Jesús respeta la sociedad y sus exigencias sociales. Pero, como profeta del amor del Padre, invita al respeto de la imagen de Dios, que es todo ser humano Domingo 29º TO (18.10.2020): respetemos la imagen de Dios en todo ser humano

Líbranos, Jesús del ser humano, de todo fanatismo

Comentario: “Dad al César lo... del César y a Dios lo... de Dios” (Mt 22, 15-21).

Tras exponer las tres parábolas que denuncian la hipocresía, “los sumos sacerdotes y los fariseos... comprendieron que hablaba de ellos. Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta” (21, 45-46). Hoy leemos el primer acto de estrategia contra Jesús. Los dirigentes no dan la cara, envían a unos discípulos con unos herodianos (partidarios de Herodes). Unos y otros aceptaban el tributo por interés político. Así gozan de libertad para seguir dominando. La gente creía una ofensa a Dios, único Señor de Israel, pagar al César. En el año 6 a.C. Judas el Galileo encabezó una insurrección al promulgarse un censo para cobrar impuestos.

Suena a ironía: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias” (v. 16). Amparados en este elogio introducen una pregunta envenenada: “¿es lícito pagar impuesto al César o no?” (v. 17). Si lo considera lícito, los fariseos le acusarán de colaboracionista. Si está en contra, los herodianos le declararán enemigo del César.

Jesús, conociendo su maldad (“ponería”: “mala voluntad”), les dice: “¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis?” (v.18). Al pedirles que le “enseñen la moneda del impuesto”, les descubre su complicidad con el sistema romano. Jesús pregunta de quién es la imagen y la inscripción. “Del César”, dicen. “Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (v. 21). Esta frase se utilizó en el medioevo para el reparto del poder en la tierra: poder espiritual y poder temporal. Esta interpretación ayudó a implantar una dictadura temporal y espiritual, error histórico de la Iglesia. Jesús no quiso oprimir a nadie. La libertad de creer y el amor universal, incluso a los enemigos, (toda persona es mi hermana, “fratelli tutti”), desde el Espíritu que nos habita, están en la base cristiana. La organización social, temporal, tiene “consistencia, verdad y bondad propias” (GS 36). Jesús no rehuye pagar impuestos (Mt 17, 24-27). Eso no impide vivir el amor del Padre: “dad a Dios lo que es de Dios”. Vivir en el Amor es reconocer la imagen divina en el ser humano (Gn 1,7). La dignidad personal es don originario. De nacimiento somos imagen de Dios. El cristiano, llamado a vivir los valores del Reino, animado por el Espíritu de Jesús, debe respetar la dignidad humana, los derechos y deberes humanos. La gracia no suprime la naturaleza, la perfecciona.

Ya San Agustín afirmaba: “El César busca su imagen, dádsela. Dios busca la suya: devolvédsela. No pierda el César su moneda por vosotros; no pierda Dios la suya en vosotros” (Com. Salmo 57,11). Jesús respeta la sociedad y sus exigencias sociales. Pero, como profeta del amor del Padre, invita al respeto de la imagen de Dios, que es todo ser humano. Está fermentando la sociedad con su evangelio.

Oración: “Dad al César lo... del César y a Dios lo... de Dios” (Mt 22, 15-21)

Jesús sincero, de corazón limpio:

religiosos y políticos, quieren utilizarte;

empiezan adulándote: “Maestro, sabemos que eres sincero

y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad,

sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias” (v. 16);

terminan por hacerte una pregunta envenenada:

¿es lícito pagar el impuesto al César o no?”.

Si dices que sí, te critican como colaboracionista del poder,

e impío por aceptar la inscripción: “César, hijo del divino Augusto”.

Si dices que no, los herodianos te acusan de rebelde y enemigo del César.  

Percibiste, Jesús del buen sentido, su mala intención:

“¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis?”.

Les pones ante la realidad del uso habitual del denario:

imagen, inscripción y utilización obediente.

Con su vida reconocen la soberanía del poder romano;

y se creen infieles al único soberano de su pueblo, a Dios.

Te piden que des la cara por ellos y te enfrentes al poder civil.

