Llama a todas las familias a que hagan lo mismo en sus balcones La Basílica de la Virgen cuelga en sus balcones reposteros con la imagen de la Patrona pidiendo salud para todos en la pandemia
El Virrey de Valencia, Conde de Oropesa, curado y salvada su vida por un milagro de la Virgen en la peste de 1647, impulsó la construcción de la Basílica
En Valencia, el pueblo siempre se ha aclamado en las grandes calamidades, entre ellas las gravísimas epidemias sufridas a lo largo de los tiempos, y también en las guerras
| Baltasar Bueno, corresponsal en Valencia
La Basílica de la Virgen de los Desamparados ha colocado en los balconcillos de sus fachadas los reposteros y colgaduras de sus grandes solemnidades con la imagen de la Virgen como "gran invocación de ayuda y súplica a la Mare de Déu ante la crisis sanitaria actual, para la salud de los enfermos y la protección de los desamparados".
Es un gesto más de impetración de mediación a la Virgen en su advocación de los Desamparados en petición de protección y salud para todos en medio del fragor de la pandemia del coronavirus. La Basílica celebra misa por televisión –Tele8- todos los días a puerta cerrada, y abre unas horas para quienes deseen entrar a rezar.
En la historia y tradición mariana de Valencia y su Reino, el pueblo siempre se ha aclamado en las grandes calamidades, entre ellas las gravísimas epidemias sufridas a lo largo de los tiempos, y también en las guerras. Precisamente ostenta el título de Capitana General de las Milicias Valencianas, otorgado oficialmente cuando la Guerra de la Independencia, al sentirse la población protegida y amparada en aquella tragedia.
El clero basilical, con su rector y virrector al frente, Jaime Sancho y Alvaro Almenar, ha invitado además a que aquellas familias que deseen sumarse a esta iniciativa tanto de la ciudad como de los pueblos lo hagan colocando colgaduras en sus ventanas y balcones "como gesto de unión y homenaje a la Virgen, tanto en Valencia como en todas las localidades de la diócesis, bajo todos los títulos de la Virgen". Han animado a que "cada pueblo saque sus estandartes con las imágenes de sus patronos, de la Virgen de los Desamparados o de otros títulos de la Virgen, para que en estos días, en los que además hubiera existido ofrendas a la Mare de Déu, tengamos su presencia en las calles".
La Basílica se construyó a consecuencia de la fuerte epidemia de peste que asolara el territorio valenciano en 1647
Precisamente, la actual Capilla, Real Basílica, de la Virgen de los Desamparados, que tanto costó levantar por los obstáculos que puso en su tiempo el Cabildo de la Catedral, recibió el impulso definitivo para su construcción, a consecuencia de la fuerte epidemia de peste que asolara el territorio valenciano en 1647 y 1648, y que se exportó hasta Madrid, Murcia y Alicante.
Los antecedentes de la construcción de la Basílica comienzan cuando la imagen de la Virgen de los Desamparados, venerada en el Capitulet del Hospital General, pequeña capilla del antiguo Hospital de Locos, de Valencia, fue trasladada para su culto y devoción a una de las capillas externas de la Catedral, en la plaza de la Seo “por ser lugar más céntrico y concurrido”, pero al acudir de forma permanente mucha gente, también pronto quedó pequeña y poco capaz, especialmente en tiempos de “calamidades pública, cuando acudía el pueblo en masa a impetrar el favor de la Señora”.
En 1632, el rey Felipe IV pasó por Valencia, y siguiendo la costumbre de todos los monarcas, lo primero que hizo fue ir a visitar a la Virgen. Este vio era pequeña y ridícula la capilla, y que no se correspondía al gran aprecio de los valencianos le tenían, instando “a construir de planta una nueva Capilla, digna de la Santísima Virgen de los Desamparados, de capacidad y condiciones apropiadas para poder dedicarle solemnemente el culto con la amplitud, comodidad y decoro que todos deseaban”.
El Virrey y Capitán general de Valencia, Conde de Arcos, tomó el testigo y promovió materialmente el proyecto. Le costó lo suyo remover los obstáculos que empecinado presentaba reiteradamente el Cabildo de la Catedral. En 1644, tenía ya listo un esbozo y parte de la financiación. La idea era construirlas sobre el solar de la Casa del Arcediano, a lo que se opuso el Cabildo, tras su compra y debido pago. Los canónigos se opusieron.
Aconteció entonces la terrible peste de Valencia en el verano de 1647. En las creencias bíblicas, religiosas, siempre se creyó que las epidemias eran expresiones de la cólera divina, azotes de Dios al mundo. Esta epidemia llegó por mar desde Argel e hizo grandes estragos entre la población.
El historiador valenciano Francisco Gavaldá, dominico, durante esta epidemia de colaboró junto a otros miembros de la Orden en el cuidado de los enfermos ingresados en la Casa de Troya, uno de los cinco establecimientos abiertos para aislar y tratar a los apestados y conocidos como casas del morbo. Permaneció en él hasta su cierre en marzo de 1648. Poco después se doctoró en Teología y ocupó la cátedra de esta disciplina en la Universidad de Valencia.
Fue el autor en 1651 del primer estudio social y estadístico sobre la peste que sufrió la Europa occidental durante los años centrales del siglo XVII, concretamente la de Valencia en 1647. “Los hizo no sólo estadísticamente, sino también desde una perspectiva social, denunciando que afectaba sobre todo a los pobres, con total independencia de los intereses de los poderosos”, dice el profesor José María López Piñero, en su “Memoria de los sucesos particulares de Valencia y su Reino en los años mil seiscientos cuarenta y siete y cuarenta y ocho, tiempo de peste”.
