“Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos»” (Jn 17, 24-26).
Por el don de Ciencia se percibe y se observa la presencia del Señor en todas sus criaturas. El conocimiento, don del Espíritu, no es especulación, sino saboreo de la presencia divina en todo cuando acontece y en la misma realidad, llega a ser relación amiga, y de amor. No es poseer el bagaje de un conocimiento exhaustivo científico, sino saberse conocido de Dios.
El don del Conocimiento libera de la idolatría, de perecer en el culto a las obras de nuestras manos, “pues por la grandeza y hermosura de las criaturas se descubre por analogía a su creador” (Sab 13, 5). Y se canta al Hacedor de todo, al contemplar la belleza, la armonía y el orden de todo lo creado.
“Ven Espíritu creador; visita las almas de tus fieles. Llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo has creado.”
¿Trasciendes la realidad y ves en ella y a través de ella al Creador?