En su comentario al evangelio del segundo domingo del Tiempo Común, el obispo de San Isidro, Mons. Oscar Ojea, recordó que “en la tradición de nuestros hermanos orientales existen tres manifestaciones de Epifanía, de la Gloria de Dios. La primera es la manifestación a los magos que representan los paganos, todos los pueblos que no creen o que tienen otras confesiones, el mundo entero. La segunda manifestación de la Gloria es al pueblo de Israel con el bautismo de Jesús, cuando el Padre lo proclama a su Hijo y el Espíritu desciende sobre él en forma de paloma. Y la tercera es esta manifestación de la Gloria de Dios en Jesús a sus discípulos, a sus seguidores, a sus fieles”. Por eso, afirmó que “este Evangelio de las bodas de Caná termina diciendo: “Este fue el primero de los signos de Jesús y lo hizo en Caná de Galilea, allí manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él”.

Amor esponsal de Dios a su pueblo

Según Ojea, “el primero de los signos de Jesús representa unas bodas. Esto quiere decir que estamos llamados a un amor incondicional por parte de Dios. El amor esponsal de Dios a su pueblo se traduce en el amor íntimo y profundo a cada uno de los seres humanos. Estamos llamados a un gran encuentro, para un encuentro de bodas, a un encuentro de amor”.

El obispo argentino recordó que “las bodas, además de la intimidad, tienen todo este marco social de la fiesta. En Israel duraban una semana, esta expresión de la alegría del amor humano, la celebración del amor humano”. En ese sentido, acrecentó que “en estas bodas no aparece claramente el novio, la familia del novio, el padre del novio. Aparece sí María, la madre de Jesús, que aparece dos veces en el Evangelio de San Juan: aquí y en la Cruz”, subrayando que “María va a decir las únicas palabras en este Evangelio y las últimas que ella va a decir: ‘Hagan todo lo que él les diga’. Ella no le pide nada a Jesús, se compadece de estos paisanos pobres a quienes faltaba vino para celebrar, para expresar la alegría, así como se compadece de nosotros con todo lo que nos falta, con tantas cosas que nos faltan, con tantas carencias, con tantas limitaciones, con tanta pobreza”.

María presenta la realidad a Jesús

En palabras del obispo, “ella simplemente le presenta la realidad a Jesús: ‘no tienen vino’. Es una expresión con la confianza absoluta de lo que viene después: ‘Hagan todo lo que él les diga’. Ella confía que todo lo que va a hacer Jesús está bien, va a estar bien”. Entonces, señaló Ojea, “los servidores obedecen, cumplen las consignas de Jesús y de pronto esta agua, 100 litros en cada tinaja, una cantidad impresionante de agua que significa el amor humano”. Para el obispo, “en el Evangelio el agua es el amor humano, es transformada en vino, qué significa el amor de Dios, la gracias de Dios, hasta llegar al colmo del del derroche, de la locura de amor por el ser humano. La Virgen aquí cumple el rol de estar en los detalles, observar los detalles y presentarle la realidad a Jesús”.

Finalmente, subrayó que “los primeros testigos del primer milagro son los pobres, son los sirvientes, son los que sirven a las bodas, son los que obedecen las consignas que les da Jesús. Ellos son los que comprueban que el agua ha sido transformada en vino”. Para eso pidió, “que el Señor nos haga tomar conciencia de este destino hacia el amor y hacia el encuentro profundo que tenemos todos, las bodas del Señor con la naturaleza humana, con el hombre. Que podamos tener en María siempre el consuelo de quien sabe todo aquello que nos falta y que podamos cumplir siempre la voluntad de Dios: ‘Hagan todo lo que él les diga’”.