El corazón abierto a los derechos humanos es la base donde anida el Espíritu Escuchemos las voces libres y honradas (Domingo 3º Adviento C (12.12.2021)
Juan, una voz libre y honrada
| Rufo González
Comentario: “El os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Lc 3,10-18).
Contemplamos al Bautista “anunciando el Evangelio con muchas exhortaciones... a los que venían para ser bautizados ” (Lc 3,18.7). Los vv. 10-14, exclusivos de Lucas, narran algunas de las cuestiones morales de las exhortaciones de Juan. Son concreciones de la conversión necesaria para participar del reinado de Dios, del reino del Bien.
A todos les insta a “dar el fruto que pide la conversión”. Sólo en las obras buenas se autentifica la verdadera conversión al Bien. Pero, como aquel maestro de la ley, la gente tiende a justificarse preguntando (Lc 10,29): “¿qué debemos hacer?”. Jesús les dice: “El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo”. Es la enseñanza bíblica del año jubilar: “en realidad, no habrá ningún pobre entre los tuyos... Abre tu mano a tu hermano, al indigente, al pobre de tu tierra” (Dt 15, 4.11). Jesús extenderá esta solidaridad a todo ser humano, no sólo al compatriota.
A unos publicanos, que acudían a bautizarse, les replica: “No exijáis más de lo establecido”. Literalmente: “no cobréis más de lo que se os ha ordenado”. Juan y Jesús no desprecian a los cobradores de impuestos (publicanos), pero les piden que no corrompan su servicio público, enriqueciéndose con artimañas injustas.
A unos soldados, agentes armados que tutelaban a los publicanos en la recaudación de impuestos, les contesta: “No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga”. Serían abusos conocidos: robar con violencia, con amenazas, con acusaciones falsas. Avaria y violencia juntas son explosivas.
El pueblo, expectante, se pregunta en sus corazones “sobre Juan si no sería el Mesías”. Juan responde señalando la diferencia entre su bautismo y el del Mesías y subrayando la función de esposo respecto del pueblo que tendrá el Mesías.“Yo os bautizo con agua”. Es un signo de voluntad y esfuerzo humano por mejorar éticamente. Pero añade: “viene el que es más fuerte que yo al que no merezco desatarle la correa de sus sandalias”. Alude a la misión de Jesús, enviado de Dios, “el fuerte de Israel” (Is 1,24). La metáfora bíblica de “no merezco desatarle la correa de sus sandalias” supone la costumbre judía sobre las transacciones: “antiguamente, en los casos de compra o cambio, era costumbre que uno se quitara la sandalia y se la diera al otro” (Rut 4, 7). Reconoce que Jesús es el dueño de la sandalia, símbolo de Israel. Jesús va a desempeñar el papel que los profetas atribuyen a Dios: esposo de su pueblo (Os 2, 4ss; Is 54, 5ss; Jer 2). Será ahora el esposo de la nueva alianza (Mc 14, 24: “mi sangre de la alianza”). “El esposo que mientras está con ellos no pueden ayunar” (Mc 2, 19). Juan se considera también “el amigo del esposo, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del esposo” (Jn 3,29). Jesús será redentor de la viuda (pueblo de la Ley, cuya alianza está muerta). Juan no puede ni iniciar el proceso para quitarle su propiedad, su sandalia, su pueblo. Juan no puede suplantar al Mesías: “el que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano” (Jn 3,34-35).
“Élos bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Jesús dice: “He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!” (Lc 12,49). El fuego es imagen bíblica de la presencia divina: zarza ardiente (Éx 3,2), columna de fuego en el desierto (Éx 13, 21-22), fuego en el Carmelo (1Re 18,17-40), ascua en los labios de Isaías (Is 6,6-7). Y en Pentecostés aparece en “lenguas como llamaradas... posándose encima de cada uno” (He 2,3). Por eso el Espíritu ilumina la mente, caldea el corazón en Amor, atrae y congrega en el hogar del Padre, hornea y forja iniciativas e intenciones, abrasa y sanea nuestra vileza, incendia el corazón con deseos de verdad, de ayuda al que sufre... Lo experimentaron los de Emaús: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino...?” (Lc 24, 32). Con razón Pablo pide categóricamente: “No apaguéis el Espíritu” (1Tes 5,19).
Oración: “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Lc 3,10-18).
