Jesús se vive a sí mismo como enviado de Dios para que la gente crea en su amor creador, y se realicen como personas, viviendo en Dios-Amor Santísima Trinidad (07.06.2020): Dios se revela Padre en el Hijo que nos da su Espíritu
Tras santiguarse, se bendice el agua (texto en domingo 2º Pascua)
| Rufo González
Gloria a Dios en los cielos...
Oración colecta:
Dios Padre, que, al enviar al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación, revelaste a los hombres tu admirable misterio, concédenos, al profesar la fe verdadera, reconocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar la Unidad en su poder y grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo.
Lectura del santo Evangelio según San Juan (Jn 20,19-23)
Comentario: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito” (Jn 3,16-18)
Jesús dialoga con Nicodemo, fariseo, doctor de la Ley y miembro del Sanedrín (tribunal colegiado, presidido por el sumo sacerdote, y compuesto por 69 personas más: 23 sacerdotes, 23 ancianos y 23 doctores de la Ley). Admira a Jesús, pero mantiene distancias por miedo. Por eso su entrevista es “de noche” (Jn 3,2). El evangelio de Juan recoge su objeción cuando quieren prenderlo: “¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharle primero y averiguar lo que ha hecho?” (Jn 7,50). Tras lamuerte de Jesús, aparece con cien libras de una mixtura de mirra y áloe (Jn 19,39) para, con José de Arimatea, enterrar dignamente el cuerpo de Jesús.
Jesús revela a Nicodemo cómo vive su relación con Dios Padre, y el sentido profundo de su vida: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tengan vida eterna” (Jn3,16). Jesús se vive a sí mismo como enviado de Dios para que la gente crea en su amor creador, y se realicen como personas, viviendo en Amor. Aquí “mundo” significa lo que el Vaticano II llama “destinatarios” del texto conciliar: “la entera familia humana con el conjunto universal de las realidades entre las que ésta vive, teatro de la historia, con sus afanes, fracasos y victorias; el que los cristianos creen fundado y conservado por el amor del Creador...” (GS 2).
Pensamiento idéntico de la primera carta de Juan: “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados”(1Jn 4,9-10). Velada alusión a la cruz, donde pidió perdón para todos los que le habían condenado. Así es “víctima de propiciación [RAE: Acción agradable a Dios con que se le mueve a piedad y misericordia. Sacrificio que se ofrecía en la ley antigua para aplacar la justicia divina y tener a Dios propicio] por nuestros pecados”.
Vino a salvar, no a condenar. “El Padre no juzga a nadie, sino que el juzgar se lo ha entregado al Hijo” (Jn 5,22.27). La fe en el amor de Dios nos libra de la condenación: “el que cree en él, no será juzgado” (Jn3,18). En los textos de Juan creer y amar son sinónimos. Quien cree ama. “Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor tiene que ver con el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor. Nosotros amemos a Dios, porque él nos amó primero. Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1Jn4,16-20).
Oración: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito” (Jn 3, 16-18)
¡Qué bien resumes, Jesús, la Pascua:
“tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito”.
La Pascua celebra tu “paso” de la muerte a la vida:
de nuestra soledad a vivir en tu Amor;
de nuestra muerte a la la vida que no termina;
de nuestra cerrazón y mentira a tu verdad;
de nuestros enfrentamientos a la mesa compartida.
En este “paso” te ha acompañado el Espíritu:
se hizo presente en las entrañas de tu Madre;
te encendió de amor sin límite en el Jordán;
te acompañó durante el “desierto”, tentador de la vida;
te incitó a hablar cuando cerraron la boca del Bautista;
fue aliento para curar, hermanar, dar de comer...;
fue el regalo “pascual”, que entregas a los que te escuchan.
Así nos haces “experimentar” la cercanía de Dios:
Dios es el Padre, fuente de todo bien, que nos da hasta su Hijo;
Dios eres tú, Hijo único del Padre, viviendo humanamente;
Dios es el Espíritu que derramas, y se hace nuestro “huésped”.
