“La Iglesia debe reinventarse activamente y no limitarse a `gestionar el declive´ Gracias al Espíritu de Jesús somos sacerdotes (D. 30º TO B 2ª lect. 27.10.2024)

Hay que ejercer nuestro sacerdocio existencial, laico, vital

Comentario:Tú eres sacerdote siempre según el rito de Melquisedec” (Heb 5,1-6)

Hebreos interpreta la vida de Jesús como un sacerdocio nuevo. No reservado para cristianos especiales, superiores en dignidad, ni separados de sus hermanos. Para explicarlo usa cualidades del sumo sacerdote judío: a) “Todo sumo sacerdote, escogido de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados” (v. 1). b) “Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a debilidad” (v.2). c) A causa de ella, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo” (v. 3). d) Nadie puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón” (v. 4).

Jesús es el supremo y único sacerdote de la nueva Alianza. Su vida en el Amor de Dios es el nuevo sacerdocio: Une a los seres humanos con el amor de Padre. Es la voluntad el Padre:Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy (Sal 2,7); o, como dice en otro pasaje: Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec (Sal 110,4).” (vv. 5- 6). Dios, que nombró a Aarón, llamó a Jesús “mi Hijo” (Sal 2,7). Lo proclamó sacerdote “según el rito de Melquisedec” (Sal 110,4). Más adelante explica la semejanza de Jesús, sacerdote eterno: “Este Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, salió al encuentro de Abrahán cuando este regresaba de derrotar a los reyes, lo bendijo y recibió de Abrahán el diezmo del botín. Su nombre significa, en primer lugar, Rey de Justicia, y, después, Rey de Salén, es decir, Rey de Paz. Sin padre, sin madre, sin genealogía; no se menciona el principio de sus días ni el fin de su vida. En virtud de esta semejanza con el Hijo de Dios, es sacerdote perpetuamente” (Heb 7,1-3).

El sacerdocio de Jesús radica en la misma creación, en su existencia humana. El Creador envía a su mismo Hijo para revelarse y danos su mismo Espíritu, y poder así vivir su reino “de justicia y paz”. Este sacerdocio no es ritual, sino existencial. Jesús lo revela y realiza, e invita a sus seguidores a vivirlo como él.

El teólogo chileno, Jorge Costadoat, insiste en “superar la versión sacerdotalizada del cristianismo”. El Vaticano II, argumenta, “subrayó la prioridad del sacerdocio común de los fieles y subordinó a este el sacerdocio ministerial, y promovió la santidad de todos los bautizados, queriendo acabar con los “estados de perfección” -status de superioridad de clérigos y religiosos/as- Lumen gentium-” (RD 03.09.2024).

Otro teólogo, el austríaco Paul Zulehner, dice hoy: “La Iglesia debe reinventarse activamente y no limitarse a `gestionar el declive´. En este momento, la Iglesia está en medio de un `punto de inflexión´ de una Iglesia para sacerdotes a una iglesia para vocaciones bautismales. La ‘iglesia sacerdotal’ se piensa en la parroquia en términos del sacerdote, en la ‘iglesia con vocación bautismal’, en términos del pueblo de Dios. Quienes representan a los primeros resultan ser mucho más resistentes a las reformas estructurales” (RD 13.10.2024 José Lorenzo).

Gracias al Espíritu de Jesús somos sacerdotes. Estamos unidos a Dios, (`sacer´: sagrado), y damos a Dios (`docio´: acción de dar). Amar con el mismo Espíritu de Jesús nos hace vivir “sacerdotalmente”. Los servidores de la comunidad (obispos, presbíteros, diáconos) son sacerdotes como todos. El Nuevo Testamento les da nombres de acuerdo con el servicio que realizan: “supervisores” -epíscopos, obispos-, “ancianos” -presbíteros-, “servidores” -diáconos-, “guías”, “dirigentes” ...

Oración:Tú eres sacerdote siempre según el rito de Melquisedec” (Heb 5,1-6)

Jesús, sacerdote del Dios vivo y verdadero:

Con el evangelio de Juan reconocemos que

A Dios nadie lo ha visto jamás:

Dios unigénito, que está en el seno del Padre,

es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,18).

Por eso el centro de nuestra vida no es Dios, sino tú, Jesús:

en ti, Jesús hermano, se nos ha dado Dios;

tú eres la humanización de Dios, su encarnación;

por eso dices a Felipe:

Quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14, 9).

Es la experiencia de santa Teresa de Ávila:

“con tan buen amigo presente,

con tan buen capitán -Jesucristo-, todo se puede sufrir.

Es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero.

Y veo yo claro que, para contentar a Dios

y que nos haga grandes mercedes,

quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima,

en quien dijo su Majestad se deleita.

Muy muchas veces lo he visto por experiencia.

Hámelo dicho el Señor.

He visto claro que por esta puerta hemos de entrar,

si queremos nos muestre la soberana Majestad

grandes secretos.

Así que no se quiera otro camino,

aunque se esté en la cumbre de la contemplación;

por aquí se va seguro.

Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes.

Él lo enseñará; mirando su vida, es el mejor dechado”

(Libro de la vida 22,6-7).

Tu humanidad, Jesús, es la verdadera religión:

No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente;

esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Heb 13,16);

tu vida no fue un rito religioso ni ceremonia sagrada;

no ofreciste sangre de animales ni pan ni vino;

te ofreciste a ti mismo, tu actividad, tu sangre, tu cuerpo;

tu oración consagró y modeló tu vida en amor a los hermanos (Heb 7,27; 9,9-14).

Las religiones, hechura de manos humanas:

“religan” a unos criterios y sistemas sin discusión posible,

a normas de los dirigentes como voluntad divina,

a rituales mágicos para obtener el favor divino;

nos han endurecido el corazón:

rezos por egoísmo y por su propia subsistencia;

marginan y desprecian a quienes no las comparten;

interpretan los sufrimientos como castigo divino...;

tranquilizan la conciencia y olvidan a los que sufren;

no toleran dialogar con los discrepantes de casa…

Jesús, sacerdote del Dios vivo y verdadero:

tu vida está centrada en amar a justos e injustos...;

lo “sagrado” está en la vida y dignidad humanas;

tu oración te consagra a vivir para los demás...

Que tu Espíritu, Cristo Jesús, mueva nuestra vida:

sintiéndonos hijos del Padre y hermanos tuyos;

actuando como tú en el cuidado y promoción de la vida;

ejerciendo así nuestro sacerdocio existencial, laico, vital...;

recibiendo y entregando el Espíritu de Dios a todos.

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