Sobre la comunión eucarística para parejas homosexuales La crisis mediática de la diócesis de Segovia no se resolverá con más comunicados, ni con el cambio de obispo ni de párroco

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"La crisis se resolverá el día en que la Iglesia quiera reconocer que tiene un problema muy serio con su comprensión de la moral sexual"

"Prohibir el acceso a la comunión sacramental a una pareja heterosexual u homosexual sin vínculo canónico es un tipo de segregación que clama al cielo: la eucaristía es el espacio incluyente por antonomasia"

Pensar que la doctrina de la Iglesia es inmutable como si de un monolito se tratara es negar la acción constante que el Espíritu Santo ejerce sobre ella

"Latente, discreta, a veces ahogada en sollozos, la gracia divina nos impele a hacer de la Iglesia signo de la acogida incondicional del Padre a todas sus creaturas, porque Él así las hizo y ha visto que todo cuando hizo es bueno!"

Hace tiempo escribí en este mismo espacio que quienes somos homosexuales y estamos casados vivimos una suerte de apartheid sacramental: oficialmente no podemos acercarnos a la confesión ni, por ende, a la eucaristía; mucho menos al orden sagrado o al matrimonio canónico. Tal grado de exclusión no tiene parangón. Se nos orilla a acudir a misas donde haya comunidades que no se escandalicen de ver a dos hombres tomados de la mano orando el Padrenuestro o dándose un beso en el momento de la paz, como haría cualquier pareja heterosexual ante la sana indiferencia de la comunidad.

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La crisis mediática de la diócesis de Segovia no se resolverá con más comunicados, ni con el cambio de obispo ni de párroco; se resolverá el día en que la Iglesia quiera reconocer que tiene un problema muy serio con su comprensión de la moral sexual. A lo largo de los siglos ha tenido un juicio errado de temas como la democracia, la esclavitud, la dignidad de las mujeres, la pena de muerte o la naturaleza de la comunidad judía. Y si algo nos ha enseñado la historia de la Iglesia es que siempre que ha reconocido sus pecados, los frutos del Espíritu han sido generosos, porque “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”, afirma san Pablo.

Discriminación moral
Discriminación moral

Prohibir el acceso a la comunión sacramental a una pareja heterosexual u homosexual sin vínculo canónico es un tipo de segregación que clama al cielo: la eucaristía es el espacio incluyente por antonomasia. Es el lugar donde la comunidad de creyentes rinde culto al Amor que se entrega día con día por la redención de la creación toda. Que este Amor se manifiesta en el compromiso de vida de dos personas adultas y responsables es algo que muchos curas pueden atestiguar: casos de parejas en una segunda unión, o de personas homosexuales que encontraron en su unión un espacio donde lo sagrado se vive no como parte de una herencia cultural sino como un encuentro cotidiano con el Dios vivo.

Pensar que la doctrina de la Iglesia es inmutable como si de un monolito se tratara es negar la acción constante que el Espíritu Santo ejerce sobre ella. El Concilio Vaticano II hizo una afirmación muy elocuente en este sentido, al afirmar que la Tradición “progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo, puesto que va creciendo en la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón, ya por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales” (Dei Verbum 8).

Apelar a la Escritura y la Tradición para juzgar las relaciones homosexuales como inmorales es un razonamiento muy reduccionista de la fe católica, puesto que la Tradición no se reduce a lo que ha sido afirmado, sino que implica lo que continúa sucediendo en la historia, con sus luces y sombras, con el avance del conocimiento y de la reflexión filosófica, con los testimonios de la comunidad marcada con el óleo de la salvación, comunidad que incluye, desde luego, a quienes somos creyentes y homosexuales. La acción cotidiana del Espíritu Santo “conduce a la Iglesia a la verdad total” (Lumen gentium, 4). Y mientras eso sucede, las personas LGBT+ enfrentamos una verdadera batalla contra el maligno, al que sólo puede desarmarse con la ayuda de la gracia. Nos resistimos a acostumbrarnos a la mirada displicente en misa, al cotilleo adusto en las casas parroquiales, a la exclusión sacramental. Latente, discreta, a veces ahogada en sollozos, la gracia divina nos impele a hacer de la Iglesia signo de la acogida incondicional del Padre a todas sus creaturas, porque Él así las hizo y ha visto que todo cuando hizo es bueno.

"Nos resistimos a acostumbrarnos a la mirada displicente en misa, al cotilleo adusto en las casas parroquiales, a la exclusión sacramental. Latente, discreta, a veces ahogada en sollozos, la gracia divina nos impele a hacer de la Iglesia signo de la acogida incondicional del Padre a todas sus creaturas, porque Él así las hizo y ha visto que todo cuando hizo es bueno"

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