Una parábola de la Iglesia para el presente y el futuro: los Reyes Magos "Siempre hay un Herodes de guardia que intenta detenernos, mentirnos, confundirnos y tantas veces engañarnos"

Reyes Magos
Reyes Magos

"Aquellos Magos vieron la estrella porque estaban de camino, porque sentían que eran itinerantes peregrinos. Hay una estrella en la noche que nos muestra el camino"

"Los Reyes Magos son precisamente el símbolo de todas las mujeres y hombres en salida, buscadores de estrellas y viajeros del espíritu"

"Ojos al cielo y pies en la tierra. Son almas capaces de moverse, se atreven a creer en sus deseos. Ellos son nuestros santos porque representan el alma eterna del hombre que busca"

La Navidad es la renovación de la fidelidad de Dios a la vida humana y de su deseo de seguir habitándola. La Epifanía es una manifestación de cómo se cumple esta presencia amorosa y fiel de un Dios que desea y busca, y a qué horizontes nos abre. La Epifanía es la "explosión" de la Navidad, en el sentido de su plena expansión: una invitación a sacarla de nuestra estrecha identidad, folklore y tradición. Son muchas las provocaciones con las que la Escritura, hoy, nos invita a levantar la mirada y a abrirnos, ampliando las perspectivas de nuestra humanidad y nuestras propias visiones de fe. En el nacimiento de Jesús se abrieron para cada criatura estas perspectivas sin precedentes, horizontes sin restricciones. Grandes respiraciones que no deben ser sofocadas sino reconocidas, acogidas y seguidas.

 El texto de Isaías afirma: "Levántate, vístete de luz... ¡Alza los ojos y mira!". Para ti que estás sentado, que te sientes rendido y resignado, desamparado y desanimado; para ti que vives cubierto de oscuridad y envuelto en niebla, precisamente para ti hay una voz que te sacude: ¡Levántate! Es un anuncio de resurrección para vosotros, para mí, para nosotros; una llamada, una responsabilidad: ¡algo puedes hacer! No conocemos nuestra altura hasta que somos llamados a levantarnos y si somos fieles a nuestra tarea nuestra estatura llega al cielo (Emily Dickinson).

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Reyes Magos
Reyes Magos

Por tanto, no mantengas continuamente la cabeza gacha, envuelto narcisistamente en la defensa de tus particularismos. Mirar a nuestro alrededor, ver el avance de una humanidad plural que nos llega y llama a nuestras puertas: diferentes maneras de ser hombres y mujeres en este planeta. Nuestros ojos están puestos en alto precisamente porque podemos ver, más allá de nosotros, lo que nos representa y nos llena. Estamos destinados a la trascendencia.

Sin embargo, nuestra mirada hacia lo alto y el horizonte no debe hacernos olvidar que tenemos los pies firmemente plantados en la tierra. Miradas altas y lejanas sí, pero no lejanas ni incorpóreas. Al fin y al cabo, sólo una mirada elevada, libre y previsora ofrece a los pies la posibilidad de recorrer caminos abiertos, ligeros y luminosos.

Tendremos ojos capaces de ver estas nuevas trayectorias, en la medida en que nos reconozcamos habitados por un anhelo de Dios, si nos reconocemos animados por un corazón que se siente buscador, marcado por un deseo de novedad y de plenitud.

Ésta es la única manera de ver la estrella: aquellos Magos vieron la estrella porque estaban de camino, porque sentían que eran itinerantes peregrinos. Hay una estrella en la noche que nos muestra el camino. Entrenemos nuestra mirada, miremos hacia otro lado si es necesario, volvamos la mirada al cielo y no a nuestro ombligo. Los ojos en el cielo son ojos que miran hacia nuestro interior, intentando aclarar nuestros pensamientos, arrojar luz sobre lo que hay en nuestro interior para entender de dónde viene y hacia dónde pretende llevarnos. No nos sentemos siempre ahí hablando y quejándonos de lo que está mal. No nos detengamos demasiado en lo que no nos sentimos amados, no permitamos que nadie nos distraiga de lo esencial.

Más bien, dejémonos cuestionar y conmover por esa nostalgia de Dios que nos libera de retrocesos retrógrados hacia el pasado y nos empuja a abandonar las vallas ideológicas que nos llevan a pensar que nada puede cambiar. Lo mejor es lo que está por llegar y por encontrarse. Siempre hay un Herodes de guardia que intenta detenernos, mentirnos, confundirnos y tantas veces engañarnos. Pero sabemos que cuando vivió Herodes, también hubo Reyes Magos que, con su obstinación y con su imaginación y autenticidad, nos pusieron a salvo. El cambio que anhelamos requiere nuestro compromiso, nuestra valentía.

Los Reyes Magos son precisamente el símbolo de todas las mujeres y hombres en salida, buscadores de estrellas y viajeros del espíritu. Una humanidad inquieta, continuamente habitada por la necesidad de ir más allá, de visitar la frontera y de cruzar fronteras (no sólo geográficas). Su deseo nos llega desde Oriente, o desde un futuro que aún está por surgir, y no por lo que ya sabemos. La humanidad nacida en la carne de Jesús no reside en los palacios del poder establecido ni en el conocimiento estático y estéril de las manidas religiones. Hay una búsqueda impulsada por la conciencia de no saber… y hay un saber que bloquea la búsqueda.

