Profesor Lazhar. Poema pedagógico en homenaje a los educadores
Profesor Lazhar es una película canadiense nominada para el Oscar al mejor filme extranjero el año pasado. Sorprendente y profunda, aborda el problema del suicidio en las aulas desde el coraje de un profesor argelino en Québec que destila su propio sufrimiento hacia el acompañamiento educativo de sus alumnos.
La película comienza con una hallazgo trágico en al aula de chicos de 11 y 12 años. Con este motivo entra en escena Bashir Lazhar (Mohamed Fellag), un extranjero de mediana edad que se ofrece a trabajar como profesor de este grupo de chicos traumatizados. Su voz cálida con acento árabe, sus métodos clásicos para enseñar literatura, su carácter solitario y su traje envejecido inesperadamente cautivan a sus alumnos. Entre ellos destacan Alice (Sophie Nélisse) por su sabiduría forjada en su propia vulnerabilidad y Simon (Émilien Néron) que vive roído por una culpa interior incapaz de superar. Mientras un velo de silencio cubre la verdad de los hechos, con la complicidad bienintencionada de la directora y el claustro, el profesor extranjero es el único que planta cara a la muerte. Gracias a él, a quien unos padres pedirán que les enseñe a sus hijos pero no les eduque, sus alumnos tendrán la oportunidad de madurar para afrontar la vida.
Tremendamente actual, se trata de una adaptación de la obra “Bashir Lazhar” de la dramatagurga Evelyne de la Chenelière publicada en el 2002 y que hace de la madre de Alicia en la película. Este poema pedagógico trata de reflexionar sobre la hiperprotección en educación precisamente en un momento en asistimos a una invasión de la dureza de la realidad en las aulas. El dolor, el sufrimiento y la muerte se han ocultado a una generación de niños que prematuramente ya los llevan sobre sus espaldas. Estos chicos son los que necesitan no ser abandonados a su suerte y para ello han de contar con educadores que les guíen en esta hora, como señalo Albert Camus en su relato autobiográfico “El primer hombre”.
Para representar a estos educadores aparece una extranjero, roto por su propio sufrimiento de violencia y desarraigo, pero que a pesar de todo se ha convertido en un ser humano sólido capaz de acompañar en la travesía del desierto a sus alumnos. En un momento en que se insiste en la calidad competitiva de la enseñanza, aquí aparece una convincente reivindicación de los educadores como imprescindibles para esta hora.
El director Philippe Falardeau ( C'est pas moi, je le jure! 2008; Congorama, 2006) nos ofrece este relato inteligente y crítico sobre la educación y la vida. En un tiempo donde las crisálidas-alumnos tienen difícil convertirse en mariposas para poder volar se necesitan árboles que hayan resistido los incendios y que en el dolor sean testigos del amor. En un tiempo donde ya no se puede tocar el alma, esta película reivindica a los seres humanos. Geniales los pequeños cuando pueden superar la culpa y la pena, pueden crecer y volar confiados en sus posibilidades. Imprescindibles los maestros capaces de creer que más allá del incendio y las dificultades deben seguir en pie para dar un abrazo.
La fuerza espiritual no surge de la comodidad ni del encubrimiento sino de la misma vida, del ejercicio de la responsabilidad de no abandonar a los otros. De permanecer creyendo que hay esperanza, plantados en la tierra, con la mirada capaz de levanzar el vuelo a pesar de las pruebas y con la confianza de prestar la propia debilidad para sostener a los demás. Como se presentará el profesor: Bashir significa “portador de buenas noticias” y Lazhar significa “afortunado”.
Así pues una Buena Noticia para todos desde el poder de la metáfora. Algunos educadores me decían al ver la película que ya no quedan alumnos así. Otros espectadores me decían que ya no quedan educadores así. Pero todos sabemos misteriosamente que en cada ser humano hay un ser afortunado que es una buena noticia. Y ésto es la presencia del Espíritu.