"Y el Niño tuvo que ir a nacer donde nacen siempre los pobres del mundo: en un corral" La soledad y las soledades: Gritos de infancia en la Navidad 2024

Un niño camina entre los escombros en Gaza
Un niño camina entre los escombros en Gaza EFE

"¿De qué estamos hablando? Eso no fue la Navidad de verdad. La realidad es que “no hubo lugar para ellos en toda la ciudad de Belén ni en los entornos”. Y el Niño tuvo que ir a nacer donde nacen siempre los pobres del mundo: en un corral de animales bravos que aguardaban el día recluidos para poder entrar en la ciudad cuando se abriesen las puertas y empezar pronto el mercadeo, en cuyo lote irían también el niño y sus padres a la par que la bichería. En Navidad todo se compra y todo se vende"

He leído  hace poco la oración de un niño pequeño que no tenía nadie con quien hablar ni jugar: “Dios, Padre bueno: ¿Y tú no podrías ayudarme a no sentirme tan absolutamente solo?” . Me removió profundamente por dentro. Yo también experimenté eso.

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No voy a acudir a la casuística de las revistas y periódicos ni a los múltiples razonamientos filosóficos o de la psico-sociología sobre el tema. Solo quiero acercarme a las soledades concretas de la infancia de hoy, pero teniendo en cuenta la realidad de mi trayectoria vital. “Del dolor y del sufrimiento siempre nos vienen a hablar gente que no pasó por ellos. Y, en ese caso, ¿de qué sirve?”.

Llega Navidad, Año nuevo y Reyes y hay mucha gente que se siente devorada por la soledad. Hoy me voy a centrar en los niños/as y adolescentes. Siempre me llamó la atención aquello de: “Ponga un pobre a su mesa en Nochebuena o Navidad”. “Ningún niño sin un juguete por Reyes. Regale los que tenga de sobra en casa”. No critico. Pero noto que nos gusta mucho flotar por la espuma superficial de la gran riada mundial. Así ya no precisamos lavarnos la conciencia personal y colectiva.

Francisco, rodeado de niños en la audiencia general
Francisco, rodeado de niños en la audiencia general Vaticaan Media

¿No sería mejor que entrásemos en la profundidad existencial del hoy y aquí que nos toca vivir? Yo preferiría escuchar:

“Ningún niño/a sin escuela de calidad durante el año”. “Ningún niño/a sin pediatra o médico, sublimentado o desnutrido”. “Ningún niño/a en ambientes peligrosos de droga, pornografía o en ambientes generadores de delincuencia, miseria, pobreza, maltrato y malos tratos”. “Ningún niño/a huérfano por violencia contra la madre o por ‘muerte vicaria’ cómo por eufonía se nos dice ahora”. Eso ya sería la Navidad.

Los notables, honrados, y poderosos dirigentes de este universo, con la anuencia de sus forofas camadas populares, nosotros, prometen un regalo impresionante para el 2025:  anuncian echar “mundo adelante” infinidad de refugiados, niños, viejos, hombres y mujeres de toda edad y condición. Les darán, a cambio, sobreabundantes bombas que explosionen a lo bestia para que les iluminen en la oscuridad de la noche, aterradoras motosierras en campañas de TV, bulos, miedos y amenazas, cárceles flotantes, etc.

Escuela en Líbano con niños refugiados sirios
Escuela en Líbano con niños refugiados sirios

Hay mucho armamento que, si no se usa, va a caducar. Y ya sería un despilfarro enorme no aprovecharlo ahora que sobra tanta gente. ¡Pero, ojo! Eso irá envuelto en un acto de soberana humanidad: Habrá una tregua de unas horitas para poder cenar y tomar las uvas tranquilos y en la paz de la familia. ¡Es Navidad! ¿En la familia de quién? Por supuesto en la de ellos. ¡Qué sensibilidad!, ¿no es cierto?

¿Qué está pasando hoy en nuestro mundo? Nos centramos en la anécdota y perdemos la categoría. Tocante a las motivaciones: lo hacemos más por no estar a gusto con nosotros mismos que por remediar las causas estructurales, sociales, políticas, económicas, pedagógicas, valores relacionales y de convivencia, etc., de las que nos habla la ética universal y civil y que nos recuerda a diario el Papa Francisco.

Si realmente las Navidades, además del estimado juguete, que está bien, no nos revuelven “las tripas”, las entrañas, la pobreza y las miserias que nosotros toleramos y creamos con nuestra forma de organizar el mundo, la economía, la política, los partidos y las diversas formas asociativas de transformación estructural..., entonces, en ese caso, “somos como cencerros que aturden o sonajeros dormideros de conciencias”. (Pablo, 1ª Corintios 13, 1).

Quiero erguir mi clamor unido a ti para gritar fuerte contra la soledad de los niños que se sigue con crueldad hoy con los abusos y masacres en las guerras actuales y en las de siempre, incluidas las domésticas

Yo fui un niño huérfano de madre muy pronto, por causas naturales. Falleció mamá y también el niño. En la casa quedó gran vacío y tristeza. Pero teníamos mucho amor y eso era muy grande. Sin embargo, había otra cara de la realidad cotidiana: estábamos en una posguerra muy cruel. ¿Y el ambiente general? ¡Cuántos miedos, oh mi Dios! ¡Y el hambre! Por eso quiero erguir mi clamor unido a ti para gritar fuerte contra la soledad de los niños que se sigue con crueldad hoy con los abusos y masacres en las guerras actuales y en las de siempre, incluidas las domésticas. Siempre la misma maldición. Cada vez más los psicólogos nos alertan de los suicidios infantiles y de adolescentes. ¿Vale la pena vivir?

Refugiados sirios llegan a Lesbos
Refugiados sirios llegan a Lesbos

Sí. Ya sé que las Navidades son más para pandereta y cantar en grupos: La Virgen, entre cortina y cortina, se ocupa en peinar sus cabellos de oro, con peines de plata fina y, de paso, se entretiene aburrida admirando cómo los peces beben y beben y vuelven a beber”. ¿De qué estamos hablando? Eso no fue la Navidad de verdad. La realidad es que “no hubo lugar para ellos en toda la ciudad de Belén ni en los entornos”. Y el Niño tuvo que ir a nacer donde nacen siempre los pobres del mundo: en un corral de animales bravos que aguardaban el día recluidos para poder entrar en la ciudad cuando se abriesen las puertas y empezar pronto el mercadeo, en cuyo lote irían también el niño y sus padres a la par que la bichería. En Navidad todo se compra y todo se vende.

Esta sigue siendo la realidad y la grande soledad de los pobres del mundo. También, y principalmente, de los niños/as. Solo los “ovejeros”, “los incultos y pestilentes gañanes”, fueron quien de descubrir lo que significa humanizar. Se sintieron familia de aquellos desgraciaditos forasteros que nadie conocía. ¡Si llegasen hoy al Congreso, la de insultos!

“¿Señor, y Tú no podrías hacer algo para ayudarme a no sentirme tan absolutamente solo?”

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