El Papa guarda silencio frente a la propuesta sinodal y propone lo que viene haciendo la Iglesia desde siglos, sabiendo que no soluciona el problema El domesticado “sueño eclesial” (4): silencio sobre la causa principal de la privación de la Eucaristía
La cultura indígena no entiende la figura del indígena célibe
| Rufo González
“Hay que encontrar un modo de asegurar ese ministerio sacerdotal”, insiste. La Eucaristía es necesaria: “porque ella «hace la Iglesia»..., es “raíz y centro” de toda comunidad cristiana... Luego es “urgente evitar que los pueblos amazónicos estén privados de ese alimento de vida nueva y del sacramento del perdón” (n. 89). Seguimos hablando del “ministerio sacerdotal” sólo para los servidores que presiden las comunidades y administran en exclusiva algunos de sus sacramentos (eucaristía, penitencia y unción de los enfermos). Como si dar catequesis, orar, construir una familia cristiana, cuidar enfermos, ayudar a los necesitados... no fueran servicios o ministerios sacerdotales, en los que comunicamos el Espíritu del amor divino -damos lo santo-. Hay que volver a los orígenes, y recuperar su vocabulario inclusivo.
El punto de partida del Documento Final del Sínodo es el mismo que el de la “Querida Amazonía”, a la hora de “asegurar el ministerio sacerdotal”: el derecho de toda comunidad cristiana a la celebración eucarística. Los Padres sinodales parten del incumplimiento real de dicho derecho: “Muchas comunidades eclesiales del territorio amazónico tienen enormes dificultades para acceder a la Eucaristía. En ocasiones pasan no sólo meses sino, incluso, varios años antes de que un sacerdote pueda regresar a una comunidad para celebrar la Eucaristía, ofrecer el sacramento de la reconciliación o ungir a los enfermos de la comunidad” (DF n. 111). El Papa: “la presencia pastoral precaria, debida en parte a la inmensa extensión territorial con muchos lugares de difícil acceso, gran diversidad cultural, serios problemas sociales y la propia opción de algunos pueblos de recluirse” (n. 85).
Los Padres sinodales claramente reconocen que la ley celibataria tiene mucho que ver en el problema. Es, por tanto, una causa decisiva. El celibato, don digno de aprecio, “no es exigido por la naturaleza misma del sacerdocio... aunque tiene muchas razones de conveniencia con el mismo” (PO 16). “La legítima diversidad no daña la comunión y la unidad de la Iglesia, sino que la manifiesta y sirve (LG 13; OE 6), lo que da testimonio de la pluralidad de ritos y disciplinas existentes” (DF n. 111). Ritos y disciplinas sin celibato, según “la práctica de la Iglesia primitiva (1Tim 3,2-5; Tit 1,6) y la tradición de las Iglesias orientales, donde, además de aquellos que con todos los obispos eligen el celibato como un don de la gracia, hay también presbíteros muy beneméritos casados” (PO 16).
Apoyados, pues, en el Vaticano II: “proponemos establecer criterios y disposiciones de parte de la autoridad competente, en el marco de la Lumen Gentium 26, de ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos de la comunidad, que tengan diaconado permanente fecundo y reciban una formación adecuada para el presbiterado, pudiendo tener familia legítimamente constituida y estable, para sostener la vida de la comunidad cristiana mediante la predicación de la Palabra y la celebración de los Sacramentos en las zonas más remotas de la región amazónica” (DF 111).
El Papa, en “Querida Amazonía”, guarda silencio frente a la propuesta sinodal y propone lo que viene haciendo la Iglesia desde siglos, sabiendo que no soluciona el problema: - “promover la oración por las vocaciones sacerdotales”; - “los Obispos, en especial a los de América Latina, deben ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonia”; - tímida denuncia: “en algunos países de la cuenca amazónica hay más misioneros para Europa o para Estados Unidos que para la Amazonia”; - “revisar a fondo la estructura y el contenido de la formación de los presbíteros, para que adquieran las actitudes y capacidades que requiere el diálogo con las culturas amazónicas” (n. 90).
