La ley del celibato, “muy arraigada a lo largo de la historia, hoy ya no es interpretada de la misma manera y su mensaje no suele ser percibido adecuadamente...” Francisco: del “No tengamos miedo de revisarlas” (EG 43) al silencio

¿Ha mermado su llamado profético a “revisar sin miedo costumbres propias..., normas o preceptos eclesiales...”?

La Exhortación apostólica, “Evangelii Gaudium” (24 noviembre 2013), fue escrita tras el cierre del Año de la Fe y la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. El Papa quiso que este documento, a los ocho meses de ser elegido, fuera un texto programático: “No ignoro que hoy los documentos no despiertan el mismo interés que en otras épocas, y son rápidamente olvidados. No obstante, destaco que lo que trataré de expresar aquí tiene un sentido programático y consecuencias importantes. Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están” (n. 25).

Quiero comentar el número 43, en el “Capítulo I: La transformación misionera de la Iglesia”. En su apartado IV: “La misión que se encarna en los límites humanos”, viene esta llamada profética a “revisar sin miedo costumbres propias..., normas o preceptos eclesiales...”. Párrafo atrevido, valiente, motivador de reformas, causa de expectativas. Reflexión que permite esperar la reforma de la Iglesia en muchos aspectos:

I. “En su constante discernimiento, la Iglesia también puede llegar a reconocer costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma manera y cuyo mensaje no suele ser percibido adecuadamente. Pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio en orden a la transmisión del Evangelio. No tengamos miedo de revisarlas. Del mismo modo, hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa como cauces de vida” (EG 43).

          1. El celibato obligatorio es una de estas “costumbres”, venidas a “norma y precepto”. Ni siquiera es “norma o precepto” de toda la Iglesia católica. Sólo, y con excepciones, en la Iglesia Occidental. En el Rito Oriental no se exige a los presbíteros.

          2. El celibato obligatorio no está “ligado directamente al núcleo del Evangelio”: “el Nuevo Testamento, en el que se conserva la doctrina de Cristo y los apóstoles, no exige el celibato de los sagrados ministros; más bien lo propone como obediencia libre a una especial vocación o a un especial carisma (Mt 19, 11-12). Jesús mismo no puso esta condición previa en la elección de los doce, como tampoco los apóstoles para los que ponían al frente de las primeras comunidades cristianas (1Tim 3,2-5; Tit 1,5-6)” (Pablo VI: Sacerd. Caelib. 5). Además, no es cierto que lo “proponga”. Jesús sólo dice el hecho de que “hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos ellos mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender, entienda” (Mt 19,12). Es raro que Jesús no dijera “como es mi caso”. Sería obvio, al decir que “hay eunucos por el reino de los cielos”.

          3. Esta ley, “muy arraigada a lo largo de la historia, hoy ya no es interpretada de la misma manera y su mensaje no suele ser percibido adecuadamente...”.

          a. La cultura actual la interpreta como contraria a los derechos humanos. Hasta la misma Iglesia incluye entre “los derechos universales e inviolables”, “el derecho a la libre elección de estado y a fundar una familia” GS 26). Derecho que se impide por esta ley a los clérigos de la Iglesia.

          b. La psicología actual no acepta los supuestos básicos en los que asientan la obligación del celibato: “la abstinencia sexual es clave para la perfección personal y espiritual” y “es posible practicarla de por vida”. El concepto de “sublimación” ha sido eliminado por la psicología empírica como regulador de las emociones y pulsiones. Hay bastante consenso en que “los impulsos motivacionales no son sublimables”. “El sexo no se satisface dedicando la vida a fines espirituales superiores”. El sentido de la vida y el amor, la dedicación a causas nobles y altruistas, las virtudes y emociones positivas… no surgen de la sublimación de la sexualidad. Nacen por sí mismas del interior personal, fruto de la evolución positiva de la especie humana.

          c. Las teorías de la motivación sostienen que la pulsión sexual es una “necesidad fisiológica básica” que responde a la supervivencia personal y de la especie. Impedir su satisfacción logra enardecerla y hacer que se busquen otras formas satisfactorias. Abuso de poder, control de la conciencia, violencia psíquica o física, encubrimientos varios. Si la abstinencia se prolonga en el tiempo, se reproducen conflictos en “el funcionamiento físico y psicológico, aun cuando sea voluntaria y la persona tenga un sentido superior para realizarla”.

          4. Esta ley “no se percibe adecuadamente”. Se interpreta como modo de esclavitud a gloria de la institución y sus dirigentes. Se ve compensada con poder omnímodo en su ámbito, última palabra, seguro vitalicio, ropajes distinguidos, intocables jurídicamente... Muchos se sienten atrapados tras la experiencia, se llenan de tristeza, de historia oculta y drama personal que no interesa descubrirlos. Se tolera y se mira para otro lado, si no hay escándalo. La vida real se ha encargado de airear llamativamente la doble vida de algunos clérigos. Hace unos años, un obispo suizo y otro español catalán dejaron el ministerio al quedar embarazadas sus novias.

          5. “Ahora no presta el mismo servicio en orden a la transmisión del Evangelio”. Al celibato obligatorio se le atribuye el enquistamiento o enroque en modos, costumbres, normas viejas, que deforman el espíritu evangélico. “Escándalos de nuestra pereza, nuestro miedo y nuestra comodidad”, los interpretaba el papa Benedicto XVI cuando era sólo teólogo (J. Ratzinger: El nuevo pueblo de Dios. Herder. Barcelona 1972; p. 351-352). A la mayoría cristiana hoy lo que le importa del sacerdote es su parecido al Jesús del evangelio: célibe o casado, lo importante es que aúne a la comunidad en torno a la evangelización, a vivir en el Espíritu de Jesús y a desarrollar sus carismas en bien de todos, sobre todo de los más débiles.

II. “Santo Tomás de Aquino destacaba que los preceptos dados por Cristo y los Apóstoles al Pueblo de Dios «son poquísimos» (Summa Theol I- II, q. 107, art. 4). Citando a san Agustín, advertía que los preceptos añadidos por la Iglesia posteriormente deben exigirse con moderación «para no hacer pesada la vida a los fieles» y convertir nuestra religión en una esclavitud, cuando «la misericordia de Dios quiso que fuera libre». Esta advertencia, hecha varios siglos atrás, tiene una tremenda actualidad. Debería ser uno de los criterios a considerar a la hora de pensar una reforma de la Iglesia y de su predicación que permita realmente llegar a todos” (EG 43).

1. La historia del celibato obligatorio demuestra que esta ley sigue “haciendo pesada la vida a los fieles”. A los fieles laicos y a los ordenados ministerialmente. Lo que no quiere decir que el celibato “opcional” no sea bueno y beneficioso para todos. El problema está en el celibato obligatorio.

2. Este celibato “ha convertido nuestra religión en esclavitud”. Esclavitud de los fieles que sufren escándalos, son víctimas de abusos, se han alejado de la Iglesia por no aguantar a hombres malhumorados, déspotas, distantes de los pobres, intransigentes... En esclavitud para los mismos sacerdotes que han caído en depresiones, tristeza, deshumanización, sin poder volver atrás porque les impidieron una profesión civil, sin otra salida que seguir ejerciendo, como pueden, una capacidad y un don agotado, ya inexistente.

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