The Blind Side confirma que hay un público para el cine espiritual cristiano
Esta sencilla historia que coloca en el papel del buen samaritano a una madre y su familia, confirma que hay un tipo de público fiel a estas películas marcadas por el crecimiento en la bondad de las personas, la posibilidad del cambio y la superación, el impulso transformador de la experiencia cristiana y la vigencia de la familia en medio de fuertes transformaciones sociales.
En ella, dos mundos separados y distantes se reúnen bajo el mismo techo generando un proceso de transformación mutua. Por un lado, Michael Oher -contenido y eficaz Quinton Aaron- un adolescente negro, enorme y bonachón que vive en la calle y que procede del barrio de Hurt Village (ciudad del dolor). Y por otra lado, la familia Tuohy que disfruta de una vida acomodada sostenida en el éxito, el esfuerzo y los valores conservadores. Desde la relación entre el joven, al que todos llama Big Mike, y la madre Leigh Anne, con una Sandra Bullock definitivamente inspirada como para ganar el Oscar, se despliega un itinerario de conversión compartida. Lo que comienza siendo un impulso de compasión en Leigh Anne se convierte en un proceso de desinstalación que le permite ver el “lado ciego” de su propia vida, que va cambiando en la medida en que reconoce la bondad y las posibilidades del joven Michael. El cual también ve modificada su vida, no sólo desde el punto de vista material sino también afectivo y social al sentirse querido y descubrir su habilidad en el fútbol americano.
Basada en una historia real, que comenzó siendo una artículo periodístico y terminó en un bestseller de Michael Lewis, es más una película televisiva que cinematográfica. Dirigida preferentemente al público USA narra algunas peculiaridades del fútbol americano, sobre todo en lo que se refiere al puesto de tacleador izquierdo, y además refleja el contexto racial, político, social y religioso de la sociedad norteamericana. Este tono bastante local fue uno de los factores que llevó al éxito comercial a la película en EEUU, aunque a la vez ha motivado las dificultades del estreno fuera de sus fronteras. Aunque la consecución del Oscar a la mejor interpretación femenina haya supuesto el empuje definitivo para su pase por las pantallas y las televisiones de todo el mundo.
Su director John Lee Hancock es un importante guionista que ha trabajado para películas remarcables de la mano de Clint Eastwood tales como “Un mundo perfecto” (1993) “Medianoche en el jardín del bien y del mal” (1997) y que además se ha dedicado a la producción televisiva. Aunque su fama en el largometraje le ha llegado, tras algunas obras menores, con la cinta que nos ocupa. Especialmente eficaz en la dirección de autores su trabajo sobre el montaje resalta los aspectos emotivos alternando el dramatismo con el humor. Sin embargo, su lenguaje cinematográfico es un tanto didactista y repetitivo, esta desconfianza en el espectador propia del mundo televisivo lastra el film de una duración excesiva con casi media hora sin apenas tensión ni argumento y con algunas escenas poco creíbles, tanto en su contenido como en la composición del plano.
Movida por los grupos cristianos, tanto protestantes como católicos, en su país es una muestra del nuevo cine cristiano, con argumentos más universales y carácter más integrador a la vez que con buena calidad artística y técnica. La referencia cristiana se sitúa en primer lugar en el plano personal donde la protagonista va madurando en su deseo de ser buena persona; después también se concentra en el plano familiar, donde desde una perspectiva tradicional se asumen los retos de la integración de las diferencias en un hogar donde caben las distintas razas y condiciones y donde tienen también un sitio las diferencia políticas, que se expresan en la figura de Miss Sue -Kathy Bates a la que recordamos por “Tomates verdes fritos” (1991)- y que hace el papel de la profesora de apoyo de Michael, que será una presencia demócrata en una familia de marca republicana. El plano más social del cristianismo se presenta a través del centro educativo que se ocupará de Big Mike gracias a la fidelidad a la máxima “lo que no es posible para los hombres es posible para Dios” (Mc 10, 26-27)
Sin embargo, hay límites en el planteamiento de “The Blid Side” que proceden de una lugar bastante común en el cine cristiano de EEUU. La cuestión estriba en que Dios aparece demasiado ligado a la prosperidad. Como si la ecuación “Dios=éxito” tuviera una implícita paralela “noDios=fracaso”. Las preguntas que surgen de este criterio son ciertamente radicales: ¿Puede entonces Dios estar en el fracaso y el sufrimiento o es únicamente el Dios de los ganadores? ¿No será la frustración patrimonio de los que han perdido a Dios? Un repaso al libro de Job nos debería rescatar la pregunta por el sufrimiento de los inocentes. Una mirada a la cruz nos debería recordar al Dios solidario con el sufrimiento que lucha contra él incluso a riesgo de perderlo todo. Y esto es probablemnte lo que diferencia la fe cristiana de los cuentos de hadas.