Entre paréntesis cita el hecho de que “en el Sínodo se habló sobre la carencia de seminarios para la formación sacerdotal de personas indígenas” (n. 90). Esta debía ser la preocupación primera: las vocaciones indígenas, formarlas en su región y cultura, aceptar su opción celibataria libre, sin discriminar por género... Escandaliza ver en nuestras diócesis españolas curas de África o América del Sur, tan necesarios allí. Cuesta creer que las soluciones propuestas correspondan a la “respuesta específica y valiente” (n. 85), que la Amazonía, decía, estaba exigiendo de la Iglesia .
Ha extrañado a muchos esta respuesta. Se han manifestado diversas teorías:
- Hay quien ve aquí “otra mano, y otro espíritu, diferente de aquel al que nos tiene acostumbrados el Papa Francisco” (Erwin Kräutler, obispo de la Amazonía).
- L. Boff que cree que en este sueño, al Papa Francisco le ha entrado el miedo del infierno eclesial: “¡Ay, cuán dura es esta selva salvaje, áspera y fuerte, cuyo recuerdo renueva el miedo!” (Dante Alighieri, “Divina Comedia”. (Infierno I, v. 4).
- No extraña que no se atreva a contradecir a la oposición, evitando mayores tensiones y posibles cismas. “Nunca ha habido tantos ataques contra un Papa... No son una minoría. El 30% del clero, los obispos y los laicos más comprometidos en el mundo están en contra de Francisco”, dice el veterano vaticanista, Marco Politi, del periódico La Reppublica (RD 14.05.2020 Jesús Bastante).
- La prudencia de Francisco le lleva a esperar momentos más oportunos, aunque tenga que soportar ahora el triunfo conservador. La solución de las polaridades dialécticas vendrá en un plano superior, “en un desborde del Espíritu que provoque una mayor audacia ofrecida por Dios” (La alegría del evangelio, 103 y repite aquí, 104-105).
- Mayor excusa propone otro comentarista: no eclipsar el “horizonte planetario y universal abierto a la supervivencia de la humanidad”. Si hubiera concedido lo que piden los Padres sinodales, temas intra-eclesiales acapararían totalmente la atención.
- Por último, entre los que he leído, hay quien sostiene que el Papa pretender “crear procesos transformadores que detengan el clericalismo que causa el desequilibrio entre el poder institucional y el carisma evangélico... Requiere un cambio profundo en las mentalidades y prácticas que reflejan la estructura eclesial. El cambio mental en el proceso de conversión requiere la paciencia del tiempo en el espacio y no entrar en conflictos que obstaculizan la unidad de la Iglesia... La discusión permanece abierta para crear un camino necesario de madurez, discernimiento y praxis (QA 6)”.
La decisión contradice los presupuestos de la inculturación, admitidos por la propia Exhortación: “Todo lo que la Iglesia ofrece debe encarnarse de modo original en cada lugar del mundo, de manera que la Esposa de Cristo adquiera multiformes rostros que manifiesten mejor la inagotable riqueza de la gracia... Predicación, espiritualidad, estructuras de la Iglesia”, deben encarnarse para que en ellas brille “la gracia”, el Espíritu de Jesús. (“Querida Amazonía”, n. 6). La cultura indígena no entiende la figura del indígena célibe. No aceptar a sus “viri probati” casados como sacerdotes es una nueva colonización romana, latina, occidental. Eso no es encarnarse en su cultura. Tienen derecho a la eucaristía según su cultura. El sueño eclesial de “regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos”, queda suspendido en cuanto a la inculturación de la ministerialidad. Hoy se ve como un sinsentido cultural (Declaración Derechos Humanos, art. 16. 1. ONU 10.12.1948), e incluso evangélico, la inflexibilidad de la Iglesia ante esta ley, harto problemática, impuesta a la fuerza para justificar privilegios clericales, violada muchas veces por todas las jerarquías del clero, recientemente agravada su violación por los numerosos pedófilos clericales.
Alcorcón (Madrid), 11 junio 2020