“Pero tú, dueño del poder, juzgas con moderación y nos gobiernas con mucha indulgencia, porque haces uso de tu poder cuando quieres. Actuando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano y diste a tus hijos una buena esperanza, pues concedes el arrepentimiento a los pecadores” (Sab 12, 18-19).
En el Evangelio, Jesús nos revela la misericordia y el amor divinos en la parábola del trigo y la cizaña. Los segadores proponen arrancar las malas yerbas del trigal, pero el dueño les dice que esperen hasta la hora de la siega. Esta paciencia del dueño de la mies nos muestra lo que afirma el Libro de la Sabiduría: Dios juzga con moderación, con indulgencia y con humanidad.
Estamos en el tiempo de siega, los campos rinden el fruto de la cosecha, y el dueño de los sembrados libera y guarda limpio el grano, y desecha la mala semilla. Cabe interpretar que el campo es cada ser humano, en el que hay bondad, buenos frutos, y a la vez hechos de los que arrepentirse. Tanto el texto del Libro de la Sabiduría, como el Evangelio nos ofrecen la oportunidad del arrepentimiento.
Nada es irremediable a los ojos del que ofrece misericordia. Una actuación violenta puede malversar el tanto por ciento de buena cosecha, que reside en el corazón humano. Si Dios tiene paciencia, ¡cuánto más deberemos tenerla con nosotros mismos! Lo peor es pensar que uno ya no tiene remedio. Dios nos ofrece siempre tiempo de esperanza.
¿Tienes paciencia en el combate contra el mal?