Jesús encomienda a la comunidad cristiana que, como él, siga ofreciendo el amor del Padre: acogiendo, perdonando, curando, dando vida Domingo de Pentecostés (31.05.2020): El Espíritu es la “gloria común” humana
Tras santiguarse, se bendice el agua (texto en domingo 2º Pascua)
| Rufo González
Gloria a Dios en los cielos...
Oración colecta:
Dios nuestro, que por el misterio de esta fiesta santificas a tu Iglesia extendida entre las naciones, derrama sobre toda la tierra los dones del Espíritu Santo, e infunde en el corazón de tus fieles las maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Lectura del santo Evangelio según San Juan (Jn 20,19-23)
Comentario: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20,19-23)
Primera parte del evangelio leído el domingo segundo de Pascua. “Al anochecer de aquel día”: como en Egipto, el Señor les va liberar de su situación de esclavitud. “El primero de la semana”: empieza la nueva creación, la vida resucitada, que la comunidad cristiana celebra cada “ocho días”. “Estaban los discípulos en una casa”: hombres y mujeres, la comunidad primera de Jesús. “Con las puertas cerradas por miedo a los judíos”: no hay experiencia de Jesús resucitado, sólo de su persecución y muerte. “Entró Jesús, se puso en medio...” como punto de referencia, fuente de vida, factor de unidad. “Paz a vosotros”: es Amor que perdona gratuitamente, aunque no se lo merezcan. “Les enseñó las manos y el costado”, cicatrices de la pasión, signos de su amor fiel. Sienten que el que murió en la cruz vive una vida nueva.
“Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”: Se cumple la promesa de Jesús: “volveréa vosotros, y se alegrará vuestro corazón, y nadieos quitarávuestra alegría” (Jn 16, 22). Repite el saludo y entrega su misión: “paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. La misión es mostrar el amor del Padre. “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor” (Jn 15,9). “No sois vosotros los me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinadopara que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca” (Jn 15, 16).
“Sopló sobre ellos y les dijo:`recibid el Espíritu Santo´”. El “soplo” recuerda episodios bíblicos: el relato del Génesis sobre la infusión del espíritu en la creación del ser humano (Gen 2,7; Sab15,11); la entrada del espíritu en los huesos secos (Ez37,5); el resurgir del verdadero Israel, “yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Ez37,27); el “nacer del Espíritu” propuesto a Nicodemo (Jn3, 4-8).
“Perdonar pecados... retener pecados” es la encomienda a la comunidad cristiana. Como Jesús, debe ofrecer el amor del Padre: acogiendo, perdonando, curando, dando vida. Quien lo acepta entra en el grupo cristiano. Siente que Dios le ha perdonado al infundirle su Espíritu. Quien se resiste a amar, sabe que está rechazando al Dios-Amor. Este será siempre el criterio último: “sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte” (1Juan 3, 14). El juicio final sigue el mismo criterio (Mt 25, 31ss).
El Espíritu, cuyo fruto primero y principal es el amor, es la “gloria común” cristiana. Así lo explica Gregorio de Nisa: “que el Espíritu Santo sea llamado gloria, ninguna persona prudente se negaría a decirlo así, teniendo en cuenta las palabras del Señor que dice: «yo les he dado la gloria que tú me diste». En realidad les dio la misma gloria a los discípulos cuando dijo: «Reciban el Espíritu Santo». Esta gloria que tuvo siempre, antes de que el mundo existiese, la recibió cuando tomó la naturaleza humana. Glorificada por el Espíritu Santo, todo lo que tenga relación con la gloria participa del Espíritu Santo a partir de los apóstoles...” (Homilía In Cant., XV, 467. PG 44, 1115-1118). No anota expresamente la cita (Jn 17,22-23). El Vaticano II describe la actividad de Jesús resucitado diciendo que “obra ya en los corazones humanos por la fuerza de su Espíritu (`per virtutem Spiritus sui'), no sólo suscitando el deseo del siglo futuro, sino con eso mismo animando, purificando y robusteciendo los deseos generosos con los que la familia humana trata de volver más humana su propia vida y subordinar toda la tierra a este fin” (GS 38)
Oración: “Recibid el Espíritu Santo”(Jn 20, 19-23)
Festejamos hoy, Jesús resucitado, el inicio de tu Iglesia:
de esta asamblea de personas atraídas misteriosamente,
a celebrar tu presencia cada domingo.
Parece increíble, pero es verdad:
tu vida sigue alegrando y pacificando a mucha gente.
El evangelio de hoy sigue siendo realidad:
el domingo, "primer día de la semana", nos llenas de alegría;
nos das tu paz, al infundirnos tu aliento, tu Espíritu;
nos renuevas tu misión: “podéis ir en paz”.
Tu Iglesia recuerda hoy:
“lo que pasó en los comienzos de la predicación evangélica” (colecta misa);
“entras, yte pones en medio...” de los discípulos:
que tienen cerradas las puertas y la esperanza;
están entristecidos por haberte abandonado;
no se atreven a continuar tu misión.
