¡Cuántas veces la Iglesia no ha visto “el vino ni el trigo” que hay fuera de sus leyes! Ha ignorado la libertad, la lucha obrera, la democracia, los sacerdotes casados, la igual dignidad de la mujer... Domingo 15º TO (12.07.2020): La Iglesia “tiene embotado el corazón” por sus leyes

“Nuestra fe es desafiada a descubrir el trigo que crece en medio de la cizaña” (EG 84)

Comentario: “Bienaventurados vuestros ojos y oídos porque ven y oyen” (Mt 13, 1-23)

En tres domingos leemos el discurso “en parábolas” del cap. 13. Siete parábolas para explicar el reino de los cielos. Tres (sembrador, grano de mostaza y levadura), comunes con Marcos y Lucas. Cuatro (trigo-cizaña, tesoro escondido, perla preciosa y la red), exclusivas de Mateo. El sembrador está también en el Evangelio apócrifo de Tomás (Dicho nº 9; texto copto de Nag Hammadi. Ed. bilingüe de A. de Santos Otero, Los Evangelios Apócrifos. BAC, 2005).

La parábola imagina a un sembrador echando la semilla en terrenos distintos:

  1. a) “Al borde del camino” (vv. 4.19): suelo endurecido por pisadas y carruajes. La simiente queda al descubierto. Los pájaros se la comen. Representa a quienes “escuchan sin entender”. Personas endurecidas por ideas fijas, experiencias negativas, cansancio interior, blindaje legal
  2. b) “En terreno pedregoso”(vv. 5-6.20-21): apenas hay tierra; brota la semilla, pero“por falta de raíz se seca”. Son quienes escuchan la buena noticia y la aceptan con alegría; pero no profundizan, ni se convencen, y, por ello, son inconstantes, y, en cuanto llega la dificultad, la
  3. c) “Entre abrojos”(vv. 7.22): crece, pero los abrojos la ahogan, impiden que llegue a la madurez y a dar fruto. Representa a quien “escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril”. Sin libertad interior y exterior no hay fruto humano.
  4. d) “Entierra buena”(v. 8.23): porosa, húmeda, cálida, sin piedras ni zarzas, libremente convencida. Da fruto más o menos según la lluvia, la calidad del suelo, el cuidado, etc. Son quienes “escuchan y entienden la Palabra”, y, en consecuencia, “da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno”. 

Reflexión sobre el sentido de las parábolas entre la parábola y su explicación (vv. 10-17).Hay gente que no entiende la voluntad divina. Jesús les aplica este desconcertante proverbio: “al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene”. Refrán rural que suele cumplirse en la vida real: el que tiene puede aumentar su patrimonio, pero el que no tiene o tiene muy poco acaba perdiendo. Jesús lo aplica al reino de Dios: quien lo oye y lo profundiza progresará cada vez más, pero quien no lo escucha ni profundiza lo abandona poco a poco hasta quedarse vacío, sin sentido ni proyecto vital. Lo intuyó también el profeta Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure” (Mt 13,14-15). Texto que utilizará Jesús en distintas ocasiones, y Pablo, para explicar la cerrazón ante la conversión al evangelio (Jn 12,40; He 28,26s). Hay que volver el corazón al amor del Dios Padre-Madre, y escuchar desde el corazón su Espíritu que habla en la intimidad de la conciencia. Puede aplicarse también a quienes “se resisten a probar hasta el fondo el gusto de la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante” (Evangelii Gaudium 81). 

La ley eclesial a veces “embota el corazón”. Los cristianos “llamados a iluminar y a comunicar vida, finalmente se dejan cautivar por cosas que sólo generan oscuridad y cansancio interior, y que apolillan el dinamismo apostólico” (EG 83). “Los males de nuestro mundo -y los de la Iglesia- no deberían ser excusas para reducir nuestra entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos para crecer. Además, la mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que «donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). Nuestra fe es desafiada a vislumbrar el vino en que puede convertirse el agua y a descubrir el trigo que crece en medio de la cizaña” (EG 84). ¡Cuántas veces la Iglesia no ha visto “el vino ni el trigo” que hay fuera de sus leyes! Ha desoído la libertad (investigación, pensamiento, expresión...), la cuestión obrera, la democracia, los sacerdotes casados, la igual dignidad de género... Cuestiones que no quiere ni dialogar por no cambiar sus leyes. Eso es “cerrar los ojos, endurecer los oídos, no entender con el corazón ni convertirse para que el Señor nos cure” (Mt 13,15).

Oración: “Bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen” (Mt 13, 1-23)

A vosotros se os ha dado a conocer los secretos del Reino:

Sí, domingo tras domingo, Jesús, vamos conociendo tu Reino: 

en parábolas y con palabras directas;

en tu vida, que acoge, cura, da de comer, sufre ante el mal y la injusticia;

en el consuelo, paz y alegría... que nos trae tu presencia resucitada;

en momentos de silencio, donde el corazón oye tu Espíritu;

en iluminaciones que ven el bien entre tinieblas;

en el dolor de la conciencia al resistir tus invitaciones;

en el ejemplo de muchas personas que aman como Tú...