En dicho texto, Gavaldá, explicaba la situación en que se encontraba Valencia cuando la epidemia: “El año mil seiscientos cuarenta y siete fue poco favorable a esta ciudad de Valencia, por la necesidad y pobreza que en ella se conoció. Acudieron poco las cogidas [cosechas], faltó el mar con sus acostumbrados socorros de trigo, crecieron los gastos por la guerra de Cataluña, a la cual acudía esta ciudad no con poca costa; estorbos que lo fueron para que ésta no acudiera con la puntualidad acostumbrada a pagar sus censos. Corrían los albaranes de la Tabla [«Taula» o «Mesa de Cambios» municipal] a interés de a veinticinco y a treinta por ciento, haciendo los mercaderes desta ciudad ganancia del trueque”.
En el libro detallaba los avances de la peste, las controvertidas opiniones de los médicos y la organización asistencial. La información acerca de la desigualdad social de las muertes que causó es muy expresa: “La suerte de la gente que murió fue ésta: caballeros ninguno, porque, menos los oficiales reales y uno u otro [algunos pocos], todos vaciaron la tierra [se fueron]; juristas ninguno; notarios uno u otro; a los entretenidos y gente de paseo dexó Dios para que se sazonaran; los muertos fueron oficiales, labradores y regularmente toda gente de trabajo, a los cuales hallaba el mal cansados y mal alimentados. Lo propio sucedió en las mujeres... vimos en este año una común necesidad y pobreza en Valencia; tanta, que me constó a mí, pasaba mucha gente sólo con pan y uvas. Fue fuerza que este alimento hiciera muchos males”.
Archivos parroquiales, conventos y hospitales
Gavaldá, explica Piñero, detalla que su método consiste en «averiguar por escritos, para tener así segura la defensa de la verdad». Utilizó, en efecto, los archivos parroquiales, anotando el número de nacidos junto al de fallecidos por peste, así como los de los hospitales y conventos:
“He procurado averiguar el número de los muertos con todo cuidado y no sé si habrá llegado éste a ponerles aquí todos; los que pude averiguar voy escribiendo, juntamente con el número de los nacidos, contando así unos como otros desde el primero de Octubre [de] mil seiscientos cuarenta y siete hasta el último de Marzo [de] mil seiscientos cuarenta y ocho. Siete médicos ... Dos cirujanos ... Monta el número de los religiosos muertos, trescientos y uno. Monja no se supo que muriese alguna de peste. En la Parroquia de San Pedro murieron trescientos y setenta; nacidos, cuarenta y ocho. En la de San Martín murieron dos mil cuatrocientos y treinta y siete; nacidos, ciento y ocho. En Santa Catalina, novecientos cincuenta y siete; nacidos, ciento y veinte y uno. En la de San Juan murieron dos miles setecientos cuarenta y cuatro; nacidos, trescientos y veinte. En Santo Tomás, ciento y setenta; nacidos, cincuenta y dos. En San Esteban, ochocientos y dos; nacidos, ciento setenta y ocho. En San Nicolás, trescientos; nacidos, setenta y cuatro. En San Salvador, trescientos y setenta; nacidos, cincuenta y ocho. En San Lorenzo, doscientos y veinte y ocho; nacidos, cuarenta y cuatro. En San Bartolomé, doscientos veinte y dos; nacidos, veinte y nueve. En Santa Cruz, setecientos y ocho; nacidos, ciento y once. En San Valero, trescientos veinte y cinco; nacidos, cuarenta y ocho. En San Miguel, cuatrocientos sesenta y seis; nacidos, cuarenta y ocho. Montan todos los muertos diez mil seiscientos noventa y cuatro. En el Hospital General murieron dos mil trescientos cincuenta y cinco. En Troya, seiscientos setenta y cuatro. En Patraix, seiscientos y doce. En Arguedes, setecientos cuarenta y tres. En las dos de Arrancapinos, ochocientos y siete. En la de la calle de Murviedro, novecientos y cuatro. Llega el número de todos los muertos a diez y seis mil seiscientos ochenta y nueve”.
El Virrey curado de la peste por la Virgen
Terminada la peste, el nuevo Virrey, Conde de Oropesa, quien se curó de la peste y salvó la vida tras ordenar se le llevara a palacio en procesión de rogativas la imagen de la Virgen de los Desamparados, estimando él mismo y su familia había sido un milagro de la Virgen, hizo promesa de construirle la nueva Capilla que había quedado en punto muerto por la peste.
Dio nuevo impulso al proyecto, que siguió siendo torpedeado por el Arcediano Vicente Calatayud, acabando el asunto en manos de los Tribunales Eclesiásticos, el de Valencia negó la razón a los canónigos, quienes apelaron a la Nunciatura la cual confirmó la sentencia de instancia de Valencia.
Aún luego de perder el asunto el Cabildo, la Cofradía de la Virgen se llenó de paciencia y tuvo que negociar con el Cabildo la venta de la casa y solar, así como la permuta de otra casa para que viviera el arcediano, junto con otros detalles y flecos, asumiendo las imposiciones y condiciones de los canónigos.
Una de ellas que “la nueva capilla había que estar unida a la Iglesia Mayor (la catedral) por medio de un arco o paso que arrancase de la titulad obra nueva de la Seo, y se había de construir de manera que a los Electos de la Cofradía y del Cabildo, todos de común acuerdo, pareciera más conveniente”. También que en dicha capilla se hiciera tribunas para los canónigos para cuando quisieren asistir a las funciones religiosas de la Virgen.
No sería hasta 1651 cuando se logró controlar y dominar del todo al Cabildo Catedral y en 1653 comenzaron las obras que no terminarían por completo hasta 1694, tras otro largo y complicado culebrón lleno de incidentes y peripecias.