"Jesús comienza su predicación con un grito: «Convertíos». Esta es su primera palabra. Es la hora de la conversión" Pagola: "No convirtamos a Jesús en doctrina teórica, en teología fría o en palabra aburrida"
"Dentro de la Iglesia hay una «gran luz». Es Jesús. En él se nos revela Dios. No lo hemos de ocultar con nuestro protagonismo"
"No lo hemos de suplantar con nada. No lo hemos de convertir en doctrina teórica, en teología fría o en palabra aburrida. Si la luz de Jesús se apaga, los cristianos nos convertiremos en lo que tanto temía Jesús: «unos ciegos que tratan de guiar a otros ciegos»"
El evangelista Mateo cuida mucho el escenario en el que va a hacer Jesús su aparición pública. Se apaga la voz del Bautista y se empieza a escuchar la voz nueva de Jesús. Desaparece el paisaje seco y sombrío del desierto y ocupa el centro el verdor y la belleza de Galilea. Jesús abandona Nazaret y se desplaza a Cafarnaún, a la ribera del lago. Todo sugiere la aparición de una vida nueva.
Mateo recuerda que estamos en la «Galilea de los gentiles». Ya sabe que Jesús ha predicado en las sinagogas judías de aquellas aldeas y no se ha movido entre paganos. Pero Galilea es cruce de caminos; Cafarnaún, una ciudad abierta al mar. Desde aquí llegará la salvación a todos los pueblos.
De momento, la situación es trágica. Inspirándose en un texto del profeta Isaías, Mateo ve que «el pueblo habita en tinieblas». Sobre la tierra «hay sombras de muerte». Reina la injusticia y el mal. La vida no puede crecer. Las cosas no son como las quiere Dios. Aquí no reina el Padre.
Sin embargo, en medio de las tinieblas, el pueblo va a empezar a ver «una luz grande». Entre las sombras de muerte «empieza a brillar una luz». Eso es siempre Jesús: una luz grande que brilla en el mundo.
Según Mateo, Jesús comienza su predicación con un grito: «Convertíos». Esta es su primera palabra. Es la hora de la conversión. Hay que abrirse al reino de Dios. No quedarse «sentados en las tinieblas», sino «caminar en la luz».
Dentro de la Iglesia hay una «gran luz». Es Jesús. En él se nos revela Dios. No lo hemos de ocultar con nuestro protagonismo. No lo hemos de suplantar con nada. No lo hemos de convertir en doctrina teórica, en teología fría o en palabra aburrida. Si la luz de Jesús se apaga, los cristianos nos convertiremos en lo que tanto temía Jesús: «unos ciegos que tratan de guiar a otros ciegos».
Por eso también hoy esa es la primera palabra que tenemos que escuchar: «Convertíos»; recuperad vuestra identidad cristiana; volved a vuestras raíces; ayudad a la Iglesia a pasar a una nueva etapa de cristianismo más fiel a Jesús; vivid con nueva conciencia de seguidores; poneos al servicio del reino de Dios.
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