Nuestra vida, Señor,es corta en frutos de tu Reino:

dentro y fuera de la comunidad, no abundamos

en obras de colaboración y, sobre todo, de ayuda al necesitado;

en esfuerzos por la verdad, sin interés partidista, sin fanatismo;

en trabajos por los derechos humanos: escucha, respeto, defensa...;

en compromisos por la fraternidad y la paz...

Tal vez no acabamos de entender tu Palabra:

no la escuchamos despacio, con mente abierta, sin prejuicios;

la rechazamos como excesivamente utópica, irrealizable...;

tenemos ya “nuestra idea” fija, endurecida como los caminos;

no permitimos modos de entender la vida, al margen de la ley;

nos blindamos en nuestras leyes con el caparazón del fanático,

que identifica la ley con la ética y el ideal cristiano;  

que cree verdad sólo lo que él ve como verdadero;

que fuerza la libertad propia y ajena hasta límites inhumanos.

Tal vez, Jesús, sea nuestra pobre personalidad:

terreno pedregoso, que no tiene raíces... y enseguida sucumbe”;

tan superficial, siempre con prisa, sin corazón...;

entusiasmado por tu buena noticia, pero sin dejarla fermentar;

reacio al silencio y al encuentro con nuestra intimidad;

preocupado por la apariencia, el boato, el quedar bien, la ley...;

inconstante en ser verdadero, justo, libre, amigo de la vida;

cualquier dificultad o persecución nos echa del camino.

También mis vicios arraigados no me dejan seguirte:

son lasabrojos, los afanes de la vida y la seducción de las riquezas”;

mis deseos de poder, de riqueza y de gloria, son muy fuertes;

deseos esculpidos en roca, en oro, en vestimentas deslumbrantes,

en ceremonias humeantes, en reverencias múltiples...;

disimulando el egoísmo redomado, astuto jefe de este mundo.

Cristo Jesús, tierra buena”, vencedor de toda tentación:

queremos dejarnos conducir por tu Espíritu:

que guíe “nuestros ojos para que miren y vean”,

que afine “nuestros oídos para escuchar y entender con el corazón”.

Que nuestra vida, Señor, sea “tierra buena”:

acogedora de tu Buena Noticia;

convencida libremente de la verdad;

liberada de prejuicios e ingenuidades;

decidida a vivir de tus entrañas, de tu Espíritu de amor;

cultivada en tu oración y compromiso por el Reino;

esperanzada en “la luz que siempre derrama el Espíritu Santo

en medio de la oscuridad, sin olvidar que «donde abundó el pecado

sobreabundó la gracia» -Rm 5,20-” (EG 84).

Gracias, Señor, porque tu Palabra siempre produce fruto;

tú no desprecias nunca nuestra vida,

aunque sólo rinda el 20, 30, 40, el 50, o 60 por uno..;

queremos experimentar tu seguimiento;

queremos ver, oír y entender la vida con tu mismo corazón;  

queremos que tú, Palabra encarnada de Dios, dirijas nuestra vida,

para que sea tan eficaz como la tuya (Jn 14,12).

Preces de los Fieles (Domingo 15º TO 12.07.2020)

Estamos en época de recolección de los frutos de la tierra. Cebada, trigo, avena, centeno, alubias, lentejas... están siendo agradecidamente recogidos. La madre tierra, cuidada con inteligencia, ofrece sus entrañas. Jesús nos la pone hoy de ejemplo de vida. Pidamos que la Palabra de Dios nos habite y dé fruto diciendo: “Queremos ser tierra buena, Señor”.

Por la Iglesia:

- que siga proclamando tu Evangelio de vida para todos;

- que sea humilde, capaz de cambiar sus leyes por el Evangelio.

Roguemos al Señor:Queremos ser tierra buena, Señor.

Por las intenciones del Papa (julio 2020)

- que valoremos y cuidemos “nuestras familias”; 

- que “las familias sean acompañadas con amor, respeto y consejo”.

Roguemos al Señor: Queremos ser tierra buena, Señor.

Por los servidores de la Iglesia:

- que sirvan a tu Evangelio con tu mismo Espíritu;

- que sean testigos de tu verdad y de tu amor.

Roguemos al Señor:Queremos ser tierra buena, Señor.

Por las parroquias, comunidades...:

- que sean grupos sanos, sencillos, de buena voluntad;

- que sean capaces de dialogar y profundizar en el Evangelio.

Roguemos al Señor:Queremos ser tierra buena, Señor.

Por la gente que no participa en la comunidad:

- que reconozcamos sus valores, las semillas buenas que tienen;

- que sepan que nuestras puertas están siempre abiertas.

Roguemos al Señor:Queremos ser tierra buena, Señor.

Por los más débiles:

- que veamos en ellos el cuerpo y espíritu doloridos de Cristo;

- que sean nuestros amigos.

Roguemos al Señor:Queremos ser tierra buena, Señor.

Por esta celebración:

- que el Evangelio nos llegue al alma, nos cure, nos entusiasme;

- que la comunión con Cristo y los hermanos nos quite las malas hierbas.

Roguemos al Señor: Queremos ser tierra buena, Señor.

Creemos, Señor, que estos deseos son voluntad tuya. Queremos realizarlos con la fuerza de tu Espíritu, que nos habita, nos anima y fortalece, por los siglos de los siglos.

Amén.

Jaén, 12 de julio de 2020

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