todo, quienes le pusieron en libertad. Curiosamente la frase “Decíamos ayer” no parece ser histórica, aunque sí el espíritu de ella, la naturalidad sin revanchismos con que reanudó sus clases.

A pesar de sufrir terribles momentos de depresión y angustia, su única respiración era su pluma. Se conservan y están publicados centenares de folios que escribió para defenderse de sus múltiples acusadores. Él fue su único y continuo abogado desde su lóbrega celda

-Tras ese estudio a fondo al protagonista de su obra, ¿cuál cree que es la mayor contribución a la historia, la Iglesia y la humanidad de Luis de León?

            -De todo lo dicho creo que se extrae una clara conclusión: Como todo gran hombre y más como creador polifacético, fray Luis no puede ser encasillado en estereotipos. Hay facetas que, a pesar de haber sido objeto de tantos estudios, permanecen entre las sombras del misterio. De lo que no hay duda es que encarna, quizás más que ninguno de sus contemporáneos, la poliédrica personalidad del hombre renacentista. De su figura subrayaría la autenticidad y la libertad interior, como la de pensamiento y expresión contra los poderes establecidos, la opresión y la injusticia. Es innegable también su contribución a la metodología bíblica, la exégesis moderna y la libertad teológica por lo que puede ser considerado en algunos aspectos precursor de una Iglesia que solo llegaría a alcanzar madurez y libertad en el concilio Vaticano II.  No hay que olvidar que la autoridad de la Vulgata se mantendría vigente hasta la Divino afflante spiritu (1943), del papa Pío XII, que abrió la puerta a traducciones a partir del original.

-Pero, ¿no cree que lo que ha quedado con mayor vigencia de su valiosa obra es la poesía, los inolvidables poemas que todos leímos desde el bachillerato?

-Sí, la poesía es lo que en mi opinión mejor define en fondo y forma a Luis de León, tanto en verso como en prosa y hasta su propia vida. Detrás de todo -también de grandes obras como Los nombres de Cristo y el Comentario al Libro de Job- respira el embrujo de su palabra, un élan vital de inspiración lírica, que le eleva a la creación abierta y sugerente de la auténtica poesía. Al igual que era exigente al mismo tiempo con los poetas de su tiempo y feroz crítico de la seudopoesía. Personalmente, al concluir esta novela biográfica, veo en sus poemas y en la poesía que palpita en su prosa el lugar donde se llega a sentir, más que comprender, algo de la compleja personalidad de fray Luis de León. Detrás del filólogo, el erudito, filósofo, teólogo y ardiente polemista hay un niño escondido, sensible, solitario e incomprendido. La melancolía, humus vital que siempre alienta tras la pluma del poeta, está presente en toda su obra hasta empujarle a la búsqueda de Dios por la fe y la vocación religiosa, y a fijar la centralidad de su teología en la persona de Jesucristo. Por eso subtitulo mi libro, “Un poeta ante la Inquisición”.

Fray Luis de León
Fray Luis de León

-Para terminar, ¿cuál sería en su opinión el mensaje más valioso de fray Luis para el hombre de hoy?

-Su humanismo plural: una síntesis de muchas facetas difíciles de conjuntar en una sola persona. Esto resulta admirable y profético para una época como la nuestra, donde los saberes se parcelan tanto. Asistimos a una multiplicación de especialistas un tanto deformes, alicortos, incapaces de desarrollar otros aspectos en su propia vida y de la de nuestros congéneres. Más que nunca recuperar la armonía universal y un enfoque holístico, donde, como en el Renacimiento, todas las facetas de la vida, el conocimiento científico, la dimensión espiritual y la intuición creadora se den la mano, debería fomentarse en esta sociedad víctima de la trivialización hipercomunicada, a veces rayana en la estupidez y en un materialismo miope. Ello nos permitiría recuperar la unidad a la que pertenecemos, alcanzar una paz duradera y reencontrar lo más importante, nuestro auténtico rostro humano. Puedo asegurar, por ejemplo, que la gran síntesis humana que fray Luis consiguió en sí mismo ni ahora ni nunca podrá ser alcanzada por la hoy tan valorada y a la vez temida Inteligencia Artificial.

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