El fin

Hoy en las lecturas de hoy en la Iglesia se nos habla sobre el fin de los tiempos. A lo largo de la historia muchas veces se tuvo la idea de que ya se acababa todo, rodeados de guerras, hambrunas, pestes y desastres naturales. La angustia por perder todo lo que tenemos y somos llena a veces el corazón de muchas personas, caminando cada día por la cuerda floja de la propia existencia. La ya triste Dana nos recuerda nuestra propia fragilidad en la que parece que ni el estado ni los avances nos pueden salvar. Somos como hojas al viento que arrastra el agua hacia barrancos imposibles llenos de lodo mientras se escucha el eco de los responsables discutiendo... La gente a veces está deprimida y cansada, enfadada y sin mucha esperanza.

Sin embargo sabemos que Dios cuida de cada uno, de nuestras insignificantes y comunes vidas, llenas de luces y miserias, llenas de amor y de heridas. Dios nos da el corazón para ayudarnos unos a otros, para ser cireneos sosteniendo a crucificados, para sentir compasión por las miserias y hundimientos ajenos. Dios nos da valor para seguir caminando día a día, apostando por la bondad del ser humano.

El cielo y la tierra pasarán. Todo pasará. En 100 años todos los que andamos por aquí seremos historia más o menos olvidada.  Pero las Palabras de Dios no pasarán. Palabras de perdón, palabras de curación, palabras poderosas que curan y salvan de la tempestad, palabras que nos dicen que el Amor siempre vence. Sabiendo que tenemos principio como humanos también somos conscientes de que tenemos fin. Pero nuestro fin está en las manos de Dios. Y Dios es Amor.

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