Más de una vez he oído decir a clérigos, con corsé al menos exterior,: “el que no acepte las normas de la Iglesia que se vaya” Domingo 16º TO (19.07.2020): puritanismo e intolerancia no son evangelio

Ahora toca ser “granos de mostaza” y “fermento”

Comentario: “La buena semilla son los ciudadanos del Reino” (Mt 13, 24-43)

Leemos tres parábolas: trigo y cizaña, el grano de mostaza y la levadura. “El Reino de los cielos se parece a...”. Jesús expresa así su pensamiento con imágenes. Dice cómo llega el Reino, cómo da frutos, cómo actúa Dios, cómo lo podemos encontrar, cómo exige vigilancia, decisión, etc.

La parábola del trigo y la cizaña (Mt 13,24-30), exclusiva de Mateo, (vv. 36-43), distingue tres etapas de actuación: siembra, crecimiento, siega. Hay un labrador (vv. 24-25) que siembra trigo, y un enemigo suyo que, de noche, siembra cizaña. Al crecer (vv. 26-28a) aparecen las dos plantas, muy entremezcladas, creciendo juntas, no fáciles de separar. Los criados proponen arrancar la cizaña; el dueño propone esperar a la siega (vv. 28b-30), para recoger, separar y asignar sus destinos respectivos . El Evangelio apócrifo de Tomás (n. 57) recoge esta parábola y su clave interpretativa: “Dijo Jesús: El Reino del Padre se parece a un hombre que tenía una semilla. Vino de noche su enemigo y sembró cizaña entre la buena semilla. Este hombre no consintió que ellos (los jornaleros) arrancasen la cizaña, sino que les dijo: `No sea que vayáis a escardar la cizaña y con ella arranquéis el trigo; ya aparecerán las matas de cizaña el día de la siega, se las arrancará y se las quemará”. Se ve clara la intención de Jesús frente a los intolerantes e impacientes, representados por los jornaleros. Jesús pone como modelo el proceder del Padre: confianza en la buena semilla, paciencia, esperar la justicia final.

Ante la pregunta de los jornaleros:¿quieres que arranquemos la cizaña?”, responde el dueño (el Padre Dios): “dejadlos crecer juntos hasta la siega”. La paciencia divina es fruto de su amor, comprometido con los procesos personales. Como un buen padre, su paciencia no tiene límites con sus hijos. Más de una vez he oído decir a clérigos, con corsé al menos exterior,: “el que no acepte las normas de la Iglesia que se vaya”. Ahí, pienso, está la actitud impaciente del jornalero: arrancar lo que a él le parece “cizaña” sin discernir la voluntad divina. “Toda ley eclesial es voluntad de Dios”, deben pensar, sin confrontarla con el Espíritu de Jesús, expresado en el Nuevo Testamento y la Tradición viva, sinodal, de la Iglesia. El puritanismo y la intolerancia no tienen base en la vida de Jesús. Pero tienen historia en la Iglesia. “Se cuenta que en la dieta de Worms (1521), Lutero exclamó que su conciencia estaba prisionera de la palabra divina. Y el oficial representante de Roma, Johann von Ecke, le contestó: «Deja estar tu conciencia, Fray Martín; la única cosa segura es someterse a la autoridad establecida»” (J. I. González Faus, “La autoridad de la verdad”. Pág. 80).

La intolerancia contra los críticos de la institución, la exageración del principio de autoridad, la exigencia de uniformismo disciplinar, la resistencia al cambio de normas revisables, la actitud de desprecio y marginación hacia los sacerdotes casados, la cerrazón frente a la igualdad de la mujer en Cristo (con el consiguiente acceso a todo ministerio), la negación democrática para elegir cargos, la actitud ante la sexualidad, etc., han sido y siguen siendo rasgos de los dirigentes de la Iglesia católica romana. Por estos rasgos “no habla el Espíritu del Padre” (Mt 10,20). Es puritanismo, unido al fanatismo supremacista, centrado en sus creencias humanas, en sus “rituales de sumisión”, en su moral sexual tradicional. Desprecian las opiniones ajenas contrarias, aunque sean evangélicas. La esencia fanática es “obligar a los demás a cambiar” (Amós Oz). “Ellos no está dispuestos a mover un dedo para empujar” (Mt 23,4), aún sabiendo que es para el bien de los hijos de Dios.

La buena semilla son los ciudadanos del Reino”, pero éstos sólo “brillarán como el sol en el Reino de su Padre” al final de los tiempos. Ahora toca ser “granos de mostaza” y “fermento”: ser humildes animadores del bien y la verdad. “La mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que «donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). Nuestra fe es desafiada a vislumbrar el vino en que puede convertirse el agua y a descubrir el trigo que crece en medio de la cizaña” (EG 84).

Oración: “La buena semilla son los ciudadanos del Reino” (Mt 13, 24-43)

Hoy, Jesús, nos dices que el Reino de los cielos está en el mundo:

con peligro de malograrse, como el trigo en medio de la cizaña;

con capacidad de crecimiento, pero pequeño como el grano de mostaza;

con mucha eficacia transformadora, como el fermento de la harina.

