“El mundo necesita una `Iglesia en salida´, que rechace la división entre creyentes y no creyentes, que mire a la humanidad y le ofrezca... una experiencia de salvación” “La sinodalidad es una llamada de Dios a caminar juntos con toda la familia humana”

Ensancha el espacio de tu tienda” (9)

Tras “la escucha que se convierte en acogida” (nn. 32-40), ya comentada, el Documento Etapa Continental (DEC) trata la sinodalidad propia de la misión: “Hermanas y hermanos para la misión” (nn. 41-56). Empieza diciendo: “los Evangelios no presentan la plenitud de vida y el Reino de Dios como realidades o ámbitos separados, sino siempre como dinámicas interrelacionadas” (DEC 41). Por eso se necesita respetar el mundo y sus retos actuales. Lo dicen los Obispos de Portugal: “El mundo necesita una `Iglesia en salida´, que rechace la división entre creyentes y no creyentes, que mire a la humanidad y le ofrezca, más que una doctrina o una estrategia, una experiencia de salvación, un `desborde del don´ que responda al grito de la humanidad y de la naturaleza” (DEC 42).

La misión de la Iglesia en el mundo de hoy exige una inmersión en la vida “social, cultural, espiritual e intelectual... La sinodalidad es una llamada de Dios a caminar juntos con toda la familia humana” (DEC 43). Las síntesis ven claro que las religiones no deben ser causa de enfrentamiento. Al revés, toda propuesta religiosa debe partir de profunda comunión humana. Analizar las “heridas humanas” es básico para la misión eclesial. Pues, si no se analizan, se corre el peligro de padecerlas dentro. Sucede con los tribalismos, nacionalismos, racismos, clases sociales y divisiones varias. Se plantean como exigencias absolutas, capaces de fricciones violentas. La Iglesia que vive en Uganda, entre otras, es testigo de esto. El Documento recoge sus quejas: “se escucha más a los ricos e instruidos.. Las clases bajas de la sociedad y los marginados se sienten excluidos de la Iglesia... Hay influencia, en la vida de las comunidades eclesiales, de la discriminación étnica y de una cultura basada en el tribalismo”. Las “estructuras de pecado” afectan a la misión: “el mensaje evangélico que la Iglesia tiene la tarea de proclamar debe convertir también las estructuras de pecado que mantienen cautivas a la humanidad y a la creación” (DEC 44).   

La ayuda a los pobres y el cuidado del planeta pide “colaborar y formar alianzas con otras confesiones cristianas, creyentes de otras religiones y personas de buena voluntad”. La Conferencia Episcopal del Pacífico y de varias naciones africanas subrayan el deber común: “es nuestro deseo proteger esta parte de la creación de Dios, ya que de muchas maneras el bienestar de nuestros pueblos depende del océano. En varios países, el océano representa la amenaza principal, ya que el cambio climático tiene consecuencias drásticas para la propia supervivencia de estos países” (DEC 45).

También la influencia pública de la Iglesia debe estar al servicio de la sociedad. Sobre todo “en sociedades muy polarizadas”, con peligro de choque furioso. Siempre en favor de “la paz y la reconciliación”, sin negar su “compromiso con la justicia”. De aquí “el deseo de una mayor formación en la doctrina social de la Iglesia”. La Iglesia católica de Armenia propone: “Nuestra Iglesia no está llamada a la confrontación, sino al diálogo y la cooperación a todos los niveles... Nuestro diálogo no puede ser un diálogo apologético con discusiones inútiles, sino un diálogo de vida y solidaridad” (DEC 46). El adecuado ecumenismo cristiano potencia esta colaboración. Hay que “reforzar el camino ecuménico, a partir de la colaboración concreta y cotidiana en torno a las preocupaciones comunes por la justicia social y medioambiental” (DEC 47).

