El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, I Sábado de Cuaresma

Tiempo para ejercitar la virtud

I Sábado de Cuaresma

(Deuteronomio 26,16-19; Salmo 118; Mateo 5,43-48) 

Texto bíblico 

Y el Señor te ha elegido para que seas su propio pueblo, como te prometió, y observes todos sus preceptos. Él te elevará en gloria, nombre y esplendor, por encima de todas las naciones que ha hecho, y serás el pueblo santo del Señor, tu Dios, como prometió»” (Dt 26,18-19). 

Tiempo de ejercer la virtud 

La Cuaresma sugiere un tiempo ascético, penitente, negativo, triste, imagen de una Iglesia en la que dominan las prohibiciones o las obligaciones y preceptos. Ante esta idea o interpretación, en tiempos en los que imperan los deseos de libertad, independencia, autonomía e individualismo, es difícil sintonizar con la cultura actual, en la que domina la búsqueda de disfrute. Para que se experimenten como plenificadoras, la perfección, la virtud o la práctica de preceptos y mandamientos deben hacerse como expresión de una relación afectiva con Dios, respuesta al amor recibido de Él.

Jesucristo modelo de perfección 

Santa Teresa de Jesús, maestra espiritual, revela en sus escritos la razón por la que decidir emprender un Camino de Perfección: “poner los ojos en Cristo”. “Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir: es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima” (Vida 22,6). Jesús muestra el secreto de su modo de vida, la relación con su Padre, saberse Hijo amado de Dios, y por esta certeza abraza la Cruz y bebe el cáliz de la Pasión. 

Propuesta 

El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos»” (Mt 20,26-28).

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