Hay que argumentar “fijando los ojos en Jesús, pionero y consumador de la fe” Más oración evangélica y menos ley eclesial (Domingo 29º TO C (16.10. 2022)
Necesidad de orar para realizar “la causa” de Jesús: la fraternidad universal
| Rufo González
Comentario: “es necesario orar siempre, sin desfallecer” (Lc 18,1-8)
Tras el episodio de los leprosos (la fe es Amor agradecido), Jesús contesta a los fariseos sobre la llegada del Reino: “El reino de Dios no viene aparatosamente...; el reino de Dios está en medio de vosotros” (Lc 17, 20b-21). Otra cosa es “el día que se revele el Hijo del hombre”, el final del mundo, del que dice: “como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día” (17,22-37). La lectura de hoy (8,1-8): hay que orar para realizar “el reino de Dios, que está en medio de vosotros”.
“Les decía una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer”. Parábola exclusiva de Lucas. El cristiano es constante en la oración, como la viuda “que solía ir a decirle: `Hazme justicia frente a mi adversario´” al un juez injusto, “que ni temía a Dios ni le importaban los hombres”. No ama a Dios ni al prójimo (Dt 6,5; Lev 19,18). Actúa por interés egoísta: “como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme” (lit.: `para que no venga al fin a golpearme´: “hypopiázei”: golpear).
La parábola ofrece un razonamiento compartido con los rabinos: si un juez injusto termina por hacer justicia: “pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar”. Así anima Jesús a confiar en el Amor del Dios, cuya justicia es amar sin medida y en toda ocasión. Jesús cree que Dios está haciendo justicia siempre: “mi Padre sigue actuando, y yo también actúo” (Jn 5,17). Por ello hay que pedir que sintamos su Justicia, su Amor. Así amamos con Él, cultivamos la dignidad y libertad humanas, hacemos su fraternidad, disfrutamos su alegría, vivimos su reino que “está en medio de vosotros” (17,21).
“Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”. Esta fe en el Amor, Justicia divina, lleva a la oración. Lucas propone esta catequesis porque cree que muchos no tiene fe en el Amor. Apegados al poder, al dinero y al honor competitivo, no aceptan la fraternidad libre y la igual dignidad. El evangelio de Lucas insiste en la necesidad de orar para realizar “la causa” de Jesús: la fraternidad universal. Tras enseñar el Padrenuestro, propone otra exclusiva parábola: el amigo inoportuno (11,5-8). Insiste: “pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá... Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?” (Lc 11,1-13). El “Espíritu Santo” es Amor, su primer y principal fruto. Orar abre los ojos: “Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre” (21,36). “Orad, para no caer en tentación” (22,40) del desamor o egoísmo.
La Iglesia necesita más oración evangélica, y menos ley eclesial. Hay que “gritar día y noche” desde la fe en el Amor de Dios: ¡“venga su reino” de libertad y fraternidad!. Los bautizados somos consagrados para anunciar y vivir el Reino. Los sinópticos critican los abusos de escribas y fariseos (Mt 23; Mc 12,38-40; Lc 11,37-52; 20,45-47), que ya iban surgiendo en las primeras comunidades. “No escribieron contra los judíos, sino contra nosotros, para que no caigamos en lo mismo” (san Jerónimo). Hay que superarlos, si queremos ser testigos creíbles del Resucitado. Hay que compartir todos la misión según los carismas (no según el género, el poder, la ley no evangélica, el nepotismo..), que el Espíritu distribuye según su voluntad (1Cor 12,4-11). Nuestra Iglesia debe ser más libre, más fraternal, más participativa, sin poder al estilo del mundo, sin leyes inhumanas... ¿Cómo se puede excomulgar, silenciar, represaliar... desde el Amor? (1Cor 13,4-7). Hay que argumentar “fijando los ojos en Jesús, pionero y consumador de la fe” (Hebr 12,2).
Oración: “Dios, ¿no hará justicia sin tardar a quienes le gritan día y noche?” (Lc 18,1-8)
Jesús, lleno de confianza en el Padre-Amor:
para urgirnos a orar propones la fuerza de una viuda:
insistiendo, logra justicia de un juez injusto;
“Dios, ¿no hará justicia sin tardar a quienes
le gritan día y noche?¿o les dará largas?”.