Tu Espíritu, “tu gloria”, hace el milagro:
sin reproches, se sienten perdonados y llenos de paz y alegría;
les activas la confianza y entregas la misión:
“como el Padre me envío, así os envío yo”.
El gesto de alentar recuerda:
la infusión del espíritu en la creación del ser humano;
la visión profética del espíritu que revitaliza huesos secos;
el resurgir de un pueblo nuevo, “seré su Dios y ellos serán mi pueblo”;
el “nacer del Espíritu”, propuesto a Nicodemo para entrar en el reino.
En tu Espíritu va incluida tu misión:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19).
“Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10).
“No he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo”(Jn 12,47).
“Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo:
para dar testimonio de la verdad”(Jn 18,37).
“No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas:
no he venido a abolir, sino a dar plenitud” (Mt 5,17).
Aquí estamos, Cristo, para aceptar tu Espíritu:
nos reconocemos “carta de Cristo...
escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo” (2Cor 3,3).
“Dios nos ungió, nos selló y ha puesto su Espíritu
como prenda en nuestros corazones” (2Cor 1,21-22).
“Habéis sido marcados con el sello del Espíritu Santo prometido” (Ef 1,13).
Que tu Espíritu modele nuestro pensar:
como la tinta el pensamiento de quien escribe.
Que tu Espíritu nos empape de tus sentimientos,
como el óleo transmite su perfume.
Que tu Espíritu imprima y haga brillar en nuestra vida tu imagen.
Que tu Espíritu, tu Amor, sea “nuestra gloria”.
Creo en Dios Padre todopoderoso...
Preces de los Fieles (Domingo de Pentecostés 31.05.2020)
No hacemos oración para “despertar” a Dios o “informarle” de nuestra situación. “Vuestro Padre, dice Jesús, lo sabe” (Mt 6,8; 6,32; Lc 12,30). La oración nos “despierta”, nos “informa” de su Amor, nos hace “generosos y compasivos”, si nos dejamos llevar del Espíritu que “da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Rm 8,16). Pidamos esta conciencia diciendo: “Aceptamos tu Espíritu, que nos habita”.
Por la Iglesia:
- que “no apague el Espíritu ni desprecie las profecías” (1Tes 5,19-20);
- que respete y promueva los diversos dones del Espíritu.
Roguemos al Señor: “Aceptamos tu Espíritu, que nos habita”.
Por las intenciones del Papa (Mayo2020):
- que “los diáconos sean fieles al servicio de la Palabra y de los pobres”;
- que “sean un signo vivificante para toda la Iglesia”.
Decimos al Señor: “Aceptamos tu Espíritu, que nos habita”.
Por toda la sociedad:
- que duela la injusta distribución de los bienes de este mundo;
- que escuche a su propio corazón y descubran la fraternidad universal.
Decimos al Señor: “Aceptamos tu Espíritu, que nos habita”.
Por las diversas religiones:
- que ofrezcan, sin violencia, su oferta de sentido de la vida;
- que ayuden a vivir humanamente a todos.
Decimos al Señor: “Aceptamos tu Espíritu, que nos habita”.
Por los niños y jóvenes:
- que tengan el Espíritu de Jesús como sentido y fuerza de su vida;
- que trabajen por su crecimiento personal y social.
Decimos al Señor: “Aceptamos tu Espíritu, que nos habita”.
Por los más necesitados: de salud, alimentos, ánimo, compañía...:
- que pidan, busquen, se unan... por una sociedad mejor;
- que se conviertan al Espíritu de Jesús que les acompaña siempre.
Decimos al Señor: “Aceptamos tu Espíritu, que nos habita”.
Por nuestra comunidad celebrante:
- que percibamos la presencia del Espíritu entre nosotros;
- que valoremos todos los carismas o dones que nos regala.
Decimos al Señor: “Aceptamos tu Espíritu, que nos habita”.
Gracias, Jesús hermano, por hacernos partícipes de tu Espíritu. Él nos trae tu libertad para vivir en el Amor más generoso, el Amor del Padre, que vive por los siglos de los siglos.
Amén.
Preparación de las ofrendas (texto en domingo 2º Pascua)
Oración sobre las ofrendas:
Señor y Dios nuestro, concédenos, según la promesa de tu Hijo, que el Espíritu Santo nos revele con más claridad el misterio de este sacrificio y nos manifieste toda su verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Plegaria eucarística (texto en domingo 2º Pascua)
Comunión (texto en domingo 2º Pascua)
Oración después de la comunión:
Señor Dios, que concedes a tu Iglesia los bienes del cielo, conserva en ella la gracia que le has dado, para que el Espíritu Santo sea siempre nuestra fuerza, y esta eucaristía nos sirva para la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros. Amén.
Leganés (Madrid), 31 mayo 2020.