El reino de Dios está en nuestro corazón como en el tuyo:

el Espíritu de Dios está sobre mí, porque me ha ungido;

me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres,

a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos,

a poner en libertad a los oprimidos,

a proclamar el año de gracia del Señor (Is 61,1-2).

Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír” (Lc 4, 16-21).

conoces el Misterio de la vida y su voluntad:

el poder de Dios, tu Padre, es amar y dar vida;

su poder no es doblegar, dominar, imponer, anular libertades;

su poder es amor, ánimo de bien, perdón, apertura a la verdad;

paciencia con la cizaña: “dejadlos crecer juntos hasta la siega”. 

Todo lo contrario de nuestra actitud:

de separar “los buenos” y “los malos”;

de negar tu amor a quien no cumple “nuestras leyes”;

de arrancar hasta la vida, a quien no acepta “nuestra fe”;

hasta en los cementerios hemos separado a justos e injustos.

Contradecimos claramente tu evangelio:

sed hijos de vuestro Padre celestial,

que hace salir el sol sobre malos y buenos

y manda la lluvia a justos e injustos...

Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 45-48; Lc 6, 27-38).

El fanatismo religioso ciega y aleja del Dios Padre:

llena de soberbia creyendo conocer perfectamente la realidad;

nos convence de que somos todo bien, sin mezcla de mal alguno;

creemos que los “malos” son todo vacío y noche, perversión y maldad;

suponemos que los “malos” no pueden cambiar;

somos prontos en juzgar y corregir drásticamente;

nuestras leyes las hacemos santas, fruto de la divinidad;

hemos hecho guerras, eliminado “herejes”, destruido vidas santas...;

todo “en nombre de Dios” o para defender a Dios.

Jesús, dulce y humilde de corazón:

hoy nos das el criterio del Padre Dios: 

dejadlos crecer juntos hasta la siega”;

la buena semilla son los ciudadanos del Reino”; 

brillarán como el sol en el Reino de Padre” al final de los tiempos.

Jesús hermano, queremos el Reino del Padre:

“semilla” de amor, de verdad, de justicia, de libertad, de paz...:

“semilla” que tiene una fuerza incalculable de libertad y vida;

“semilla” sembrada y arraigada en nuestro mundo;

“semilla” que hace suyos “los gozos y esperanzas,

tristezas y angustias de las personas de nuestro tiempo,

sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (GS 1).

Llena nuestro corazón, Jesús, con tu paciencia:

para no asustarnos ni escandalizarnos ante debilidades ajenas;

para recordar nuestras miserias, conocidas y perdonadas por tu amor;

para ser comprensivos y tolerantes;

para no ser jueces de la conciencia de nadie;

para esperar el crecimiento silencioso del bien;

para aceptar y acoger a toda persona;

para reconocer “la semilla” del Reino en todo corazón;

para ser “ramas” y nidos cálidos de vida y libertad;

para contagiar la fuerza de tu amor en toda ocasión.

Preces de los Fieles (Domingo 16º TO 19.07.2020)

“Es mejor no tener ningún Dios”, afirman algunos ante los enfrentamientos violentos por razones religiosas. Así se evitan conflictos, discriminaciones de género, prácticas terroristas inspiradas en la religión... El Padre de Jesús es fuente de todo lo contrario: sólo quiere el amor, la paz, el respeto al diferente, la paciencia ante el lento avance del bien. Pidamos tener su misma actitud, diciendo: “dejadlos crecer juntos”.

Por las Iglesias cristianas:

- que el Amor prime sobre sus dogmas, ritos y normas...;

- que vivan y defiendan los derechos humanos.

Roguemos al Señor: dejadlos crecer juntos”.

Por las religiones:

- que respeten el derecho a la vida, a la salud, a la educación;

- que sean capaces de dialogar y ofrecer su salvación con libertad.

Roguemos al Señor: dejadlos crecer juntos”.

Por nuestra Iglesia católica:

- que “lo que afecta a todos sea tratado y aprobado por todos”;

- que se deje llevar por el Espíritu de la libertad de los hijos de Dios.

Roguemos al Señor: dejadlos crecer juntos”.

Por las intenciones del Papa (julio 2020)

- que valoremos y cuidemos “nuestras familias”; 

- que “las familias sean acompañadas con amor, respeto y consejo”.

Roguemos al Señor: dejadlos crecer juntos”.

Por quienes presiden nuestras comunidades:

- que expliquen, perdonen, amonesten... con delicadeza y respeto;(1Pe 3,15-16;

- que sostengan a los débiles y tengan paciencia con todos (1Tes 5,14).

Roguemos al Señor: dejadlos crecer juntos”.

Por nuestra celebración:

- que nos haga superar la desilusión, el fracaso, la impaciencia;

- que nos enseñe el valor de lo poco, lo diario, lo débil.

Roguemos al Señor: dejadlos crecer juntos”.

Queremos, Señor Jesús, ser semilla del Reino del amor y de la paz, de los derechos humanos, de la vida para todos, de la ayuda mutua, del respeto, la convivencia y el dialogo con todos. Confiamos en la fuerza de tu Espíritu que vive por los siglos de los siglos.

Amen.

Jaén, 19 de julio 2020

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