Estos Reyes Magos se conmueven ante la contemplación de una estrella, están dispuestos a dejarse interrogar por lo que aparece en el cielo; están abiertos a nuevas señales que puedan guiar su camino. Partieron de una luz auroral, de un comienzo aún incierto pero decisivo. Lo vieron y partieron. Ojos al cielo y pies en la tierra. Son almas capaces de moverse, se atreven a creer en sus deseos. Ellos son nuestros santos porque representan el alma eterna del hombre que busca. Precisamente porque son deseosos, se saben carentes, necesitados, mendigos: no lo poseen todo pero se dejan contagiar por el asombro.

Los Reyes Magos se van, se mudan, se alejan de casa. Saben que nunca encontrarán la verdadera alegría si se quedan en su propia era picoteando el forraje que otros han tirado al suelo. Saben que su naturaleza es mejorar, cambiar, reinventarse cada día y cada noche. ¡No son sedentarios sino nómadas! Todos tenemos un corazón que necesita migrar: como los pájaros, como el polen y las nubes...

Partir significa abandonar la seguridad de las costumbres, las inercias y las certezas para vivir con nuevos comienzos. Alimentándose de preguntas generativas y expectativas verdaderas. No podemos detenernos en lo que ya vemos o creemos poseer. Lo que parece haberse establecido ya emite las reverberaciones anticipadas del ocaso. En lugar de eso: “¡del Oriente!” De lo extraño. El nuevo hombre que nos anticipa el Dios-Niño de Belén no está en los modelos y sistemas que ya hemos experimentado; ¡está en proceso de cambio! El sistema, el poder y todo lo que a él se refiere permanece perturbado, se oscurece, se resquebraja y se desestabiliza.

Los Herodes y las Jerusalén de hoy estarán perturbados y colapsarán cuando descubran que nosotros tampoco somos juncos en el viento, sino que tenemos raíces profundas que no se congelan y una Estrella Polar fija y estable en la que confiar. Herodes tiene miedo de la armonía, huye y enferma al encontrarse con una vida capaz de caminar sobre el agua sin ahogarse; una vida que sepa aprovechar la tormenta para liberarse, que no entre en pánico y no se agite ante el dolor y la desorientación.

La aparición de la estrella, de hecho, a veces adquiere un carácter de incertidumbre. Es un brillo sutil y tenue... que incluso puede perderse en la noche. Es un brillo auroral que habita la oscuridad y la atraviesa, sin conquistarla definitivamente.

Estos Reyes Magos de Oriente siguen caminando incluso cuando la estrella desaparece, no se dan por vencidos. Saben que ellos también cometerán errores, pero volverán al camino. ¡Siempre! Incluso cuando todos dirían lo contrario, lanzan sus corazones por encima de las barreras, por encima de las vallas y se mueven libres y orgullosos. No permanecen en el pantano y el cieno del poder. Tienen el arte de la paciencia, la fidelidad y la perseverancia. Y lo hacen juntos: en la búsqueda, en el discernimiento, en el camino de la fe, no se crece ni se avanza solo. Nadie nace, renace, ni puede ser autosuficiente.

De hecho, la estrella desaparece cuando llegan a Jerusalén y reaparece sólo cuando la abandonan. Para luego descansar definitivamente en la desnudez de Dios manifestada en la humilde y frágil pequeñez del Niño, en una casa.

La patria de la humanidad naciente es el lugar hacia el que la estrella, todavía hoy, pretende orientarnos. La sabiduría itinerante de los Reyes Magos encuentra su destino final en postrarse para adorar la vida pequeña, vulnerable e indefensa. Aquellos ojos que podían ver la luz de la estrella en el cielo ahora se encuentran iluminados en el gesto de inclinarse hacia la tierra. Dirigen su mirada y su asombro al reconocimiento de un Dios muy humano. Un Dios que nos ilumina desde lo más profundo de nuestro ser tierra.

Ésta debería ser la tensión de toda sabiduría. ¿A qué apunta nuestro 'conocimiento'? ¿A la defensa y promoción de los pequeños, débiles y oprimidos? ¿O a la protección interesada de aquellos que parecen poderosos, consumados y dominantes?

El regreso se realiza por otro camino. El encuentro con ese nuevo rostro de Dios en el pesebre de Belén los cambia, los hace diferentes: "otros". Y habrá otro camino por el que continuar el viaje. Ya no es el de buscar signos/estrellas en el cielo sino el de volverse luz en el signo de proximidad a la diminuta y olvidada humanidad. Ya no es el de detenerse en lugares de dominación y prestigio sino el de habitar los espacios de la vida cotidiana sencilla y libre. Ya no traer regalos que creemos tener, sino vivir con la conciencia de que somos el regalo.

Todos podemos encontrar al niño en el pesebre para recargarnos y retomar el camino de la vida. El Niño inefable nos saca de las sombras y nos lleva de regreso a donde éramos felices. Pero lo hace por otro camino. El Niño en el pesebre es Dios que se entrega desnudo y desamparado; que confía y confía en nosotros. Y en su pequeñez y sencillez ya quiere asegurarnos que no nos traiciona. ¡Él permanece fiel a nosotros, a nuestras miserias y a nuestras bellezas!

Iglesia en salida. Iglesia en camino. ¡Feliz camino hasta la bienaventurada Epifanía de Dios y de su Reino!

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