Tu respuesta debió dejarles perplejos:

dad al César lo que es del César”;

las monedas llevan su imagen y a él le pertenecen.

Dad a Dios lo que es de Dios”:

las personas son imágenes de Dios;

sólo a Dios le pertenecen, él es su soberano;

la persona es sagrada y digna del mayor respeto. 

Los fanáticos religiosos quieren suplantar a Dios:

identifican sus leyes y gobierno con la voluntad divina;

incluso matan en el nombre del Padre,

que hace salir el sol sobre justos e injustos” (Mt 5,45).

Los fanáticos políticos o ideológicos hacen lo mismo:

imponen la ley del más fuerte, del más astuto...;

marginan, encarcelan y matan a sus oponentes;

convierten las personas en mercancías: valen si producen.

Tú, Cristo de todos, has vivido esta tensión:

No sólo de pan vive el hombre, le dijiste al tentador,

sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

No tentarás al Señor tu Dios”, poniéndole a tu servicio,

queriendo que legitime tus privilegios e imposiciones.

Sólo a Dios adorarás”, no al poder, a la gloria y al dinero.

Esta tensión entre fe y política acompaña siempre:

hacemos folklore o exhibición “imperial” de ciertos sacramentos...;

invitamos a los políticos a copresidir actos religiosos...;

aparentamos una autoridad uniformada, privilegiada;

utilizamos el poder político para sostenimiento económico...;

los políticos quieren relegar lo religioso al templo:

que la fe no hable en ámbitos públicos;

que no critique ninguna actuación política.

El fanatismo no deja ver ni seguir la verdad:

unos y otros, Señor Jesús, te quitarán de en medio;

unos y otros siguen marginando a los profetas:

que denuncian la falta de libertad y transparencia;

que defienden a los marginados, a los débiles...

Líbranos, Jesús del ser humano, de todo fanatismo:

ayúdanos a vivir en libertad digna de tu amor,

a respetar a todo ser humano,

a amar como el Padre Dios nos ama,

a dejarnos conducir por tu Espíritu de amor y de vida.

Preces de los Fieles (D 29º TO 18.10.2020)

Aquí estoy, envíame” (Is 6,8) es el lema del Domund 2020. Las Iglesias jóvenes y los pueblos que no conocen a Cristo, necesitan cristianos enviados para afianzar o crear comunidades cristianas. Es el mundo de las “misiones”, por el que oramos hoy y enviamos nuestra ayuda. Oremos diciendo: queremos ser testigos tuyos, Señor.

Por las intenciones del Papa (octubre 2020):

- que “la misión de los laicos en la Iglesia” sea real, respetada, fraterna;

- que “las mujeres, participen más en las instancias de responsabilidad de la Iglesia”.

Roguemos al Señor: queremos ser testigos tuyos, Señor.

Por el compromiso de la Iglesia:

- que seamos “dichosos poniendo en práctica” (Jn 13,17) el Amor;

- que achiquemos distancias, nos abajemos, toquemos el sufrimiento.

Roguemos al Señor:queremos ser testigos tuyos, Señor.

Por la actividad misionera:

- que “todo lo humano encuentre eco en nuestro corazón” (GS 1);

- que nuestro amor espere y “evite maltratar límites” (Ev. Gaudium 24).

Roguemos al Señor:queremos ser testigos tuyos, Señor.

Por la fecundidad misionera de nuestra comunidad:

- que esté atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda;

- que celebre los frutos, aunque “sean imperfectos o inacabados”.

Roguemos al Señor:queremos ser testigos tuyos, Señor.

Por la reforma evangélica de la Iglesia:

- que cambie lo que impide ser “cauce adecuado de evangelización”;

- que atienda a los signos de los tiempos y al Espíritu que ilumina.

Roguemos al Señor:queremos ser testigos tuyos, Señor.

Por estacelebración:

- que nos dé a sentir la urgencia del evangelio;

- que la comunión con Jesús sea comunión con sus sentimientos.

Roguemos al Señor:queremos ser testigos tuyos, Señor.

Bendícenos y haznos misioneros del Evangelio. Que defendamos los derechos humanos y anunciemos tu Amor, que vive por los siglos de los siglos.

Amén.

Jaén, 18 de octubre de 2020

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