Tú crees que el Padre Dios “actúa siempre” (Jn 5,17):
“Mirad qué amor nos ha tenido el Padre
para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!
El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y
aún no se ha manifestado lo que seremos.
Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él,
porque lo veremos tal cual es” (1Jn 3,1-2).
Hoy, tu evangelio nos anima a orar siempre:
orar es conectar nuestra vida con el misterio de Amor:
Padre, Hijo y Espíritu Santo;
Amor del que dice Pablo:
“estoy convencido de que ni muerte, ni vida...,
ni ninguna otra criatura podrá separarnos
del amor de Dios manifestado
en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,38-39).
Por este Dios-Amor respondes:
“os digo que les hará justicia sin tardar”;
“pedid y se os dará, buscad y hallaréis,
llamad y se os abrirá...;
si vosotros, que sois malos,
sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos,
¿cuánto más el Padre del cielo
dará el Espíritu Santo a los que le piden?” (Lc 11,1-13);
“orad, para no caer en tentación” (Lc 22,40) del desamor.
Tú, lleno del Amor divino, nos intimas tu Espíritu:
“el reino de Dios está en medio de vosotros” (Lc 17, 20b-21);
su Amor “no está lejos de ninguno de nosotros,
pues en él vivimos, nos movemos y existimos” (He 17,27-28).
El problema somos nosotros, la puerta de nuestro corazón:
“Mira, estoy de pie a la puerta y llamo.
Si alguien escucha mi voz y abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Apoc 3,20).
“Pero, cuando venga el Hijo del hombre,
¿encontrará esta fe en la tierra?”.
Esta fe en el Amor nos lleva a orar:
“apoyados en la esperanza,
creemos contra toda esperanza” (Rm 4,18);
pedimos que tu Espíritu nos ilumine a todos;
nos dé inteligencia y osadía para abrir el corazón;
nos infunda amor para superar nuestro egoísmo.
“Venga tu Reino” de verdad, de amor, de paz...
Preces de los Fieles (D. 29º TO C 16.10. 2022)
La Iglesia, como Jesús, anuncia e invita a vivir el Reinado de Dios: el modo de vida “justa” que vivió Jesús, el modo de vida que nos humaniza de verdad. Pidamos esta “justicia-amor” de Dios diciendo: “`haznos justicia sin tardar´, Señor”.
Por la Iglesia universal:
- que respete y promueva los derechos humanos;
- que mire la vida de Jesús e intente seguir su Espíritu.
Roguemos al Señor: “`haznos justicia sin tardar´, Señor”.
Por las intenciones del Papa (octubre 2022):
- que “la Iglesia sea abierta a todos, fiel al Evangelio, valiente en su anuncio”;
-que “viva cada vez más la sinodalidad y sea lugar de solidaridad, fraternidad y acogida”.
Roguemos al Señor: “`haznos justicia sin tardar´, Señor”.
Por los catequistas:
- que sean testigos convincentes, creíbles, del amor de Jesús;
- que enseñen con humildad el Evangelio.
Roguemos al Señor: “`haznos justicia sin tardar´, Señor”.
Por los más débiles (enfermos, refugiados, sin techo...):
- que el Espíritu de Jesús les ilumine y fortalezca;
- que compartan su esfuerzo, su voluntad, su ayuda...
Roguemos al Señor: “`haznos justicia sin tardar´, Señor”.
Por el trabajo:
- que seamos responsables y rindamos en nuestro trabajo;
- que todos tengan un trabajo decente, justo, adecuado.
Roguemos al Señor: “`haznos justicia sin tardar´, Señor”.
Por esta celebración:
- que nos convenza del Amor continuo del Padre-Dios;
- que reavive la fraternidad con todos.
Roguemos al Señor: “`haznos justicia sin tardar´, Señor”.
Queremos, Señor, construir la fraternidad que honra al Padre creador y hace “justicia” a nuestra vida: nos realiza como personas e hijos suyos. Como tú, Hijo, Jesús de Nazaret, que vive por los siglos de los siglos.
Amén.