El misterio de la Trinidad empapa toda nuestra vida:
el bautismo nos vinculó al Padre, al Hijo, al Espíritu;
estamos santiguados, consagrados, al Padre, al Hijo, al Espíritu;
nuestra vida es “gloria” del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Esta fiesta ilumina nuestra imagen de Dios:
¿coincide con tu Padre, que “amó tanto”?;
¿contigo “que sólo quieres dar vida”?;
¿con el Espíritu, “creador y dador de vida”?
¡Cuántos aspectos de nuestra vida
no están inspirados por el amor del Padre,
por tu actividad de Hijo,
por el Espíritu creador!
Desde tu “cena” entrañable, exhibida públicamente,
donde apenas brilla el amor, la libertad del Espíritu...
hasta la actuación concreta, la organización comunitaria...
donde el criterio no es tu vida, tu servicio a los más débiles.
Juan de la Cruz, experimentado en la cercanía de Dios,
nos impulsa a escuchar en ti el misterio de Dios:
“Pon los ojos sólo en él,
porque en él te lo tengo dicho todo y revelado,
y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas.
Porque tú pides locuciones y revelaciones en parte,
y si pones en él los ojos, lo hallarás en todo;
porque él es toda mi locución y respuesta
y es toda mi visión y toda mi revelación”
(Subida del Monte Carmelo, Libro 2, c. 22,3-4).
Gracias, Jesús, por habernos manifestado al verdadero Dios:
el Dios del Amor a sus hijos, el Padre del hijo pródigo;
el Dios hermano, compañero, amigo... que cura, alimenta, comparte...;
el Dios, “dulce huésped del alma” que nos da conciencia de dignidad,
de libertad, de creatividad..., e incita a realizarnos.
Creo en Dios Padre todopoderoso...
Preces de los Fieles (Santísima Trinidad 07.06.2020):
Esta fiesta celebra el misterio que llamamos Dios, la Santísima Trinidad. Es una realidad llena de vida, que nos desborda y supera. Pero “en ella vivimos, nos movemos y existimos” (He 17, 28). Agradecemos esta realidad diciendo: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo”.
Por la Iglesia:
- que sea “un pueblo reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”;
- que se escuchen, caminen en fraternidad, sean solidarios de los más débiles.
Roguemos al Señor: “queremos seguir tu Espíritu, Hijo del Padre”.
Por las intenciones del Papa (Junio 2020):
- que “la evangelización siga el camino del corazón”;
- que “los que sufren encuentren caminos de vida,
dejándose tocar por el Corazón de Jesús”.
Roguemos al Señor: “queremos seguir tu Espíritu, Hijo del Padre”.
Por nuestro mundo:
- que reconozca el origen de toda realidad, el Amor creador;
- que respete la naturaleza, la dignidad de hijos del mismo Amor.
Roguemos al Señor: “queremos seguir tu Espíritu, Hijo del Padre”.
Por los gobernantes:
- que respeten los derechos y deberes humanos;
- que promuevan el desarrollo solidario.
Roguemos al Señor: “queremos seguir tu Espíritu, Hijo del Padre”.
Por los enfermos, marginados...:
- que sean el centro de atención social y religiosa;
- que se crean amados y fortalecidos por el Amor creador.
Roguemos al Señor: “queremos seguir tu Espíritu, Hijo del Padre”.
Por nuestra parroquia, comunidad, familia...:
- que vivamos del Espíritu del Padre y del Hijo;
- que dialoguemos para solucionar nuestra convivencia.
Roguemos al Señor: “queremos seguir tu Espíritu, Hijo del Padre”.
Bendecid, Padre e Hijo, con todo el amor del Espíritu, nuestros deseos. Os lo pedimos con la fe que recibimos de Jesús, nuestro hermano mayor, que vive por los siglos de los siglos.
Amén.
Preparación de las ofrendas (texto en domingo 2º Pascua)
Oración sobre las ofrendas:
Por la invocación de tu nombre, santifica, Señor y Dios nuestro, estos dones de nuestra docilidad y transfórmanos, por ellos, en ofrenda permanente. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Plegaria eucarística (texto en domingo 2º Pascua)
Comunión (texto en domingo 2º Pascua)
Oración después de la comunión:
Señor y Dios nuestro que la recepción de este sacramento y la profesión de fe en la santa y eterna Trinidad y en su Unidad indivisible, nos aprovechen para la salvación del alma y del cuerpo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros. Amén.
Leganés (Madrid), 7 junio 2020.