“La autoridad de la verdad” ha venido siendo contradicha por la “la verdad de la autoridad” durante siglos. Y aún sigue 6º Pascua: Celebración familiar (17.05.2020): Derechos y deberes humanos son Evangelio
Tras santiguarse, se bendice el agua (texto en domingo 2º Pascua)
| Rufo González
Gloria a Dios en los cielos...
Oración colecta
Dios todopoderoso, concédenos continuar celebrando con intenso fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado, de manera que prolonguemos en nuestra vida el misterio de fe que recordamos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Lectura del santo Evangelio según san Juan(14, 15-21)
Comentario: “Vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo” (Jn 14,15-21)
El género literario de “discursos de despedida”, le sirve al evangelista Juan para resumir una serie de instrucciones, puestas en boca de Jesús, sobre su presencia resucitada. Los discípulos perciben que el Resucitado les acompaña con su Espíritu, llamado aquí “Espíritu de la verdad”, y unos versículos más adelante “Espíritu Santo” (Jn 14,26). Aquí aparece el Espíritu como promesa: “Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros” (v. 16). Sólo el evangelista Juan transmite este título de “paráclito”. Formado por dos raíces griegas (“para”: junto a, y “kaleo”: llamar), significa lo mismo que la palabra latina “advocatus” (“ad”: “junto a”, y “vocatus”: “llamado”), abogado en castellano): “llamado a estar junto a”, “llamado” por alguien para algo. Este modo de entender el Espíritu surge del mundo jurídico, donde un abogado es el que es llamado para que le informe, defienda, sostenga y consuele... En el “mundo” (para Juan es el ámbito de odio, mentira, codicia...) es lógico que los cristianos entren en conflictos constantes por vivir el Evangelio de la vida, la verdad, la dignidad de hijos de Dios... Para vivir así necesitan “otro defensor” que les defienda e ilumine, les apoye y consuele, como había hecho Jesús. El mismo Juan reconoce a Jesús resucitado como “uno que abogue ante el Padre: Jesucristo, elJusto”, (1Jn 2,1). El Espíritu será, pues, en la tierra y en el cielo, el sustituto de Jesús, “otro paráclito”.
“El Espíritu de la verdad” (v. 17), le define Jesús. Como a sí mismo: “yo soy la verdad” (Jn 14,6). Buscar la verdad en todos los ámbitos de la vida es dejarse llevar por el Espíritu de Jesús. Benedicto XVI reconocía que: “La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad (cf. Jn 8,32) y de la posibilidad de un desarrollo humano integral. Por eso la Iglesia la busca, la anuncia incansablemente y la reconoce allí donde se manifieste. Para la Iglesia esta misión de verdad es irrenunciable... Abierta a la verdad, de cualquier saber que provenga, ...la Iglesia la acoge, recompone en unidad los fragmentos en que a menudo la encuentra, y se hace su portadora en la vida concreta siempre nueva de la sociedad de los hombres y los pueblos” (Nº 9 de “Caritas in Veritate”. 29 de junio 2009). Un gran texto teórico. Pero la historia eclesial es pobre en la práctica. “La autoridad de la verdad” ha venido siendo contradicha por la “la verdad de la autoridad” durante siglos. Y aún sigue. Basten como ejemplo dos temas eclesiales conectados a los derechos humanos: el celibato obligatorio para el clero y la negación del ministerio ordenado a la mujer cristiana. Dos contradicciones que se siguen manteniendo por amparar unas tradiciones contrarias a la verdad de nuestra cultura y del Nuevo Testamento.
“El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros lo conocéis porque mora en vosotros y está en vosotros” (v. 17). La “ausencia de amor gratuito” (agape) es lo que se da en el “mundo” de Juan. Sin este amor no se percibe al Dios de Jesús, porque “Dios es amor” (1Jn 4,8). Jesús promete que volverá, y los discípulos le “verán y vivirán, porque él sigue viviendo”. Alude a la “presencia ilimitada” del Espíritu-Amor, que habita en todo el que ama: “al que me ama, será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él” (v. 21).
Oración: “Vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo” (Jn 14,15-21)
Hoy, Jesús resucitado invitas a contemplar:
tu nueva presencia a través del Espíritu Santo.
Te oímos decir: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos...”;
“pediré al Padre que os dé otro paráclito, que esté siemprecon vosotros”;
“vosotros lo conocéis porque moracon vosotros y está en vosotros”;
“vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo”.
“al que me ama, será amado por mi Padre,
y yo también lo amaré y me manifestaré a él”.
“Vendremos a él y haremos morada en él”.
Creer en Ti, Jesús, “camino, verdad y vida”, es:
zambullirse en la corriente de la historia;
colaborar en la búsqueda de verdad y vida;
defender la dignidad y los derechos y deberes humanos.
Así comulgamos contigo, con el Padre y con el Espíritu:
iniciamos nuestro modo de “entendernos” con el “Misterio”;
encontramos que tu Espíritu nos habita,
nos convence que somos hijos de Dios,
nos intima tu amor a la verdad, a la vida, a la justicia...;
nos hace ver y juzgar la realidad, la historia...
