“El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, es la afirmación más comprometida La navidad es una oferta de sentido pleno (D. 2º después de Navidad 02.01.2022)
“A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios”
| Rufo González
Comentario: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,1-18)
Estamos ante un himno primitivo y a la vez un midrás (`explicación´ exegética judía) del relato de la creación de Gén 1,1ss. Aparecen conceptos similares: vida, luz, oscuridad.. Pretende afirmar la preexistencia del “logos” creador, identificado como el Verbo Hijo de Dios, e introduce el pensamiento de que la llegada de Jesús a nuestro mundo inicia una nueva creación. El Génesis habla de la creación cósmica, el Evangelio habla de creación espiritual, obra del Espíritu de Dios, realizada en la encarnación del Unigénito de Dios, y prolongada en sus seguidores. El Apocalipsis también identifica a Jesús con “el principio de la creación de Dios” (Apoc 3,14). Estamos ante un texto fundamental, una especie de mirador para contemplar la vida de Jesús. Ilumina todo el evangelio.
Claramente afirma que Jesús, Mesías, se identifica con la Palabra creadora del Padre. Existe desde siempre, “estaba junto a Dios” (“con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese”, pondrá en boca de Jesús en Jn 17,5), “era Dios”. El Verbo es la causa mediadora y salvadora de la creación: “por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres... El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todos ser humano, viniendo al mundo...”.
“A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre... Estos han nacido de Dios”. Es la nueva creación que explicará a Nicodemo (Jn 3,3ss). Es la misma afirmación de Pablo: “Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gál 3, 26). Creer en Jesús, para Juan, es nacer de Dios. “No de sangre (“sangres”, en plural, de varón y de mujer), ni de deseo de carne, ni de deseo de varón)”; tres modos de expresar lo mismo. Creer en Jesús no ocurre ni se hereda por generación física. Es un nacimiento nuevo, espiritual, donde interviene nuestra libertad e inteligencia y la acción del Espíritu Santo. Pablo lo dirá también así: “Si alguno está en Cristo es una criatura nueva” (2Cor 5,17). El criterio para saber si estamos en Cristo es el amor gratuito de obra a los hermanos: “nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos; el que no ama, permanece en la muerte...” (1Jn 3,14-18).
“El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, es la afirmación más comprometida. El Verbo divino se encarna en Jesús de Nazaret, judío que pasó la vida haciendo el bien, sanando y liberando a los oprimidos por el mal, muriendo y resucitando. Así “esclarece el misterio del ser humano..., manifiesta plenamente el ser humano al propio ser humano y le descubre su altísima vocación” (GS 22).
“A Dios nadie lo ha visto jamás; Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (1,18). La palabra “Dios” alude a una realidad trascendente: un tipo de realidad totalmente distinta a la nuestra. No podemos conocerlo. El evangelio dirá que “el Verbo de Dios se hizo carne”, se humanizó. En Jesús discípulos dicen: “hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (endíadis: “gracia verdadera”). La primera carta de Juan confiesa lo mismo: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida; pues la Vida se hizo visible, y nosotros hemos visto, damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó” (1Jn 1,1-3).
Oración: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,1-18)
Hoy, Jesús, meditamos el prólogo del evangelio de Juan:
resumen de la fe transmitido por las primeras comunidades;
hermoso y antiguo himno cristiano;
proclamación de la humanización divina en nuestra historia.
Tú eres el Verbo de Dios, que estabajunto al Padre:
su “Palabra” creadora y expresiva del misterio divino,
creadora y soporte de todas las cosas (Gn 1);
la que oyó Abrahán, padre de los creyentes (Gn 12);
la que incitó a Moisés a liberar al pueblo de la esclavitud (Ex 3);
la que ilumina a los profetas para anunciar la voluntad divina.
“El Verbo era la luz verdadera,
que alumbra a toda persona, viniendo al mundo.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre”.
Este “poder” es tu Espíritu, el Espíritu Santo:
“hemos recibido un Espíritu de hijos de adopción,
en el que clamamos: «¡Abba, Padre!».
Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu
de que somos hijos de Dios” (Rm 8,15-16).
Esta es nuestra creación nueva:
“Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios”.
“Somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gál 3, 26).
“Si alguno está en Cristo es una criatura nueva” (2Cor 5,17).
Es la vida nueva, el Espíritu de amor que nos habita:
“nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida,
porque amamos a los hermanos;
el que no ama, permanece en la muerte...” (1Jn 3,14-18).
“Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros,
y hemos contemplado su gloria:
gloria como del Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad...
A Dios nadie lo ha visto jamás:
Dios unigénito, que está en el seno del Padre,
es quien lo ha dado a conocer”.
Tu vida nos ha traído la Vida, el Espíritu de Dios:
“Pues de tu plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia”,
literalmente: “gracia por gracia”,
“amor que responde al amor” de Dios.
Jesús, presencia ilimitada de “Dios con nosotros”:
“quien te ha visto a ti ha visto al Padre...
Quien cree en ti, también hará las obras que tú haces, y aún mayores...
Tú le has pedido al Padre que nos dé otro Paráclito,
que esté siempre con nosotros, el Espíritu de la verdad.
El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce;
nosotros, en cambio, lo conocemos,
porque mora con nosotros y está en nosotros...
El mundo no te ve, pero nosotros te vemos y vivimos,
porque tú sigues viviendo...” (Jn 14,12-21).
Gracias, por tu amor tan cercano, tan gratuito...
Preces de los Fieles (D. 2º después de Navidad 02.01.2022)
“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito,para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Pidamos participar de la vida nueva de Jesús diciendo: “Señor, danos tu `agua viva´,tu Espíritu”.
Por los todos los cristianos:
- que contemplen la vida, palabras, sentimientos de Jesús;
- que se amen, se respeten, compartan su memoria.
Roguemos al Señor: “Señor, danos tu `agua viva´,tu Espíritu”.
Por las intenciones del Papa (enero 2022):
-que “eduquemos para la fraternidad”;
- que todas las personas que sufren discriminación y persecución religiosa encuentren en las sociedades en las que viven el reconocimiento de sus derechos y la dignidad que proviene de ser hermanos y hermanas”.
Roguemos al Señor: “Señor, danos tu `agua viva´,tu Espíritu”.
Por quienes no tienen fe (ateos, agnósticos...)
- que no dejen de buscar, esperar, oír... las ofertas de sentido;
- que sean fieles a su conciencia, voz de Dios en cada persona (GS 16).
Roguemos al Señor: “Señor, danos tu `agua viva´,tu Espíritu”.
Por la paz del mundo:
- que se reavive “el diálogo entre generaciones”, como instrumento de paz;
- que hagamos focos de paz “la educación y el trabajo”.
Roguemos al Señor: “Señor, danos tu `agua viva´,tu Espíritu”.
Por enfermos, perseguidos, marginados...:
- que el Espíritu de Jesús los fortalezca y sostenga;
- que nos encuentren siempre dispuestos a ayudarles.
Roguemos al Señor: “Señor, danos tu `agua viva´,tu Espíritu”.
Por esta celebración:
- que nos abra y ayude a penetrarnos del Espíritu Santo;
- que nos haga crecer en la fe de su presencia en medio de nosotros.
Roguemos al Señor: “Señor, danos tu `agua viva´,tu Espíritu”.
Bendice, Señor, con la fuerza del Espíritu Santo nuestros deseos de paz y amor a todos. Que tu humanización nos haga más humanos, más colaboradores en tu Reino de vida, de fraternidad universal. Tú que vive por los siglos de los siglos.
Amén.
Leganés, 2 de enero de 2022