"¿Por qué asistimos a la misa?" "Es importante aprender, ir al fondo. Así fortalecemos nuestra espiritualidad"

Misa del domingo
Misa del domingo

"Moisés observó con gran asombro que la zarza ardía sin consumirse y se dijo: Voy a ver de cerca esta cosa tan extraña, porque la zarza no se quema"…

"El libro del Éxodo muestra la actitud de Moisés, como alguien dispuesto a aprender. Debemos aprender a conocer los signos de los tiempos, a comprender lo que sucede a nuestro alrededor, y preguntarnos por qué ocurren cosas que, en circunstancias normales, no deberían suceder"

"Es importante aprender, no solo quedarnos con haber visto algo que nos cuestiona, sino ir al fondo, como Moisés: Solo así descubriremos las señales de Dios en la vida cotidiana"

"¿Por qué creen que estamos aquí este domingo? ¿Por qué asistimos a la misa? ¿Por qué oramos?"

“Moisés observó con gran asombro que la zarza ardía sin consumirse y se dijo: Voy a ver de cerca esta cosa tan extraña, porque la zarza no se quema”.

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El libro del Éxodo muestra la actitud de Moisés, como alguien dispuesto a aprender. Debemos aprender a conocer los signos de los tiempos, a comprender lo que sucede a nuestro alrededor, y preguntarnos por qué ocurren cosas que, en circunstancias normales, no deberían suceder. Solo así descubriremos las señales de Dios en la vida cotidiana.

La zarza ardiendo

Aquello que nuestro corazón siente como un movimiento interior son señales de Dios ante los hechos y acontecimientos. Nada de lo que sucede nos pasa desapercibido: nos llama la atención de manera positiva o negativa, o simplemente lo vemos sin experimentar ningún otro movimiento interior. Así es la cotidianidad.

Es importante aprender, no solo quedarnos con haber visto algo que nos cuestiona, sino ir al fondo, como Moisés, quien dijo: “Voy a ver de cerca esta cosa extraña, por qué la zarza no se quema.” Precisamente al observar estos acontecimientos con atención, entenderemos mejor, lo que dice San Pablo sobre Moisés: que, de alguna manera, experimentó un bautismo en la nube y en el Mar Rojo.

San Pablo se refiere a Moisés al cruzar el Mar Rojo y luego el desierto: “Todos comieron el mismo alimento milagroso y todos bebieron de la misma bebida espiritual, porque bebían de una roca espiritual que los acompañaba, y la roca era Cristo”.

Esto nos enseña que, ante las dificultades y adversidades de la vida, nuestro espíritu se desarrolla si adoptamos la actitud de Moisés: observación y cuestionamiento. Así fortalecemos nuestra espiritualidad. Como afirma San Pablo: “Bebían de una roca espiritual que los acompañaba, y la roca era Cristo.”

Si Cristo vino al mundo, fue para ayudarnos y auxiliarnos. ¿Por qué creen que estamos aquí este domingo? ¿Por qué asistimos a la misa? ¿Por qué oramos? Porque necesitamos esa roca espiritual que nos da vida.

En el libro del Éxodo se narra que, en el desierto —un lugar sin agua ni alimento—, el pueblo de Israel estaba sediento, y Dios le dijo a Moisés: “Toca esa roca”, y de ella brotó agua.

Así debe ser también nuestro espíritu ante aquellas cosas que no entendemos o que nos sorprenden. Toquen la roca espiritual, la roca que es Cristo. Díganselo a Él, háblenle a Él, ya sea aquí en el templo o en su propia casa. Por eso dice San Pablo: “Todo esto sucedió como advertencia para nosotros.” Es decir, los hechos que nos narra tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento nos enseñan a ser discípulos de Cristo.

Dios es refugio seguro y roca de confianza - Día 4 de 10

El Evangelio de hoy narra cómo Pilato mandó matar a unos galileos, que estaban ofreciendo sacrificios conforme a la ley.  Jesús comentó: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos eran más pecadores que los demás porque les sucedió esto?”. ¿Qué debemos aprender de esto? Muchas veces, cuando algo negativo nos sucede sin que tengamos culpa, pensamos: Dios me está castigando. Pero Jesús nos dice que no es así. Son simplemente acontecimientos, que debemos afrontar en la vida.

Jesús menciona otro ejemplo: los dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé. Pregunta: “¿Piensan acaso que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?” Y responde: “No, ciertamente que no.” Es decir, los sucesos lamentables no son castigos de Dios, sino consecuencias de la naturaleza de este mundo y de la propia naturaleza humana. No debemos verlos como indicios de castigo divino.

Por eso, en el Evangelio de hoy, Jesús nos cuenta la parábola de la higuera. Un hombre llevaba tres años esperando que diera fruto, pero no lo hacía. Entonces dijo al viñador: “Córtala, no da fruto.” Pero el viñador respondió: “Señor, déjala un año más; voy a aflojar la tierra y echarle abono. Tal vez así dé fruto”.

¿Qué nos quiere decir Jesús con esta parábola? Que Dios no nos castiga de inmediato. Nos da tiempo, nos espera pacientemente para que reaccionemos. Sepamos, pues, que la paciencia de Dios es infinita. Por eso, hoy hemos respondido en el canto: “El Señor es compasivo y misericordioso.” Tengamos plena confianza en que el Señor está para ayudarnos, para auxiliarnos, para levantarnos cuando caemos y para sostenernos cuando caminamos haciendo el bien.

Presentemos, pues, con gratitud a nuestra Madre aquellas cosas que traemos en el corazón. Digámoselo con confianza, en un breve momento de silencio, así como se lo decimos a nuestra propia madre o a nuestros padres cuando tenemos plena confianza: Estoy así, tengo estos sentimientos, me pasó esto.

Pongámonos de pie y abramos nuestro corazón a Dios, pero a través de María, nuestra intercesora por excelencia. Por eso ha querido quedarse con nosotros en esta casita sagrada.

Bendita seas Madre Nuestra, María de Guadalupe, con gran confianza, ponemos en tus manos al Papa Francisco, fortalécelo y acompáñalo en estos días que regresa a la Casa Santa Marta para retomar sus actividades.

Te pedimos aprender la actitud de Moisés para interpretar los acontecimientos y descubrir tu Voluntad; así seremos capaces de conocer a la luz de las enseñanzas de tu Hijo Jesús, lo que estás esperando de nosotros, y obtengamos la fortaleza espiritual para expresarlo con nuestra conducta en los diversos ambientes y contextos socio-culturales.

Con esa experiencia, consolidaremos nuestra plena confianza en Dios, para ser fieles a todo lo que Dios Padre nos pida. Mostrando así, que Cristo camina y vive en medio de nosotros.

Ayúdanos a confiar en la asistencia del Espíritu Santo y descubrir que nuestra esperanza va más allá de las cosas terrenales, y así desarrollemos nuestra convicción de la vida eterna, anunciada por tu Hijo Jesús, para habitar contigo en la Casa de Dios, Nuestro Padre.

En este Año Jubilar que estamos iniciando, te pedimos en este mes de marzo dedicado a la familia y al don de la vida, muevas el corazón de abuelos, padres e hijos para escuchar y practicar las enseñanzas de tu Hijo Jesús, leyendo, meditando y compartiendo los Evangelios y los demás libros del Nuevo Testamento.

Todos los fieles aquí presentes este Domingo nos encomendamos a ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.

¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

Carta dominical | «La paciencia de Dios» - Arzobispado de Barcelona


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