Tu Espíritu nos hace dueños de nosotros mismos:
nos da madurez para pensar y decidir;
nos esclarece la igualdad y la libertad de todos...;
sentimos que “para la libertad nos ha liberadoCristo;
manteneos, pues, firmes, no dejéis que vuelvan a someteros a yugos de esclavitud” (Gál 5,1).
Creo, Jesús resucitado, que es tu Espíritu:
quien, a su debido tiempo, cuando somos capaces de cargar con ello,
nos hace conscientes de los “derechos y deberes humanos”;
quien mueve el consenso universal en torno a estos derechos y deberes;
quien convence de que estos derechos y deberes son la base verdadera
de cualquier propuesta de sentido, sobre todo, religioso.
Derechos y deberes humanos están en tu Evangelio:
“yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10);
“venid benditos de mi padre.., porque tuve hambre y me diste de comer,
tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me hospedasteis,
estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis,
en la cárcel y vinisteis a verme...
Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, los más pequeños,
conmigo lo hicisteis...” (Mt 25, 31-46).
Nos alegra oír de quienes presiden la Iglesia:
- “Estamos dispuestos para servir a los seres humanos, no sólo a los católicos;
a defender en primer lugar los derechos de la persona humana
y no sólo los de la Iglesia” (Pablo VI, clausura del Vaticano II).
- “El camino de la iglesia es el ser humano” (J. Pablo II: “Redentor hominis”, 14).
- “Los derechos y los consiguientes deberes...
son el fruto de un sentido común de la justicia,
basado principalmente sobre la solidaridad entre los miembros de la sociedad
y, por tanto, válidos para todos los tiempos y todos los pueblos”
(Benedicto XVI. Discurso en Naciones Unidas. Nueva York. 18.04.2008).
- “Cada uno está llamado a contribuir con coraje y determinación...
a respetar los derechos fundamentales de cada persona,
especialmente de las “invisibles”: de los muchos que tienen hambre y sed,
que están desnudos, enfermos, son extranjeros o están detenidos (Mt 25.35-36),
que viven en los márgenes de la sociedad o son descartados.
Esta necesidad de justicia y solidaridad tiene un significado especial
para nosotros los cristianos, porque el Evangelio mismo nos invita
a dirigir la mirada a los más pequeños de nuestros hermanos y hermanas,
a movernos a la compasión (Mt 14:14)
y a trabajar arduamente para aliviar sus sufrimientos” (Francisco 70 aniversario
de Declaración Universal de los Derechos Humanos. 11.12.2018).
Danos, Cristo Jesús, a sentir la fuerza de tu Espíritu:
tu “otro abogado”, que “está con nosotros”, y nos defiende,
nos anima a aceptar y respetar los derechos humanos;
nos hace testigos de tu amor servicial a todos.
Creo en Dios Padre todopoderoso...
Preces de los Fieles (D. 6º Pascua 17.05.2020)
Pidamos ser dóciles a la inspiración del Espíritu de Bien, de Verdad, de Amor, de Justicia, de Paz... Es decir, del Espíritu de Jesús. Pidámoslo diciendo: “queremos vivir de tu Espíritu”.
Por la Iglesia:
- que se renueve bajo la inspiración del Amor del Padre;
- que esté “abierta a la verdad, de cualquier saber que provenga”.
Roguemos al Señor:“queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por la paz del mundo:
- que rechacemos la violencia como modo de solucionar conflictos;
- que respetemos los derechos humanos como punto de partida.
Roguemos al Señor:“queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por las intenciones del Papa (Mayo2020):
- que “los diáconos sean fieles al servicio de la Palabra y de los pobres”;
- que “sean un signo vivificante para toda la Iglesia”.
Roguemos al Señor:“queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por nuestras parroquias:
- que sean comunidades sanas y sanadoras;
- que todos podamos hablar y decidir en comunión.
Roguemos al Señor:“queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por los enfermos y desamparados:
- que sea el centro de nuestras comunidades;
- que encuentren fuerza y ayuda en el amor de Jesús.
Roguemos al Señor:“queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por quienes participamos de la eucaristía:
- que todos y cada uno descubramos el Espíritu que nos ama;
- que nos aceptemos, nos queramos, nos ayudemos...
Roguemos al Señor:“queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Que nos abramos a tu Espíritu, Señor Jesús: dejemos que mueva nuestro espíritu a perdonar, a construir una comunidad, una Iglesia viva, donde todos puedan realizarse y sentirse amados. Te lo pedimos de corazón, Jesús resucitado, que vives en nosotros por los siglos de los siglos.
Amén.
Preparación de las ofrendas (texto en domingo 2º Pascua)
Oración sobre las ofrendas
Lleguen hasta ti, Señor, nuestras oraciones junto con estas ofrendas, para que, purificados por tu gracia, recibamos el sacramento de tu inmensa bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Plegaria eucarística (texto en domingo 2º Pascua)
Comunión (texto en domingo 2º Pascua)
Oración después de la comunión:
Dios todopoderoso, que nos haces renacer a la vida eterna por la resurrección de Cristo, concede que los sacramentos pascuales den fruto abundante en nosotros, e infunde en nuestros corazones la fuerza de este alimento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros. Amén.
Leganés (Madrid), 17 mayo 2020.