Escuchamos, Jesús del Adviento, a Juan, tu precursor:
está en desierto, junto al Jordán, frontera de la tierra prometida;
invita a un “bautismo de conversión” a la vida honrada;
hace suyo el clamor de los profetas:
“preparad el camino del Señor”;
destapa la hipocresía: “¡raza de víboras!,
dad el fruto que pide la conversión”...;
al mismo lado del Jordán, volverás tú, Jesús del adviento:
allí ofrecerás tu opción de vida: el reino de Dios;
allí “muchos creyeron en ti” (Jn 10, 40-42).
Escuchamos la voz libre de Juan invitando al cambio:
su ética limpia, elemental, es la base para acoger tu reino;
en sus palabras atisbamos en parte tu Espíritu;
propone compartir túnicas, comida... con quien no tiene;
a cobradores de impuestos: “no exijáis más de lo establecido”;
a unos soldados: “no hagáis extorsión
ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias,
sino contentaos con la paga”.
El corazón abierto a los derechos humanos es la base donde anida tu Espíritu;
Espíritu que te llevará a preferir a la persona herida
antes que acudir a templo (Lc 10,30-37);
Espíritu que te identifica con todo necesitado:
“tuve hambre y me disteis de comer,
tuve sed y me disteis de beber,
fui forastero y me hospedasteis,
estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis,
en la cárcel y vinisteis a verme” (Mt 25,35-36).
Espíritu que Juan anuncia para todos nosotros:
“Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”;
se hace realidad la profecía:
“derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará...;
os daré un corazón nuevo...;
os infundiré mi Espíritu...” (Ez 36,25-27).
Espíritu que nos lleva a creer en el amor del Padre:
“en él clamamos ¡Abba, Padre!;
da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios...;
intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8,15-16.26c).
Reaviva en nosotros, Cristo, el Espíritu de tu bautismo:
que ilumine y dé sentido a nuestra vida;
que caldee nuestro corazón con tu Amor;
que nos atraiga y congregue en el hogar del Padre;
que nos hornee y forje nuestra personalidad a tu imagen;
que abrase y sanee nuestras vilezas;
que nos incendie el corazón de ayuda al que sufre...
Preces de los Fieles (D. 3º Adviento C 12.12.2021)
Para celebrar bien la Navidad, hay que ser humanos: “el que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo... No exijáis más de lo establecido... No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie...”. Y reavivar el Espíritu recibido en el bautismo. Pidamos celebrar la Navidad, diciendo: “Reaviva en nosotros, Señor, tu Espíritu”.
Por la Iglesia:
- que sea honesta, transparente, justa por dentro y por fuera;
- que se deje llevar del Espíritu de libertad, de verdad, de amor...
Roguemos al Señor: “Reaviva en nosotros, Señor, tu Espíritu”.
Por las intenciones del Papa (diciembre 2021):
- que surjan “catequistas, llamados a proclamar la Palabra de Dios”;
- que “sean testigos con valentía, creatividad y con la fuerza del Espíritu Santo”.
Roguemos al Señor: “Reaviva en nosotros, Señor, tu Espíritu”.
Por los gobernantes civiles:
- que no pretendan enriquecerse sirviéndose de su poder;
- que tengan vocación servicial, sobre todo de los más débiles.
Roguemos al Señor: “Reaviva en nosotros, Señor, tu Espíritu”.
Por la paz del mundo:
- que se erradique el hambre, el analfabetismo, el paro...;
- que se atienda a los migrantes, refugiados, enfermos...
Roguemos al Señor: “Reaviva en nosotros, Señor, tu Espíritu”.
Por nuestro pueblo:
- que busque y encuentre el espíritu de la Navidad;
- que comparta, se perdone, sienta la fraternidad.
Roguemos al Señor: “Reaviva en nosotros, Señor, tu Espíritu”.
Por esta celebración:
- que el Espíritu de Jesús nos incendie el corazón;
- que comulguemos en Cristo con todos, especialmente con los más débiles.
Roguemos al Señor: “Reaviva en nosotros, Señor, tu Espíritu”.
Bendice, Señor, nuestros deseos de bien y paz. Queremos que tu Espíritu aliente nuestra vida y nos mueva a trabajar por un mundo mejor por los siglos de los siglos.
Amén.
Leganés, 12 de diciembre de 2021