Caminar juntos con todos los cristianos sería un objetivo muy plausible. No sólo en compromisos sociales. Los cristianos estamos llamados a sinodalidad más profunda. Los obispos de la República Centroafricana hablan del progreso dialogal entre cristianos: “en la experiencia concreta de nuestro país, el `caminar juntos´ entre cristianos de diferentes confesiones es un hecho. Nuestros barrios, nuestras familias, los lugares donde velamos a los difuntos, nuestros lugares de trabajo son auténticos espacios ecuménicos”. Hay que llegar avanzar hasta compartir sacramentos y ministerios. Ya existe un “ecumenismo del martirio”: persecución por ser cristianos (DEC 48).

Los obispos de la India se quejan del pobre ecumenismo en su país: “Aunque la Iglesia católica de la India ha intentado promover el diálogo ecuménico e interreligioso, existe la sensación de que el compromiso... es mínimo. Los esfuerzos sólo han implicado a élites reducidas y han seguido siendo en mayoría ejercicios cerebrales relegados al ámbito de las ideas y conceptos, en lugar de convertirse en un movimiento de masas y en un diálogo de vida, amor y acción a nivel de base, que lleve a personas de diversas confesiones e ideologías a discernir, planificar y trabajar juntas por causas comunes” (DEC 49).

Los números 50-56 analizan los “contextos culturales en que la Iglesia se realiza. De un modo u otro, todos condicionan la sinodalidad. Algunos de modo negativo. Como el “sectarismo, tribalismo y el etno-nacionalismo -expresado y vivido de forma diferente en distintos lugares-”. Amenazan “la catolicidad de la Iglesia” (DEC 50).

Estos son los principales factores culturales expresados en las síntesis:

- “disminución de la credibilidad y la confianza debido a la crisis de los abusos”.

- “secularización, individualismo, indiferencia hacia formas institucionales de religión”.

- “relaciones históricas entre la Iglesia y el poder político”.

- “sociedad consumista que no garantiza sostenibilidad, equidad, sentido de la plenitud”.

- “imposibilidad de una posición definitiva común sobre estas cuestiones: aborto, anticoncepción, ordenación de mujeres, sacerdotes casados, celibato, divorcio y segundas nupcias, acercarse a la comunión, homosexualidad y personas LGBTQIA+” (DEC 51).

- contextos extremos: “conversión sistemática forzada a otras religiones”; “inseguridad y la violencia a la que se enfrentan las minorías cristianas perseguidas” (DEC 52).

La interculturalidad es la opción más aceptada:caminar con las diferencias como factores de crecimiento. “Podemos ser diferentes en la religión, pero todos buscamos el bien común”, dicen los obispos de Laos y Camboya. La Conferencia Episcopal Regional del Norte de África es un ejemplo de interculturalidad: “somos una Iglesia de salida por definición, porque siempre estamos “en casa de otros” y esto nos ha enseñado la escucha, la flexibilidad y la creatividad en las formas, el lenguaje, las prácticas” (DEC 53).

El Reino de Dios, pretensión de Jesús, sería el horizonte de la interculturalidad: “Hay voces a nuestro alrededor que no podemos permitirnos ignorar si no queremos perdernos lo que Dios está susurrando a través de ellas” (obispos de Zimbabwe) (DEC 54). Esta tesis es mayoritaria en las síntesis. La “multiculturalidad” llega a ser “yuxtaposición de culturas cerradas”. Hay que “reconocer, asumir, integrar y responder” a toda la riqueza cultural. Así se complementan y se enriquecen todas (DEC55).

“Especial atención a la situación de los pueblos indígenas: releer la historia junto a estos pueblos, valorar la acción de la Iglesia en su desarrollo integral, pedir perdón por las veces que ha sido cómplice de su opresión, reconciliar las aparentes contradicciones que existen entre las prácticas culturales o las creencias tradicionales y las enseñanzas de la Iglesia”. Siempre “la práctica de la sinodalidad —comunión, participación y misión— debe articularse con las culturas y contextos locales, en una tensión que promueva el discernimiento y la acción creativa” (DEC 56).

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